Encuestas que confunden
Ni verdad revelada religiosa, ni mentira intencional, las mediciones de la opinión pública son, en la política, una herramienta más. El político debe saber hacia dónde va y cómo utilizarlas eficazmente.
Cuando nos sentimos enfermos, buscamos un hospital con médicos que cuenten con aparatos modernos que estudien nuestros males. Personalmente soy ignorante en todo lo que se refiere a la medicina, pero mientras más modernos parecen los exámenes a que me someten, tengo más confianza en que sanaré.
Si alguien me dice que no vaya al hospital porque los médicos que piden estudios no saben nada y es mejor acudir a un brujo que conoce la verdad por intuición, no le hago caso, creo que es un ignorante y sigo rumbo al sanatorio. El argumento de que hay pacientes que mueren en los hospitales parece tonto. Sería absurdo que desate una guerra de exámenes concurriendo a varios centros de salud, pidiendo a los médicos que me mientan para sentirme mejor. Estos comportamientos parecen ridículos en la vida privada, pero parecen respetables en los políticos arcaicos. Estrategias. Algunos brujos de la política dicen que no creen en las encuestas y lo único que cuenta es su intuición. Suelen decir que las encuestas fracasaron en el Brexit, en el plebiscito de Colombia y en otras ocasiones. Cuando discutimos con ellos, generalmente no tienen idea de cómo fue la disputa de Santos con Ur ibe, cuál f ue el nivel de abstención, porqué ocurrió lo que ocurrió. Sólo saben