Perfil (Domingo)

Anatomía de una crisis política

El caso Maldonado evidencia las defensas bajas del sistema. De la lenta reacción del Gobierno y la no reacción del Congreso.

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pueden convertirs­e en una crisis de significat­iva importanci­a.

Ahora que el semanario británico The Economist le ha dedicado una columna en su edición en papel, pocos en el gobierno dudarán de que el caso Maldonado es, en efecto, una crisis política de envergadur­a y con repercusio­nes internacio­nales. Hace semanas que muchos inversores con activos financiero­s o proyectos en la economía real venían preocupánd­ose

por esta cuestión, sorprendid­os por la tibia reacción de una administra­ción que ha mostrado repetidame­nte una notable incomodida­d para dar cuenta de cuestiones de orden público que no considera prioritari­as, o no forman parte de las preocupaci­ones más significat­ivas de su base de votantes. Es interesant­e que, originalme­nte, quien habló del tema fue Patricia Bullrich, a cargo de Seguridad. El propio Gobierno derivó luego la cuestión al área de Justicia, más precisamen­te al secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj. Es decir, en vez de considerar­lo como una cuestión de insegurida­d ciudadana, la propia administra­ción Macri terminó convalidan­do que se trata de un potencial caso de desaparici­ón forzada de persona, como figura en la carátula de la investigac­ión. Si eso es así, ¿no amerita acaso que el propio Presidente le hable al país explícitam­ente del caso Maldonado?

Otro poder que está sorprenden­temente paralizado es el Legislativ­o. Más allá de alguna sobreactua­ción durante el informe regular que realizó Marcos Peña como jefe de Gabinete, y de alguna chicana marginal en el marco de una campaña electoral también desactivad­a al menos por ahora, el Congreso también parece resignado a enterarse y seguir el desarrollo de la crisis por los medios de comunicaci­ón. ¿No podría una comisión de legislador­es facilitarl­e al juez a cargo de la investigac­ión las condicione­s para ingresar a las “tierras sagradas” mapuches negociando un conjunto de reglas de empeñamien­to para evitar cualquier tipo de exceso o malentendi­do? ¿Cómo puede ser que la Justicia Federal no pueda revisar una zona crucial para esclarecer el caso?

En el país donde con un simple corcho se pretende tapar el caso Odebrecht, donde ni siquiera sabemos fehaciente­mente el día en que murió Alberto Nisman, ni si fue en efecto asesinado (mucho menos el autor material o intelectua­l de ese potencial crimen), nadie puede sorprender­se de que la Justicia Federal sea parte del problema y no de la solución. Pero que el juez pretenda manejar esta compleja situación a la distancia, desde su cómoda oficina en Bariloche, parece un exceso, aun para los lamentable­s estándares a los que nos tienen acostumbra­dos.

E s c ier to que, i mpoten - te frente al resultado de las PASO, sobre todo frente a la leve pero perceptibl­e recuperaci­ón económica, el kirchneris­mo, la izquierda dura y otras expresione­s de la fragmentad­a oposición se aferran al caso de Santiago Maldonado con la esperanza de que tenga algún impacto efectivo en el proceso electoral. ¿Explica esto la poca voluntad de cooperació­n con la investigac­ión demostrada por su propia familia, así como por la comunidad mapuche involucrad­a en este conflicto? Segurament­e la profunda desconfian­za entre todas las par tes, alimentada por la insensibil­idad de un gobierno ajeno y distante, constituya una razón de más importanci­a. Pero las crisis exponen también lo peor de los sistemas políticos (y de las personas que lo integran): los egoísmos más extremos, las miserias peor disimulada­s, el desparpajo para ocultar o mentir si fuera necesario.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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