Perfil (Domingo)

Scioli habla de Cristina, el PJ y la corrupción K

El ex candidato del kirchneris­mo habla de todo y de todos. El efecto Randazzo. El futuro del peronismo. La corrupción K. Ella. Maldonado. Cómo toma ser el quinto candidato de la lista.

- JORGE FONTEVECCH­IA

—Si Randazzo hubiese aceptado ser candidato a gobernador, ¿usted sería presidente? ¿Privilegió él intereses personales sobre los del partido?

—Eso sería simplifica­r, poner la culpa en otro o en otros. Yo asumo toda la responsabi­lidad. Las cosas se dieron de esa manera, con una propuesta de cambio que penetró en la sociedad con mucha expectativ­a y que generó la confianza necesaria para probar este cambio que surgió luego, con Macri presidente y Vidal gobernador­a.

—Y una victoria sobre Randazzo en unas PASO 2015, ¿no hubiera fortalecid­o más su candidatur­a?

—La lectura que se le dio en ese momento era que así se cerraba una fórmula presidenci­al que integraba y abarcaba la mayor cantidad de espacio. Pero si alguno tenía la vocación, podía participar sin inconvenie­ntes. No creo que sea momento de pensar que esa circunstan­cia pudo haber afectado el resultado.

—¿Había una ola de cambio muy marcado en la sociedad?

—Había voluntad de cambio y promesas que luego fueron incumplida­s. Hoy la gente lo percibe. Avanzaron sobre sus derechos, el salario se deterioró y en esta situación uno de los principale­s sectores afectados fue la clase media. Les prometiero­n no aumentar las tarifas, que iban a eximir del pago de impuesto a las ganancias a los trabajador­es, que iban a aplicar el 82% móvil, que seguiría el fútbol gratis. Podría seguir enumerando. En el famoso debate que tuvimos cara a cara todo está muy claro. Pero hicieron una campaña profesiona­l, muy ordenada, disciplina­da, con un polémico Duran Barba, que podrá gustar o no, pero nadie puede quitarle sus méritos porque demostró una gran habilidad para organizar todo en base a sus estudios de opinión, diciéndole a la gente lo que quiere escuchar, lo que necesitaba en ese momento. A la gente le decían: lo que tenés te lo voy a respetar y, sobre eso, vas a mejorar. Eso fue lo que generó el triunfo de Cambiemos.

—Si no hubiera sido Aníbal Fernández candidato a gobernador bonaerense, ¿el resultado hubiera sido diferente? ¿Cuánto afectó esa candidatur­a?

—Otra vez sería simplifica­r poner la responsabi­lidad en un candidato cuando estoy convencido de que cualquiera de los dos, Julián (Domínguez) o Aníbal, con su experienci­a y su conocimien­to de la provincia, hubieran hecho un buen trabajo. Como yo, siendo presidente y conociendo la provincia de Buenos Aires, hubiese colaborado con la gobernador­a Vidal para seguir avanzando en cambiar la provincia, en solucionar su problema estructura­l.

—Eso, en el caso de que usted hubiera sido electo presidente y ella gobernador­a.

—Sí. Había un compromiso que hice público para actualizar la coparticip­ación, lo del Fondo del Conurbano, que es una discusión de estas horas. Es necesario un gran acuerdo federal, de las provincias y la provincia de Buenos Aires. Una reforma fiscal con la Nación que cumpla el mandato pendiente de la Constituci­ón del 94, una nueva ley de coparticip­ación.

—Coincide con Vidal.

—Lo tenía en mi agenda. Pero también estoy de acuerdo con el planteo de los gobernador­es. No pueden trasladars­e recursos a la provincia de Buenos Aires, que los necesita, que es justo que los reclame. Ese reclamo también yo lo hice. Fue muy conflictiv­a esa discusión cuando la planteé, porque había llevado a la provincia al máximo esfuerzo de la recaudació­n fiscal propia, gravando sectores que eran intocables: las telefónica­s, los polos de siembra, los cables, el juego. Hay que solucionar el problema estructura­l. El Fondo del Conurbano quedó congelado y lo que recibe la Provincia por coparticip­ación es la mitad de lo que aporta. Pero la cuenta hay que hacerla completa, porque también la Nación se hacía cargo, como se hace cargo ahora, de muchas transferen­cias o inversione­s. Entonces, o lo paga la Provincia o lo paga la Nación, a cuenta. Yo lo veía, en el caso de ser presidente, como un tema central, como política de Estado: un gran acuerdo entre las provincias y la Nación.

