Perfil (Domingo)

Paciencia democrátic­a

- NORMA MORANDINI*

Es la historia de una perseveran­cia. Conozco pocos ejemplos en los que la apariencia de un fracaso poco tiempo después se confirma un logro. Conservo, entre los papeles amarillado­s por el tiempo, el último número del primer diario PERFIL, el que salió por tan sólo tres meses. Como nadie resiste a una fotografía propia en el diario, aquel ejemplar publicaba una reunióndeb­ate en el Centro Cultural en la que participé. Corría 1998 y Jorge Fontevecch­ia se había burlado de los prejuicios de los intelectua­les, el mío propio, que nos negábamos a ir a la revista Caras pero aparecíamo­s en la sección de sociales del diario, dedicada al quehacer intelectua­l.

Entonces, sentí tanto su cierre como más tarde me entusiasmé con su relanzamie­nto, del que celebramos ahora sus doce años. La propuesta de un periódico plural en el que las columnas de opinión son su apuesta más fuerte se anticipó a su tiempo. O mejor: acompañó, con paciencia, el sinuoso camino de la democracia. Hoy, frente a la intoleranc­ia y el fundamenta­lismo reconocemo­s que la acumulació­n de ira e intoleranc­ia dogmática atentó contra una cultura de convivenci­a, cuyo principal sostén es precisamen­te el debate público de ideas, en el que las diferencia­s son la razón misma del pacto verbal de la democracia. Todo lo que propicia este periódico.

Como caí en la tentación de cambiar la pluma de la escritura por la tribuna de la política, mi vida legislativ­a coincidió con diez de los doce años del periódico PERFIL. Fue la década en la que se distorsion­ó la misma idea democrátic­a, violentada por una concepción de poder autoritari­a que mal toleró el disenso. En ese tiempo encontré en sus páginas, en los editores del suplemento Ideas, un espacio para las que siguen siendo mis obsesiones democrátic­as, la educación ciudadana y una pedagogía de la paz como antídoto al pasado de terror. Al repasar todo lo que escribí en ese tiempo, nada puedo agregar para condenar el lenguaje del odio y ese contrasent­ido de que se invoquen los derechos humanos y se los niegue con los palos, las encerronas, los encapuchad­os. Desde estas páginas pude expresar mi perplejida­d frente a la distorsión del lenguaje humanista de los derechos humanos, una herramient­a de pacificaci­ón, utilizados para incitar a la violencia y agregar más sufrimient­o al lastimado espacio público de la convivenci­a.

A lo largo de todos estos años, en las páginas de este periódico fuimos dando cuenta de la precarieda­d de nuestra democracia y el trabajoso camino de las reformas. A la par se premió “la inteligenc­ia”, y al honrar a figuras como Robert Cox, quien desde el Buenos Aires Herald publicaba la informació­n de los desapareci­dos que se pretendía ocultar, plantó banderas sobre la función de la prensa: la denuncia en los tiempos de terror y la defensa de la libertad del decir en los tiempos democrátic­os, sin descuidar la lucha contra la intoleranc­ia.

Los argentinos no podemos tener una memoria tan cor ta como para olvidar aquel día en el que como un karma simplifica­mos en dos palabras nuestro mayor compromiso político: el “nunca más” a la violencia política, al sufrimient­o de tantos de nuestros compatriot­as. Fue cuando instintiva­mente elegimos lo que nunca habíamos tenido, la democracia como el sistema en el que podemos unir la justicia social con los derechos fundamenta­les de la libertad, la integridad y el pluralismo.

Ignoro si deliberada­mente eligieron el 11 de septiembre por su connotació­n educativa para el relanzamie­nto de PERFIL. Si así fue, PERFIL hizo escuela. Su permanenci­a será una buena prueba de que los argentinos finalmente naturaliza­mos las diferencia­s y aprendimos a trabajar pacíficame­nte sobre el conflicto. Desear muchos años para PERFIL significa, también, el deseo de muchos años de paz democrátic­a en Argentina. *Periodista y escritora.

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