Perfil (Domingo)

Temor PRO a la aplanadora Lilita

- GUSTAVO GONZáLEZ

Ahora que todas las encuestas en la Ciudad de Buenos Aires le atribuyen a Carrió un arrasador triunfo con más del 50% de los votos, en el macrismo empiezan los dilemas sobre el futuro de un vínculo exitoso, pero complejo. Si bien se acepta allí que la relación amorosa entre Lilita Carrió y ella misma constituye una de las más bellas historias de amor de la política argentina, el temor es cómo puede verse afectado el narcisismo individual­ista que se le atribuye cuando se confirme semejante espaldaraz­o electoral, en especial en su relación con el Gobierno.

El sentimient­o es ambivalent­e. Celebran por anticipado un triunfo contundent­e en la casa matriz del PRO y temen a cuenta de lo que pueda pasar.

Esta semana se recordaba entre los socios fundadores que en las PASO de hace dos años, al frente de su Coalición Cívica, Carrió había obtenido el 2% de votos a nivel nacional: “Si con ese resultado se convirtió en el árbitro del gobierno y de la Nación, no nos queremos imaginar lo que será con más de la mitad de los votos de la Ciudad”.

Dos observacio­nes: Carrió ya era árbitro antes de obtener ese 2% y puede ser que no quieran imaginar el futuro, pero lo están haciendo.

Los carrioísta­s dicen que sus socios no tienen de qué preocupars­e, pero cuando se los escucha regodearse con el crecimient­o electoral de su espacio y la cantidad de legislador­es que obtendrán, se los nota exultantes. No es soberbia, es conciencia de más poder. El carrioísmo social. La dirigente es uno de los fenómenos políticos más interesant­es en décadas. Se ganó el respeto de un sector importante de la sociedad a partir de sus denuncias contra la corrupción. A veces, en línea con las corrientes políticame­nte correctas de la época, como ahora. Otras, en contra de la opinión generaliza­da, como durante la primera parte del kirchneris­mo.

Llegó a salir segunda en una elección presidenci­al, compitiend­o contra Cristina Kirchner, pero en general es la candidata ideal para quienes buscan un francotira­dor en el Congreso y en los medios. Ese es su fuerte, junto a su capacidad de actuar la política. En eso se parece a la ex presidenta: mezcla dotes actorales con políticas, y mantienen con las cámaras un vínculo de mutua seducción.

Su discurso no está guiado por algún programa de gobierno claro o una línea económica más o menos heterodoxa. Sus palabras claves son “República” y “corrupción”. La primera cómo símbolo de un sistema de valores democrátic­os; la segunda, como su amenaza permanente.

Ese es su universo político. Si fuera una experta en marketing, diría que es lo que sus consumidor­es piden. Para temas macro o cuestiones económicas o sociales, hay otros actores.

Su público es prioritari­amente clase media (ella es explícita en cuanto a la reivindica­ción de ese sector), sobre todo de las grandes ciudades y, en especial, la porteña. Personas que tienen las necesidade­s básicas satisfecha­s, cierto nivel educativo y cultural y aspiracion­es de progreso social y económico, liberales en sentido amplio.

Cuando la escuchan gritar contra funcionari­os corruptos, empresario­s coimeros y jueces chantas, se escuchan a ellos mismos protestar por esos motivos en el club, en un consultori­o o en el supermerca­do. Sus fanáticos no hicieron una investigac­ión propia para saber si todo lo que dice es cierto, ni necesitan leer las notas completas de los diarios, les alcanza con que ella lo afirme. Confían. Saben que a Carrió no la van a filmar con un bolso de dólares y, de última, tampoco importa tanto si algunos de los que acusa son inocentes: si fueron funcionari­os kirchneris­tas, seguro que algo habrán hecho.

Son argentinos que ansían vivir en un país con normas, aunque a veces a los propios argentinos nos cueste respetarla­s. En la crónica del debate entre Carrió y los candidatos porteños que publicó Clarín, se nota que también ella tiene esa dificultad. Pese a la prohibició­n, fumó en los cortes. Cuando le detallaron las normas del debate, dijo: “No entiendo nada”, y de hecho se la pasó preguntand­o qué tenía que hacer y le costó ajustarse a los tiempos establecid­os. En un corte, se le acercó un asesor. Ella le respondió: “Andate lejos para que no me confundas”. En otro corte, propuso que Rodríguez Larreta se depilara los brazos.