—¿Saldría del Presupuest­o Nacional y no del resto de las provincias?

—Eso iba de la mano con una reforma fiscal. Sería una simplifica­ción decir: “Bueno, a las provincias no las tocamos, a la provincia de Buenos Aires tampoco y que la Nación se haga cargo”. Yo, por el hecho de que haya una campaña electoral, no voy a salir a decir cualquier cosa y ganar un voto más, lo digo muy sinceramen­te. Si hubiese sido presidente, hubiese planteado eso. Hay una superposic­ión de impuestos por tasas municipale­s, por ingresos brutos, por impuestos nacionales. Es importante llevar adelante una gran discusión de todo el sistema porque eso hace también a la competitiv­idad del sector productivo.

—¿De dónde sale el dinero si se le da más a Buenos Aires, no se les quita a las demás provincias y, además, se bajan los impuestos?

“Duran Barba podrá gustar o no, pero nadie puede quitarle sus méritos: hicieron una campaña disciplina­da.” “La primera discusión que tuve con Néstor en 2003 fue justamente por las tarifas. Y el vice terminó congelado.”

—Si a la provincia de Buenos Aires le dan los recursos, que es justo que los tenga pues se le quitaron vía coparticip­ación o vía Fondo del Conurbano, que quedó congelado, las provincias se quedarán sin margen para ceder. Entonces, voy a la Nación. ¿Qué problema tiene? Un déficit fiscal muy severo cubierto con endeudamie­nto, y una situación compleja en el Banco Central con una masa de emisión de Lebac que supera la base monetaria. Necesitamo­s una solución de fondo. Crecer, más mercado interno, recuperar el poder adquisitiv­o de los salarios, que se deteriorar­on entre el 8% o 10%, las jubilacion­es en un 6%,

también la Asignación Universal por Hijo. Me preocupa el ajuste que podemos tener si no hay un cambio de política económica. Este tema podría superarse más fácilmente si tuviésemos una economía en expansión. Pero no la tenemos.

—¿Para usted hubiese sido mejor separarse del kirchneris­mo dos años antes de las elecciones de 2015 y construir una fuerza propia que le generara mayor independen­cia frente a la opinión pública?

—¿Usted recuerda todas las críticas que recibí porque decían que tomaba distancia y hacía las cosas a mi manera, por mi manera de vincularme con los medios o los distintos sectores? ¿En qué quedamos? ¿El problema era que estaba lejos o cerca? Nunca tomé un posicionam­iento político pensando desde el punto de vista del kirchneris­mo, el duhaldismo o el menemismo, sino a partir de las ideas. Eso me lo enseñó el padre de la democracia, Raúl Alfonsín. Discutir ideas, no personas. ¿Yo estaba de acuerdo con el desarrollo de la industria nacional? Sí. ¿Estaba de acuerdo con un proceso de distribuci­ón del ingreso? Sí. ¿Estaba de acuerdo con el desendeuda­miento del país? Sí. ¿Quería una agenda de ciencia y tecnología de vanguardia? Sí. ¿Creía en las nuevas universida­des? Sí. ¿Creo en el rol del Estado que debe acompañar hasta sacarte adelante? Sí. ¿Creo que un sector financiero tiene que estar integrado al mundo de la producción y del trabajo? Sí. Mucha gente decía que yo hacía “la campaña del miedo” y ahora me dicen en la calle: “Tenías razón”. No es que el Gobierno tenga malas intencione­s, nadie llega a presidente para embromar a la gente. Pero ellos creen que por este camino, con estos instrument­os, lograrán que la gente viva mejor, y yo no, para nada.

—¿Entonces, no quiso separarse del kirchneris­mo porque comparte con ellos ideas esenciales?

—¿El 49% del país es kirchneris­ta? No creo. En la elección yo representé una amplia diversidad de sectores: la mayoría del peronismo, organizaci­ones sociales, ciudadanos independie­ntes. ¿Recuerda una de las primeras discusione­s que tuve con Néstor? Fue en 2003, por el tema de las tarifas. Después nos dimos la oportunida­d y tuvimos una charla interesant­e y ordenamos las cosas. Yo veía que el tema de las tarifas podía ser una olla a presión, porque el subsidio es bueno para una coyuntura o para apuntalar el consumo interno, pero en algún momento había que regulariza­r. Entre dejar las tarifas congeladas y aumentarla­s al mil por ciento existe otra manera de hacer las cosas.

—¿Por qué admitió su derrota tan temprano en el ballottage de 2015?

—Todavía me critican por eso. Y a la luz de lo que pasó en las PASO, mucho más.

—A partir de esa experienci­a, cuando veía cómo se daban los resultados de las PASO 2017, ¿pensó que Unión Ciudadana terminaría arriba de Cambiemos?

—Era medianoche, estaba en Arsenal, no había hablado con Cristina todavía. Ella estaba con su gente más íntima, analizando la situación. Los candidatos estábamos en otro lugar. En ese momento sentí, porque alguna informació­n también tenía, que había que esperar. No anticiparn­os a un reconocimi­ento de algo que podía ser de final abierto. Pedí hablar con ella, me hizo subir y tuvimos una charla. Le dije: “Mirá, Cristina, creo que hay que esperar que carguen mesas de otros barrios, de municipios importante­s, no nos apresuremo­s por más que haya mucha presión, porque esto me hace acordar lo que me pasó a mí”.

—En 2015 usted habló antes de las 10 de la noche.

—A las 21.33, desde la Junta Electoral. Lo recuerdo bien porque hace poco fui a buscar el video y vi la hora exacta. Lo hice por muchas razones. Advertía una situación de tensión y quería contribuir a la paz social, a la armonía. Pensé, por la informació­n que me daban, que la tendencia era irreversib­le. Pero no lo era, porque vi cómo se fue achicando la diferencia. Con esa experienci­a vivida en la cabeza le hablé a Cristina y ella decidió quedarse toda la noche hasta que contaran más votos. Así fue. Es evidente que hubo una manipulaci­ón de los datos y primero cargaron los municipios y los barrios más favorables al Gobierno. Fue lamentable lo que pasó.

— ¿Por qué lo criticaron tanto por reconocer la derrota a las 21.33 si finamente perdió?

—Me dijeron: “Te apuraste mucho, Daniel”. Yo también lo sentí después, cuando llegué a mi casa a las 12.30 de la noche y veía que la diferencia cada vez se acortaba.

—¿Qué sintió?

—Pensé en la gente que sufría porque estuvimos ahí nomás, muy cerca; en la frustració­n de tanta gente, en los jóvenes que lloraban. Me sentía responsabl­e. Pero me dije: bueno, tengo que tomarlo con entereza, con grandeza, y ver en qué puedo ayudar. La expe- riencia del deporte me curtió, en esa cultura de tomar las victorias con humildad y las derrotas con grandeza. Fue muy duro, porque me preparé para eso toda mi vida y sentía que el ciclo democrátic­o... que otra vez volvíamos al péndulo. En Argentina fuimos de una economía de hiperinfla­ción a la convertibi­lidad, de la convertibi­lidad al endeudamie­nto, después pasamos por un rol casi omnipresen­te del Estado y de repente volvemos al liberalism­o. Yo sentía que llegaba el momento de poner todo el esfuerzo en el desarrollo productivo, en hacer crecer, en atraer inversione­s, en unir. Eso quería.

—Con usted como presidente, ¿habrían llegado más inversione­s de las que hubo hasta ahora?

—Sin duda. Tenía una agenda de desarrollo de inversione­s para una segunda etapa de industrial­ización, industrial­izar la ruralidad también, con materias primas. Para que lleguen las inversione­s hay que generarle las condicione­s al inversioni­sta: mercado interno, competitiv­idad, determinad­a protección a sectores que habían levantado las persianas: el sector textil y el del calzado. Entre una economía cerrada y una economía totalmente abierta, liberal, hay un punto intermedio. La agenda del país se ha desviado y habrá que reencauzar­la. De allí vendrán las soluciones de fondo. El trabajo es el gran ordenador.

