“Mahler me llamó y me ofreció dirigir”
Cerró su mítica sala en donde impartía clases de teatro, cansado de la burocracia. Habla del país con objetividad y sostiene que no estamos en Suecia a ningún nivel. Confiesa que admira a los actores argentinos.
No hago teatro por hacer teatro. Si no me enamoro del texto no dirijo”. Esta es la primera afirmación que confiesa Agustín Alezzo. Una vida dedicada íntegramente al arte dramático. Primero fue alumno, luego actor, después director, maestro de interpretación y hoy es uno de nuestros históricos hombres de teatro. Pasan por sus clases más de cien alumnos por año. Y hace muy pocos días estrenó El regreso, su adaptación de Living Quarters de Brian Friel. El elenco está integrado por Carlos Kaspar, Bernardo Forteza, Stefania Koessl, Claudio Amato, Sol Fassi, Lorena Saizar, Magela Zanotta, Alejandro Fain y Federico Tombetti. Hacen funciones de jueves a domingos en el Centro Cultural 25 de Mayo, en la avenida Triunvirato.
“Clausuré mi teatro El duende –confirma–. Lo hice porque estaba harto de los inspectores. Nunca nos habilitaron la sala, hoy debe haber sólo 25 de las 400 que están funcionando. Llegan y siempre te encuentran problemas, te dan una lista de los arreglos. Todo lleva dinero. A los diez meses vuelven y ahí encuentran nuevos inconvenientes y así siempre. Mi espacio era sólo para sesenta espectadores. Me harté. Mi intención no fue tener un teatro, busqué crear una escuela, algo que tengo desde hace cincuenta y dos años. Pero en el 2005 acepté que donde daba clases se hiciera una sala, con enorme gasto. Lo publiqué porque un teatro es algo público, cuando se abre hay que anunciarlo y cuando se cierra sentí que también debía hacerlo. Ahí me llamó Angel Mahler (ministro de Cultura porteño). Nos reunimos y se cansó de ofrecerme soluciones hasta que comprendió que no quería más el teatro y me ofreció dirigir en el Centro Cultural 25 de Mayo. Acepté. Tenía este texto pero no podía estrenarlo en un escenario chico. Puse como condición que se les pagara a los actores los ensayos y funciones hasta mediados de diciembre”.
“Me acordé de este autor, del que había hecho Danza de verano –relata con su serena pasión– . Me gusta porque es muy teatral, además, coincido con su pensamiento y lo comparto. Lo hecho, hecho está. No se puede volver atrás para mejorar las acciones. Nosotros aquí estamos muy apurados. Se preguntan cuánto dura un espectáculo y es atroz. En Europa y en Estados Unidos son propuestas muy largas y la gente goza. Este dura una hora y tres cuartos, pero decidí incluirle una pausa”.
“El país es una barca que va según los oleajes. ¿Hay política cultural?” –repregunta con ironía Alezzo–. “Dos veces me ofrecieron dirigir el San Martín y dije que no. Mi intención es dirigir teatro. No estamos en Suecia como hacía Ingmar Bergman. En un tiempo hubo allí un director artístico, cargo que ocupó Osvaldo Bonet, había otro director general, otro técnico y un cuarto administrativo. Cuando llegó Kive Staiff se quedó con los dos cargos, el ge- neral y el artístico. Siempre creí que a un teatro lo debe dirigir un hombre de teatro. Su gente es muy buena, desde los boleteros hasta los acomodadores y técnicos. No tienen grandes sueldos. Esto me pasó en todos los ámbitos: estatales, comerciales o independientes. No soy de dar consejos, si me preguntan contesto”.
Cuando se le pregunta por la actualidad no lo duda y confiesa: “Me duele el atraso que estamos viviendo. Mirá los científicos, familias durmiendo en las calles, la miseria… el chico desaparecido, Santiago Maldonado. Me aterra. Hay un dicho que dice: ‘Siempre tienes que tener esperanzas, pero no esperes nada y coincido’”.