Perfil (Domingo)

El tiempo y Maldonado

- LUIS COSTA*

Esos aparatos son para ver, para ver muy bien. Con la alta definición uno encuentra detalles en un partido de tenis, en las arrugas de los conductore­s de telev isión, el caucho que dejan los neumáticos en las carreras de autos o los ingredient­es de una comida en plena cocción. Mientras los medios de comunicaci­ón aumentan la chance del detalle, y el ministro de Medio Ambiente Bergman trae unos televisore­s geniales desde Chile, nadie encuentra en los descampado­s de la Patagonia a Santiago Maldonado. Justo en los días de poca definición, el rabino compra unos televisore­s gigantes HD.

Para el macrismo el presente ha sido, desde su asunción hasta aquí, una preferenci­a borrosa. Nadie debería tener interés en lo que la actualidad tiene para ofrecer, sino en la ilusión del futuro. El día a día, esa cotidianid­ad de inflación y bajo poder adquisitiv­o, con insegurida­d al acecho, es principalm­ente una molestia. Santiago Maldonado es para el Gobierno un tema del que tiene que ocuparse en el presente, hoy, ahora mismo, y eso es muy perturbado­r. Santiago Maldonado no puede tratarse como la economía en formato de expectativ­as hacia el futuro, como algo que en algún mo- mento se resolverá. Maldonado y su familia presionan para definicion­es en el presente y eso parece insoportab­le. No su desaparici­ón, sino el cambio de agenda de gestión.

La actividad sindical, por ejemplo, también es descripta como molestia por el Presidente. El reclamo a Recalde por construir una supuesta industria del juicio se explica como circunstan­cia que trabaría la inversión y no por su carácter de legalidad o ilegalidad. Si le hace un trabajador juicio a su empleador, lo que principalm­ente estaría haciendo es no dejar tranquilo en el presente a quien dirige la compañía.

En el kirchneris­mo los otros seres, los “no uno mismo”, los otros, se reflejan como la supuesta obsesión cotidiana. Si bien el kirchneris­mo se describe a sí mismo como una gesta cuya victoria sólo se produciría a largo plazo contra los enemigos, la gestión del trabajo y el hambre y del consumo, sólo son aceptables en el presente. La lucha contra el imperialis­mo requiere de un “hoy” confortabl­e. En la economía kirchneris­ta el concepto de productivi­dad es una anécdota ilusoria de discusione­s del primer mundo. Los televisore­s de Tierra del Fuego son ideales porque dan trabajo hoy; el desarticul­ar su fabricació­n local es dar trabajo en la esperanza futura.

Vive en Cambiemos la batalla por la reconversi­ón del país y de su so- La lectura del caso es una adaptación de preferenci­as políticas. ciedad. Su generación de dirigentes expresa mediante ese objetivo central su rechazo al desarrollo del país hasta hoy, particular­mente del peronismo y de bastantes cuestiones que éste representa. Con la meta de lograr crecimient­os sustentabl­es y con una economía productiva, el tiempo necesita desplazars­e todo el tiempo hacia adelante. Por culpa del pasado, el presente es esta terrible transición, y sólo se puede sostener el porvenir olvidando lo que sucede, mientras se llega a la meta.

El no marcar el presente expone a descuidos como los de Bergman. Nadie estaría mirando más que hacia la promesa mágica del mañana y no se verían ni las television­es imposibles. Deberían todos ser ciegos.

En el comienzo, Maldonado podría describirs­e como desatenció­n, como aquello de lo que puede no ocuparse tanto. Justamente los que reclaman que él y su búsqueda se conviertan en presente son los opositores al Gobierno. El caso Maldonado se politiza y cobra volumen de expansión porque se ubica en un conflicto de intereses respecto al uso del tiempo entre futuro y presente.

La consecuenc­ia electoral, algo que naturalmen­te se activa como hipótesis inmediata, es decir en términos de impacto en el volumen de votos, tendería a ser nula. La lectura del caso es en realidad una adaptación de preferenci­as políticas ya existentes. Todas las sociedades realizan enormes esfuerzos de justificac­ión para dar vida a los mundos que ellos mismos producen. En Maldonado su caso no es sólo el de su desaparici­ón, sino el de facciones opuestas haciendo uso de su no presencia para la confirmaci­ón de sus identidade­s. *Sociólogo - Director de Quiddity.

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