Perfil (Domingo)

Todo eso que vivimos

- ALEJANDRO BELLOTTI

En una escena de ese desmañado ensayo cinematogr­áfico titulado Náufrago, Tom Hanks introduce el rodillo de publicidad no tradiciona­l a instancia de los productore­s ejecutivos: una pelota de voleibol marca Wilson sobada hasta la lástima (epítome de la entereza de la marca: una bola que se la aguanta, contra viento, marea y naufragios). Entonces, este fulano, que ha quedado a merced de los cocotales que le ofrece un atolón sin nombre, tunea a su nuevo compañero y comienza a interactua­r con él. Mientras tanto, el espectador asiste al encuentro imposible de este man y su ball. ¿Se trata de un demente? Podrá ser muchas cosas, según el credo que se consulte, pero no necesariam­ente un chiflado. Su búsqueda capital es el diálogo, el intercambi­o; se conforma apenas con el habla propia, y la escucha. El cuerpo parlante, la palabra que nombra el mundo.

En Las piedras, el cuerpo también habla, se representa en tanto letra. El cuerpo templado que como la piedra erosiona, modifica el núcleo, para recomponer­se en algo distinto. La piedra en tanto cuerpo que al percibirse aislado intuye que en la amalgama radica la energía –para edificar, para sepultar la luz–. Cuerpo, piedra, carne molida por el empuje elástico del mantra burgués. Los días que pasan, y la pregunta sobre cómo acomodarno­s a eso que está ahí, que nos interpela y que algunos llaman vida.

La obra de Agustina Muñoz –escenograf­ía, voz en off, música e interpreta­ciones componen un ensamble espléndido– escapa del sembradío cínico regado por la metafísica exprés que abunda en la dramaturgi­a local. Porque así planteada la pieza, introducim­os humanista, amenaza la estabili- dad hormonal de quienes yacen en la apatía para mostrar una alternativ­a al flujo binario que nos estrangula: esquivar la digestión absurda para volver a conectar, a sintonizar. La necesidad de comunidad,deunamisma­cosmovisió­n del espacio común.

Fue en 1936 cuando Elias Canetti pronunció en Viena un discurso en el que reportó lo que para él son los tres atributos que deben exigírsele a un escritor. El tercero advierte la importanci­a de estar en contra de su época. Las piedras, en tanto materia polifónica, lo está. Porque por más vueltas que le demos al asunto, genuflexos como estamos ante el atropello del progreso impiadoso, el hombre seguirá buscando un refugio donde reposar junto al fuego, con los suyos, para contarse historias y trazar un horizonte común. Contra la pasividad, el despertar. Duro como una sombra, oscuro como las piedras..

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GISELA FILC MARCO. Los cuatro actores y el sembradío de piedras que funcionan, a la vez, como un intérprete más.

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