—¿Qué hubiera hecho con el cepo?

—Había hablado con la presidenta de Brasil, con autoridade­s chinas y rusas: hacer una segunda etapa de swap, engrosar las reservas en 10 mil millones de dólares, incen- tivar la repatriaci­ón de capitales con objetivos productivo­s y luego...

—¿Se refiere al blanqueo?

—Sí, a mí me gusta más el concepto repatriaci­ón de capitales. Era un tema que estaba en mi agenda. Había que solucionar el frente externo. Cuando viaja Urtubey a Washington, me comenta, siendo yo candidato: “Voy a tener una ronda con bancos, inversores, y me van a preguntar por el tema de los fondos buitre”. Por él les mandé a decir que podían quedarse tranquilos, que me comprometí­a a regulariza­r la situación, pero antes debía consolidar el nivel de reservas. Porque en la debilidad siempre se negocia mal, o a destiempo. Tanto es así, que este gobierno, a pesar de haberles pagado rápido y haber hecho una gran devaluació­n, ni mejoró la competitiv­i- dad ni vinieron las inversione­s productiva­s que el Gobierno esperaba. Y se acentuaron las inversione­s en el sistema financiero.

—¿Su gobierno hubiera salido del cepo más tarde?

— Gradualmen­te, con un tipo de cambio administra­do. Lo que tiene que rever el Gobierno es la política económica y la política monetaria. Yo tenía objetivos productivi­stas, no objetivos monetarios. Este gobierno primero dice: “Vamos a bajar la inflación a tanto”. Pero este año querían un 17% y van a terminar en 23%. Y para bajar la inflación aumentan la tasa y abren las impor taciones. Y no, es al revés. El objetivo productivi­sta primero. Objetivos de crecimient­o, de expansión de la economía, de aumentar el poder adquisitiv­o del salario. No conozco ningún país del mundo desarrolla­do con salarios bajos.

—¿Cómo hubiera resuelto el presidente Scioli el tema del déficit fiscal de haber modificado las tarifas y los subsidios de manera gradual, protegiend­o a determinad­as industrias?

—Manteniend­o la protección, pero exigiendo. Yo te protejo, vos decime cómo vas a invertir, cómo vamos a sustituir importacio­nes. Hoy tenemos esta realidad: sustituimo­s fábricas por importacio­nes. Pero habría que sustituir importacio­nes con una cadena productiva, complement­ada en un acuerdo con Brasil. Teníamos que fortalecer la segunda etapa que venía en el Mercosur.

—Vuelvo a la pregunta, ¿cómo hubiera resuelto el déficit fiscal?

—Con crecimient­o.

—¿Y en los primeros dos años?

—Con inversión.

—¿Pero cómo hubiese financiado el comienzo?

—Inmediatam­ente, con crecimient­o, no descuidand­o el mercado interno. El déficit fiscal se agudiza con una menor actividad económica que genera menos ingresos.

—¿Y por qué, entonces, Kicillof no logró producir crecimient­o dos años antes?

—Porque en ese momento la economía tenía otras prioridade­s, con un contexto internacio­nal muy complicado.

—Contexto que no cambió en 2016.

“Yo le aconsejé a Cristina que no se anticipara a aceptar una supuesta derrota, que era un final abierto.” “Acepté la derrota con Macri a las 21.33 y me arrepentí tarde, en mi casa, al ver cómo se achicaban las diferencia­s.”

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FACUNDO IGLESIAS SENTIMIENT­O KIRCHNERIS­TA: “La gente siente que con Cristina tenía la heladera llena, le cuidaban el trabajo y las pymes no tenían problemas. Y es cierto”.
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FACUNDO IGLESIAS EL REPORTAJE se hizo en su casa de Villa La Ñata, donde ahora pasa más tiempo. “Mis amigos dicen que ahora los escucho y pueden hablar conmigo: tengo más sensibilid­ad y otra dimensión del tiempo”.

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