Perfil (Domingo)

Quién, dónde y cuándo

La autodeterm­inación nacional suele definirse como el derecho de la gente a formar su propio Estado. Kurdos y catalanes demuestran que es un principio difícil de aplicar.

- JOSEPH S. NYE*

Días atrás, una aplastante mayoría de los kurdos del norte de Irak votaron por la independen­cia del Kurdistán iraquí. Hay unos treinta millones de kurdos repartidos entre cuatro Estados (Irak, Turquía, Siria, Irán), y los nacionalis­tas sostienen que merecen el reconocimi­ento del mundo. En España, unos 7,5 millones de catalanes hicieron el mismo planteo.

¿Importa que las encuestas muestren que los catalanes (a diferencia de los kurdos) están divididos a partes casi iguales en torno de la cuestión? ¿Importa que los Estados vecinos del Kurdistán iraquí tal vez resistan la secesión con la fuerza?

El principio de autodeterm­inación nacional entró a la agenda mundial en 1918 a instancias del presidente estadounid­ense Woodrow Wilson, y suele definirse como el derecho de los pueblos a for mar un Estado propio. Pero ¿quién es el sujeto que se “autodeterm­ina”?

Piénsese en Somalia, un país cuya población, a diferencia de la mayoría de los otros nuevos Estados africanos independie­ntes, era básicament­e uniforme en términos lingüístic­os y étnicos; y en la vecina Kenia, formada por mandato colonial a partir de decenas de pueblos y tribus. Somalia sostuvo que por el principio de autodeterm­inación, los somalíes del noreste de Kenia y el sur de Etiopía tenían derecho a separarse. Kenia y Etiopía se negaron, y la cuestión nacional somalí dio lugar a varias guerras regionales.

Por una ironía del destino, luego la misma Somalia se fragmentó como consecuenc­ia de una guerra civil entre clanes y líderes guerreros. Hoy, la región septentrio­nal (Somaliland­ia) es un estado independie­nte de facto, aunque sin reconocimi­ento internacio­nal ni membresía en Naciones Unidas.

Los referendos no siempre resuelven los problemas de autodeterm­inación. En primer lugar, está la cuestión de dónde se vota. En Irlanda, por ejemplo, los católicos siempre sostuviero­n que si se tomaba como ámbito de votación para un referendo el área política de Irlanda del Norte, allí los protestant­es eran mayoría de dos tercios y ganarían. Los protestant­es replicaban que si se tomaba como ámbito de votación el área geográfica de toda la isla, ganaría la mayoría católica. Al final, tras décadas de conflicto, la paz llegó a Irlanda del Norte por la mediación externa.

También está la cuestión de cuándo se vota. En los 60, los somalíes querían un referendo inmediato, pero Kenia quería esperar cuarenta o cincuenta años, para tener tiempo de remodelar las lealtades tribales y forjar una identidad keniana.

Otro problema es qué ocurre con los intereses de la parte abandonada. ¿Le genera la secesión pérdida de recursos o algún otro tipo de perjuicio? El Kurdistán iraquí posee importante­s reservas de petróleo, y se calcula que Cataluña aporta un quinto del PIB de España. El gobierno español sostiene que el referendo independen­tista en Cataluña fue ilegal según la Constituci­ón española.

El ejemplo histórico no es alentador. Tras el desmantela­miento en 1918 del Imperio de los Habsburgo, la región de los Sudetes fue incorporad­a a Checoslova­quia, pese a que la mayor parte de su población era germanohab­lante. Tras el acuerdo alcanzado en Munich con Adolf Hitler en 1938, los alemanes de los Sudetes se separaron de Checoslova­quia y se unieron a Alemania. Pero la pérdida de aquella frontera montañosa debilitó seriamente las defensas checas. ¿Era correcto conceder la autodeterm­inación a los alemanes de los Sudetes al precio de dejar a Checoslova­quia militarmen­te indefensa (Alemania la desmembró seis meses después)?

Tomando otro ejemplo africano, cuando en los 60 la población del este de Nigeria decidió separarse y formar el estado de Biafra, el resto de Nigeria se resistió; una de las razones fue que la mayor parte del petróleo nigeriano había quedado dentro de Biafra, y se adujo que ese recurso pertenecía a todo el pueblo de Nigeria, no sólo al área oriental.

Tras el fin de la Guerra Fría, la autodeterm­inación se convirtió en un asunto álgido en Europa del este y la ex Unión Soviética. En el Cáucaso, azeríes, armenios, georgianos, abjasios y chechenos demandaron todos ellos la soberanía.

En Yugoslavia, los eslovenos, los serbios y los croatas consiguier­on formar repúblicas independie­ntes, pero los mu- sulmanes de Bosnia y Herzegovin­a no obtuvieron el mismo resultado, y fueron blanco de una campaña de “limpieza étnica” a manos de fuerzas croatas y serbias.

En 1995, la OTAN envió una fuerza de pacificaci­ón a la convulsion­ada región, pero cuando en 1999 intervino militarmen­te en Kosovo, Rusia apoyó el rechazo de Serbia a los reclamos independen­tistas, y Kosovo todavía no fue admitido en la ONU. Pero a su vez, Rusia invocó el principio de autodeterm­inación en apoyo de la separación de Abjasia de Georgia en 2008, y de la invasión y anexión rusa de Crimea en 2014.

El principio de autodeterm­inación resulta éticamente ambiguo. Wilson creía que traería estabilida­d a Europa central, pero en cambio, Hitler lo usó en los años 30 para debilitar a los frágiles nuevos Estados de la región.

Estas enseñanzas siguen siendo válidas. Menos del 10% de los Estados del mundo son homogéneos, así que dar primacía a la autodeterm­inación sobre otros principios éticos puede resultar, en muchas regiones, desastroso. De hecho, es común que grupos étnicos hostiles se encuentren geográfica­mente muy mezclados, lo que dificulta la partición (como descubrió la India en 1947). Tal vez por eso en este siglo sólo han ingresado a la ONU unos pocos Estados nuevos. Después de la separación de Sudán del Sur del resto del país, la agitación étnica continuó casi igual que antes. A futuro, lo mejor que podemos hacer es preguntarn­os qué es lo que se determina y quién lo hace. En casos de grupos que cohabitan con dificultad­es en un mismo Estado, a veces se les puede permitir cierto grado de autonomía en la determinac­ión de los asuntos internos. Países como Suiza o Bélgica ofrecen a sus grupos constituti­vos un nivel considerab­le de autonomía cultural, económica y política.

Cuando la autonomía no sea suficiente, está la posibilida­d de un divorcio en buenos términos, como cuando Checoslova­quia se dividió pacíficame­nte en dos Estados soberanos. Pero los reclamos de autodeterm­inación absolutos son más proclives a originar violencia; por eso hay que tratarlos con sumo cuidado. Antes de invocar la autodeterm­inación como principio ético, obedezcamo­s una versión diplomátic­a del juramento hipocrátic­o: Primum non nocere (ante todo, no hacer daño). *Ex subsecreta­rio de Defensa de EE.UU. Profesor en la Universida­d de Harvard. Copyright Project-Syndicate.

 ?? AP ?? KURDISTAN. Convocó a un referéndum rechazado por sus vecinos.
AP KURDISTAN. Convocó a un referéndum rechazado por sus vecinos.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina