Inteligencia emocional en quienes deciden (II): Cristina Kirchner y Scioli
Cristina, con su pasado y este presente y futuro minimizados, con sus extravíos y sus lógicas. Extravíos que comparten con la sociedad en la grieta que eleva a Cristina y hunde a Scioli.
Recientemente, Alain Rouquié, el académico francés especialista en Latinoamérica que acaba de publicar en Argentina El siglo de Perón, explicó la longevidad del peronismo en contraposición con los otros populismos latinoamericanos del siglo XX que se extinguieron, como el caso de Getulio Vargas en Brasil, a causa del antiperonismo, porque en Brasil nunca perduró un antivarguismo mientras que en Argentina quienes mantuvieron vivo al peronismo fueron sus opositores.
El domingo pasado, Rodolfo Terragno publicó en Clarín la columna titulada “No ayudar al adversario”, donde seguía la misma línea de pensamiento de Alain Rouquié. “El ataque obsesivo y generalizado a un personaje lo mantiene en el centro de la escena, impide su desgaste, no deja a nadie indiferente y galvaniza a los sectores que lo apoyan. Esa es la lección que jamás aprendió el antiperonismo. (...) quienes pretendieron destruirlo construyeron su gloria (...) No hay otro Perón, pero el antiperonismo ha ido alimentando sustitutos”.
Para Alain Rouquié, Cristina Kirchner comparte con Perón los t re s elementos que lo hicieron perenne: 1º) la creación de un anti, 2º) la generación de un Estado de bienestar, 3º) representar la cultura nacional (rebelde).
En el reportaje con Novaresio se percibió el deseo de Cristina de controlar esa rebeldía y hasta criticó su carácter utilizando la palabra de sus opositores: “crispada”, mientras que esos esfuerzos por reprimir su naturaleza no impedían que brotara a cada instante. Pero si Rouquié y Terragno tuvieran razón, se equivocaría Cristina Kirchner al creer que su problema con la sociedad fueron “sus formas”. El odio que despiertan sus modales y asertividad habría contribuido a que casi sin campaña ganase, aunque fuera por décimas, las PASO bonaerenses contra un oficialismo que triunfó casi en todos los demás distritos. No se le puede negar a Cristina Kirchner inteligencia ni que parte de sus argumentos son racionales, pero es en el campo de la inteligencia emocional donde desbarranca. Lo mismo Scioli. Son casos exacerbados pero, como tales, ejemplos didácticos para todo aquel a quien le toca gobernar sobre cómo gente inteligente toma decisiones tontas, afectada por sus emociones: en el caso de Macri y Patricia Bullrich citado en esta columna anterior, por la fobia del Presidente a los secuestros y desapariciones. En el caso de Cristina Kirchner, el pacto con Irán o las dos veces que no supo conducir a su favor el ego de Randazzo son apenas algunas muestras de la importancia que tiene la inteligencia emocional en la carrera de un político; en el de Scioli, los repetidos accidentes en su vida personal. Y el éxito político que tuvieron Cristina Kirchner y Scioli en sus épocas de gloria refleja también una sociedad que había exacerbado su excentricidad por
Dos caras de la misma moneda: querer pelear con todos o conciliar con todos. Otredad disfuncional
el estrés postraumático de la crisis de 2002.
También Cristina Kirchner y Scioli, junto con Randazzo, Massa y los gobernadores peronistas, son un ejemplo del big bang y big crunch del peronismo actual. Quizás estemos llegando al fin del “siglo de Perón” y el libro de Alain Rouquié termine siendo el epitafio de una época y el posible renacimiento de su espíritu por otros medios. Paulo Dybala - Luis Novaresio