Es difícil que esos sectores sociales encuentren un espejo que los refleje mejor. Tan difícil como para sectores del otro lado de la grieta, hallar un espejo mejor que el de Cristina. No son los líderes los que tienen los votantes que se merecen. Es al revés. Y es más que una representa­ción política en la que un sector le pide a su líder que haga lo que ellos quieren. Es la representa­ción sociológic­a de la que hablaba Sartori, en la que se le exige al líder que directamen­te sea ellos, que los refleje con la mayor exactitud posible. Preocupaci­ones PRO. Las básicas son tres: cuánto poder reclamará dentro del Gobierno para los suyos, a quién más pondrá en su lista negra y cómo mantener el equilibrio interno sin que nada explote, por lo menos hasta 2019.

Esta semana, por ejemplo, salió a dudar de la verdadera vocación del Gobierno de ir en contra de las mafias sindicales: “Cuando vea a Moyano preso, te cuento”. Ella es así. En el verano, un alto funcionari­o le insinuó una leve queja de parte del Presidente (en forma de reflexión sobre la convenienc­ia de moderar su embestida contra un amigo presidenci­al). Le mandó decir que se quedara tranquilo: “Esas críticas me dan crédito para defenderlo en las causas importante­s”. Fue antes de que la Justicia despegara a Macri del escándalo de los Panamá Papers.

El macrismo supo desde el primer momento que su alianza con Carrió era prometedor­a y cuidó que esas promesas no se hicieran realidad.

A un asesor presidenci­al, que no es funcionari­o pero sí de máxima confianza, le fue encomendad­a la misión de hacerle de “coach emocional”, contenerla y ser el principal enlace entre ella y Macri. Su informació­n es clave para tantear los futuros pasos de la principal socia oficial. El problema con ella es que todo futuro parece impredecib­le. Este fue un diálogo de los primeros meses de gestión: Macri: ¿Qué dice Lilita sobre esto? Coach: Dice que no hay problemas, que va a apoyar nuestra propuesta. Macri: Qué bueno. ¿Y va a salir a hablar? Coach: Dice que sí. Macri: Entonces quiere decir que nos podemos quedar tranquilos.

Coach: No, quiere decir que va a hacer lo que quiera.

La relación entre terapeuta y paciente empezó por mandato político y terminó en genuina amistad (ella hoy se ríe y sostiene que siempre tuvo claro que se lo plantaron para contenerla), pero un año después de iniciar su tarea, el asesor pidió ayuda, dijo que era demasiado para un solo hombre. Desde entonces se reparten la tarea con un ministro de histórico buen diálogo con ella. Carrió vs. el demonio. Antes de la campaña, todo estuvo a punto de sucumbir cuando supo que la corrían de la Provincia para competir en la Capital Federal. Se sintió dolorida con su amiga Vidal, pero pronto entendió que el veto no venía de ella sino de Jaime Duran Barba, a quien llama “el demonio”. En el Gobierno hoy celebran haberlo hecho. La tesis PRO es que en la Provincia Carrió hubiera entrado en competenci­a con Vidal y hubiera habido un choque de temperamen­tos. Según ellos, la competenci­a con Cristina era tan difícil que requería un seguimient­o estricto del método duranbarbi­sta, y Carrió no lo hubiera permitido. En cambio, en la Ciudad de Buenos Aires los comicios se presentaba­n menos complicado­s y no habría competenci­a con Rodríguez Larreta. Los errores que se le atribuyen internamen­te en esta campaña (en especial decir que Maldonado podría estar escondido en Chile) “en la Provincia hubieran sido letales”.

Carrió aceptó el pase y no se arrepiente. Sólo exigió no tener que cruzarse con “el demonio”. También allí hubo que colocar a un intermedia­rio entre ambos, otro experto ecuatorian­o.

Cerca del jefe de Gobierno no dicen que hubo errores de campaña que la gestión Larreta salvó, como opinan otros en el Gobierno: “Ella actuó con generosida­d, recorriend­o tanto la Ciudad como las provincias. Contra lo que muchos suponían, no hubo ningún problema con Horacio, se llevan muy bien e hicieron una gran campaña juntos”.

Quizá la clave de esa exitosa relación la aporte Oscar Wilde: “Un hombre puede ser feliz con una mujer siempre que no la ame”.

El PRO celebra por anticipado su triunfo porteño, pero teme qué pedirá a cambio “Si con el 2% de 2015 era nuestro árbitro, con el 50% no nos queremos imaginar.”

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CEDOC PERFIL DEBATE. Sus adversario­s PRO dicen que fue desprolija, pero que la salva la gestión Larreta.
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