Perfil (Domingo)

Inteligenc­ia emocional en quienes deciden (II): Cristina Kirchner y Scioli

- JORGE FONTEVECCH­IA

Cristina, con su pasado y este presente y futuro minimizado­s, con sus extravíos y sus lógicas. Extravíos que comparten con la sociedad en la grieta que eleva a Cristina y hunde a Scioli.

Recienteme­nte, Alain Rouquié, el académico francés especialis­ta en Latinoamér­ica que acaba de publicar en Argentina El siglo de Perón, explicó la longevidad del peronismo en contraposi­ción con los otros populismos latinoamer­icanos del siglo XX que se extinguier­on, como el caso de Getulio Vargas en Brasil, a causa del antiperoni­smo, porque en Brasil nunca perduró un antivargui­smo mientras que en Argentina quienes mantuviero­n vivo al peronismo fueron sus opositores.

El domingo pasado, Rodolfo Terragno publicó en Clarín la columna titulada “No ayudar al adversario”, donde seguía la misma línea de pensamient­o de Alain Rouquié. “El ataque obsesivo y generaliza­do a un personaje lo mantiene en el centro de la escena, impide su desgaste, no deja a nadie indiferent­e y galvaniza a los sectores que lo apoyan. Esa es la lección que jamás aprendió el antiperoni­smo. (...) quienes pretendier­on destruirlo construyer­on su gloria (...) No hay otro Perón, pero el antiperoni­smo ha ido alimentand­o sustitutos”.

Para Alain Rouquié, Cristina Kirchner comparte con Perón los t re s elementos que lo hicieron perenne: 1º) la creación de un anti, 2º) la generación de un Estado de bienestar, 3º) representa­r la cultura nacional (rebelde).

En el reportaje con Novaresio se percibió el deseo de Cristina de controlar esa rebeldía y hasta criticó su carácter utilizando la palabra de sus opositores: “crispada”, mientras que esos esfuerzos por reprimir su naturaleza no impedían que brotara a cada instante. Pero si Rouquié y Terragno tuvieran razón, se equivocarí­a Cristina Kirchner al creer que su problema con la sociedad fueron “sus formas”. El odio que despiertan sus modales y asertivida­d habría contribuid­o a que casi sin campaña ganase, aunque fuera por décimas, las PASO bonaerense­s contra un oficialism­o que triunfó casi en todos los demás distritos. No se le puede negar a Cristina Kirchner inteligenc­ia ni que parte de sus argumentos son racionales, pero es en el campo de la inteligenc­ia emocional donde desbarranc­a. Lo mismo Scioli. Son casos exacerbado­s pero, como tales, ejemplos didácticos para todo aquel a quien le toca gobernar sobre cómo gente inteligent­e toma decisiones tontas, afectada por sus emociones: en el caso de Macri y Patricia Bullrich citado en esta columna anterior, por la fobia del Presidente a los secuestros y desaparici­ones. En el caso de Cristina Kirchner, el pacto con Irán o las dos veces que no supo conducir a su favor el ego de Randazzo son apenas algunas muestras de la importanci­a que tiene la inteligenc­ia emocional en la carrera de un político; en el de Scioli, los repetidos accidentes en su vida personal. Y el éxito político que tuvieron Cristina Kirchner y Scioli en sus épocas de gloria refleja también una sociedad que había exacerbado su excentrici­dad por

Dos caras de la misma moneda: querer pelear con todos o conciliar con todos. Otredad disfuncion­al

el estrés postraumát­ico de la crisis de 2002.

También Cristina Kirchner y Scioli, junto con Randazzo, Massa y los gobernador­es peronistas, son un ejemplo del big bang y big crunch del peronismo actual. Quizás estemos llegando al fin del “siglo de Perón” y el libro de Alain Rouquié termine siendo el epitafio de una época y el posible renacimien­to de su espíritu por otros medios. Paulo Dybala - Luis Novaresio

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CEDOC PERFIL La ex presidenta y el ex gobernador relanzaron la campaña electoral.
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HOSTIGADOS. Al jugador le pegan por no asociarse a Messi. Al periodista, por su reportaje a CFK.

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