La indolencia del tiempo
Todos ansían ser libres, ser felices. ¿Pero cuál es el precio que un hombre podría pagar por su libertad? ¿Desde qué lugar se podría desear la felicidad si hasta las situaciones más humillantes la provocaran? ¿Cómo se hace para valorar el día si no existe la noche? Quizás después de haberlo perdido todo se encuentre una luz de esperanza en una ciudad luminosa, donde no existe el dolor, ni la tristeza ni el miedo. Pero, lo que es grave, donde no existe la dignidad.
Un hombre, su esposa y Julio, un niño huérfano que no habla y que el matrimonio decidió adoptar, sufren las consecuencias de una guerra que no comprenden. Deben abandonar el pueblo donde viven, quemar la casa, llevar muy pocas cosas consigo y caminar kilómetros decididos a olvidar el pasado y empezar una nueva vida, feliz y tranquila, en la ciudad transparente con luz permanente, sin noche, sin frío, sin calor, sin olores, donde no hay privacidad ni para bañarse, donde se puede observar cómo defeca cada uno y cómo bajan los excrementos por tubos transparentes. Una ciudad en la que el sentimiento de felicidad llega a ser insoportable, porque no tiene ningún sentido; donde la libertad escasea y la manipulación sobra, pero no se nota.
El hombre extraña a sus hijos mayores, que fueron a pelear al frente de batalla, habla con su mujer, tiene deseos. Pero al llegar a la ciudad transparente, todo cambia. Sin saber él porqué, se olvida de sus hijos, de sus deseos y de sus sentimientos, que serán invadidos por la felicidad absoluta. Su mujer se aleja de él, mete en la casa a un bibliotecario que será el tutor de Julio y que se acuesta con ella delante de él, pero a él no le importa, se siente extrañamente feliz. En un momento despertará su conciencia y sobrevendrán las preguntas.
Narrada en primera persona, tiene una trama original y compleja que no permite adivinar el final siquiera en el final.