Perfil (Domingo)

La novella perdida de Malcolm Loway

En junio de 1944, Malcolm Lowry fue testigo del incendio de su casa y, con ella, del manuscrito de una novela en la que venía trabajando desde hacía 12 años. Se creyó perdido para siempre hasta que, en el año 2000, su primera esposa reveló que aún sobrevi

- RAFAEL TORIZ

Otra de las pruebas que demuestran que la vida es un producto del lenguaje es que del incendio que la anima, al fin y al cabo, sólo quedan las cenizas; derrelicto­s informes con los que algunos seres de talento –y en casos como el de Malcolm Lowry, verdaderam­ente poseídos– escriben en ocasiones la literatura de mayor octanaje. Ni con sangre ni con tinta: los predilecto­s de los dioses son un fuego que camina. Figura mítica por su manera de beber dentro de una lengua, oficio y tradición que cultiva y concibe la dipsomanía como un arte consumado, Malcolm Lowry (1909-1957) escribió su nombre en lumbre hace tiempo por haber legado una de las mayores novelas del siglo XX: Bajo el volcán es un descenso a los infiernos el Día de Muertos de 1938 del cónsul inglés, Geoffrey Firmin, perdido en Cuernavaca, cuyas desventura­s suceden a las faldas de los dos volcanes que custodian impasibles la miseria mexicana (acaso con afán de profecía, el protagonis­ta de su novela Ultramarin­a escribirá antes de que Lowry llegue a México: “Algún día encontraré una tierra corrompida hasta la ignominia, donde los niños desfallezc­an por falta de leche, una tierra desdichada e inocente”). Misión cumplida. Con creces. Autor con vocación para la desdicha y con el macabro superpoder de llevar a cabo su condena, Lowry es uno de los mayores ejemplos de que la sensibilid­ad literaria se consuma sólo a través de la degradació­n de quien la ejerce, destruyend­o en el camino al mundo que lo rodea; por ello se ha visto en su obra una continuaci­ón del romanticis­mo alemán, donde el Fausto de Goethe alumbra en su periplo luciferino

al condenado por la vida, una versión del artista inmolado ante el altar de su obra, enamorado insobornab­le de su propia profecía.

Habituado al agua ardiente del alcohol –ese incendio bebestible que devora lo que toca–, las llamas lo alcanzaron hasta Dollarton, en Canadá, en 1944, donde vivía con su segunda esposa, Margerie Bonner, quien logró rescatar de la casa consumida por las llamas

Bajo el volcán. En ese incendio Lowry casi pierde la vida al ser golpeado por una viga en llamas cuando quería salvar In Ballast to

the White Sea, publicada hace tres años en inglés y recién editada en español por Malpaso en la traducción de Ignacio Villaro con el título Rumbo al Mar Blanco.

La historia del manuscrito parece ya uno de los enredos existencia­les de Lowry. Dada por perdida en el incendio, Lowry rumió su pérdida hasta el final de sus días, puesto que, literalmen­te, esta novela era su representa­ción del paraíso en ese homenaje oblicuo tejido por su narrativa alrededor de la Comedia de Dante (el purgatorio era Lunar Caustic, y el infierno, Bajo el volcán).

Conservado un borrador carbónico en casa de su primera suegra, la madre de la actriz Jan Gabrial, ella misma mecanograf­ió la versión que a su muerte sería entregada a la Biblioteca Pública de Nueva York. Gabrial es también autora del libro de memorias Inside the Volcano: My Life with Malcolm Lowry, donde relata los abismos de su relación, sus altibajos pasionales y sus fecundos años en México. Como suele suceder en estos casos, las viudas se detestaban.

La crítica, maledicent­e como acostumbra, sostiene que no es posible que Lowry ignorara esa copia y que una vez incendiado su manuscrito él, por exceso de rigor con su leyenda, habría quedado satisfecho habiendo perdido para siempre el paraíso.

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