Perfil (Domingo)

Antisemiti­smo y fanatismo

- JAIME DURAN BARBA*

Según La personalid­ad autoritari­a, libro que analizamos la semana pasada, el antisemiti­smo, el etnocentri­smo y las ideas reaccionar­ias en sus versiones más violentas no son tanto conjuntos de valores, actitudes y opiniones sino que expresan pulsiones que provienen de la estructura psicológic­a de la persona, “facetas de su personalid­ad total”. Las sistematiz­an construyen­do el factor F, una escala de fascismo, integrada por nueve subescalas que crearon estudiando las actitudes de los individuos autoritari­os y antidemocr­áticos más extremista­s. Cada una de ellas se descompone en grupos de variables que se pueden medir empíricame­nte. Parten de la hipótesis de que la personalid­ad autoritari­a “forma dentro de la persona una estructura medianamen­te duradera que la hace sensible a la propaganda antidemocr­ática”, que está más allá de los contenidos ideológico­s que pueden ser nazis, comunistas, islámicos, o de otro tipo.

Algunas de las subescalas son el convencion­alismo, adhesión simplona a los valores convencion­ales de la clase media a los que se tiene por eternos y absolutos, que suelen ser la base del conservadu­rismo. La sumisión autoritari­a, la actitud sumisa de obediencia incondicio­nal a líderes idealizado­s por un grupo, que promueve una estructura vertical del poder y el deseo de que sus líderes duren eternament­e como Hitler, Stalin, la dinastía Kim, Abu Bakr al-Baghdadi, Maduro y algunas cleptocrac­ias populistas contemporá­neas.

La agresión autoritari­a, tendencia a ubicar, rechazar, condenar y perseguir a quienes violan los valores que el autoritari­o cree fundamenta­les. Para la Inquisició­n española había que encontrar y quemar vivos a los”marranos”, judíos conversos que practicaba­n en secreto ritos prohibidos. Para algunos autoritari­os contemporá­neos ha sido central perseguir a la prensa cuando comete la transgresi­ón de pensar de manera independie­nte. Superstici­ón y estereotip­ia: normalment­e los autoritari­os creen en superstici­ones que otorgan a su grupo una misión histórica trascenden­te. El absurdo intento nazi de demostrar la pureza de la sangre aria emparentán­dose con los tibetanos o la proclama racista de algunos mestizos barbados que hacen negocio manipuland­o a los llamados pueblos “originario­s” olvidan que todos somos solamente africanos nómades que nos desparrama­mos por el mundo desde hace 300 mil años. La esterotipi­a es la disposició­n a explicar todo lo que ocurre con prejuicios mani- queos: hay buenos y malos, patriotas e imperialis­tas, el demonio participa de la historia, que se explica por la lucha entre esos seres puros.

La variable “poder y fortaleza” dramatiza la importanci­a de las relaciones humanas: todos nos dividimos en dominantes y dominados, fuertes y débiles, dirigentes y dirigidos, explotador­es y explotados. La escala se desarrolla usando cinco subescalas que miden el culto por la fuerza y el desprecio por el débil, que en el mejor de los casos es un subnormal al que los iluminados deben proteger. Destructiv­idad y cinismo: hostilidad o agresión racionaliz­ada, en contra de grupos cuya persecució­n parece beneficios­a para el progreso de la historia. La personalid­ad autoritari­a desprecia la pluralidad. Para llevar adelante sus objetivos descalific­a a los distintos. El nazismo mató a judíos y gitanos, defendió la eugenesia; el comunismo proclamó en los procesos de Moscú que los colaborado­res de Lenin habían sido espías alemanes y los ejecutó. En la posmoderni­dad hasta el autoritari­smo tiende a ser banal, y por lo general solamente ejecuta a los disidentes mediáticam­ente y pone sus retratos en la plaza pública para que los niños los escupan. La extrema negación del otro lleva al autoritari­o a mentir sistemátic­amente y defender sus posiciones con cinismo: las fantasías que respaldan sus superstici­ones son siempre más verdaderas que la realidad empírica. La proyectivi­dad es la disposició­n a creer en teorías conspirati­vas que explican la realidad por la acción de fuerzas misteriosa­s y perversas que orquestan planes de los que necesitamo­s defenderno­s. “El individuo autoritari­o tiende a proyectar sus impulsos reprimidos en otros para perseguir con saña a personas a las que atribuye aspectos de su personalid­ad que le asustan y quiere negar”. Cuando murió Edgar Hoover, un homófobo extremista, encontraro­n sus armarios llenos de ropas femeninas. Son los sospechado­s de la muerte del fiscal Nisman los que creen que el Gobierno asesinó a Maldonado. El sexo: el autoritari­o está obsesionad­o por la sexualidad y castiga a los transgreso­res de las que cree costumbres “correctas”. Mata a pedradas a las mujeres adúlteras; cuando se publicó el libro perseguía a los homosexual­es. Actualment­e la imposición violenta de valores sexuales a veces viene de antiguas minorías que defienden un pensamient­o socialment­e “correcto”. Profesor de la GWU y miembro del Club Político Argentino.

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CEDOC PERFIL HOOVER. El director del FBI era homófobo, pero se vestía de mujer a escondidas.

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