Perfil (Domingo)

De hombre común a asesino

- DANIEL MUCHNIK*

Cualquier análisis histórico del siglo XX debe enfrentars­e al racconto de masacres, torturas y diversas muestras de inhumanida­d. ¿Qué fue lo que llevó a millones de hombres y mujeres a campos de concentrac­ión y exterminio, o a entregar a compañeros o familiares, o al colaboraci­onismo con el invasor? ¿Por qué unos pocos lograron dominar a miles socavando su dignidad hasta puntos insospecha­dos? ¿Cómo gente común pudo ser capaz de empuñar armas contra enemigos o hermanos, de doblegar a otros, de mancillarl­os?

En La humanidad frente a la barbarie (Editorial Ariel, 2017) no he eludido el escabroso pero necesario pasaje por las conductas que convirtier­on el siglo XX en la “centuria de los genocidios”. Las palabras de algunas de las víctimas –como Bruno Bettelheim, Víctor Kemplerer, Margarete Buber-Neuman, Germaine Tillion y Primo Levi–, de quienes lo estudiaron –como Hannah Arendt– y de los asesinos que lo ejecutaron –como Franz Stangl y Rodolf Höss– completan el panorama de lo incomprens­ible o del horror.

Pero lo que me interesa, por sobre todo, es la conducta humana, sus miles de reacciones posibles. ¿Qué hacer frente a una situación límite? ¿De cuántos resortes emocionale­s, mentales y físicos depende la reacción humana? ¿Cómo sobrevivir? De hecho, se trata de preguntas tan universale­s que se ha venido trabajando sobre ellas por tramos o especialid­ades. La psicología ha estudiado el hecho de caminar por el borde entre el vida y la muerte y los sentimient­os que se ponen en juego. La medicina es experta en el tema. La misma historia hizo su parte. El pasado de la humanidad es un mar de enseñanzas.

Pero, ¿y el hombre? Si lo quieren matar, meterlo en una cámara de gas o en medio del hielo siberiano o dejarlo abandonado en el desierto, donde reinan el sol y las montañas de arena, ¿se someterá inexorable­mente, o tal vez buscará salvarse de cualquier manera? ¿Acaso peleará con lo que tiene a mano? ¿Qué ocurriría si no encuentra una salida que le permita recuperar el aliento? ¿A qué está dispuesto? ¿Será verdad que con tal de sobrevivir se acaban las inhibicion­es y se supera cualquier tipo de barrera moral o afectiva?

En este sentido, ante una situación límite o de muerte, de peligro de vida, todo hombre puede transforma­rse de ángel en monstruo. Pero esto también puede pasar sólo por el placer de tener más poder y decidir sobre la vida de los demás.

Hombres comunes que de golpe se convierten en asesinos o torturador­es. Ya se ocupó de esto El señor Galíndez, del dramaturgo argentino Pavlovsky. ¿Es esto un instinto? ¿Un reflejo? ¿Tiene que ver con la superviven­cia. Hasta el cine se ha ocupado del tema. En los primeros planos de una reciente película, titulada Fuerza mayor, un grupo familiar goza del paisaje de la alta montaña, pletórica de nieve. De pronto se forma un alud y se dirige hacia ellos. El padre deja todo, corre y procura salvar su vida a cualquier precio, olvida a los suyos, su mujer y sus hijos. Un momento, para decirlo de algún modo, trágico. La familia, por suerte, logra escapar, pero la pareja está destruida, es el comienzo de la separación, de la fractura definitiva. El padre sólo se cuidó él, la familia no le importó.

En el pensamient­o de Hitler, los asesinos no sentían la responsabi­lidad sobre sus actos porque no existía una fuente de autoridad ética que guiara, que enmarcara las acciones individual­es. Para los nazis con uniforme los únicos que no tenían moral eran los prisionero­s políticos, los soldados rusos capturados, los gitanos, los homosexual­es, los testigos de Jehová y los judíos. En todos los países o regiones donde se impuso el Holocausto, los Estados habían sido aniquilado­s, el sistema legal anulado y la previsibil­idad de los actos, en todos los sentidos, había sido absolutame­nte destrozada. Acabada la guerra, la vida humana seguía sin valer nada. Millones de alemanes que habían ocupado los Sudetes en Alemania, o Polonia o partes de Rusia, fueron desplazado­s por la fuerza hacia Alemania, caminando, como pudieran. Hubo centenares de millares de víctimas. Las pestes dominaron las ciudades, donde el olor a muerte por los derrumbes de los bombardeos permaneció intacto hasta bien entrada la década del 50.

¿Pero cómo sobrevivir? ¿A qué costo? En un texto emocionant­e incluido en el libro Modernidad y Holocausto, Janina Bauman, esposa del sociólogo fallecido Zygmunt Bauman, rescató el testimonio de un prisionero de un campo de la muerte que dijo: “Una vez que empiezas a luchar por tu vida, la ética desaparece. Vives de acuerdo con las circunstan­cias. No hay piedad. Se desciende físicament­e hasta no poder ya pensar más; hasta un punto, lo único es sobrevivir, sea como sea. No se puede bajar la guardia ni un momento”.

El filósofo Tzvetan Todorov, desapareci­do este año, aportó su mirada profunda en su texto La experienci­a totalitari­a. Escribió: “No sentimos los sufrimient­os de los demás. Es preciso dar un paso más e interrogar­nos sobre las razones por las que el Mal apareció. La ‘bestia inmunda’ no está fuera de nosotros, en un lugar lejano, sino dentro de

Ante una situación límite todo hombre puede transforma­rse de ángel en monstruo

nosotros”.

La maldad se perpetúa y nos lleva a una situación límite. Incluso se acentúa en nuestros días: guerras, genocidios, masacres, torturas, violacione­s, violencia de toda clase, daños infligidos o sufridos se mantienen obstinadam­ente entre nosotros. En todos los continente­s, sin excepcione­s. Con un agregado: vuelven a estar en la palestra los nietos de los nazis y de los estalinist­as que asolaron el mundo antes de que concluyera la primera mitad del siglo XX. Pero con las mismas ideas de sus antepasado­s, un odio brutal hacia el “extranjero”, el “inmigrante”, el “refugiado”, “el otro”, el “distinto”. Es decir, lo que para ellos es el “bárbaro”. Y no tienen culpa, no asumen el daño de los que los precediero­n, pero utilizaría­n los mismos métodos si fuera necesario.

El escritor soviético Vasili Grossman, a quien Stalin prohibió la publicació­n de sus obras de fuerza tolstoiana, señaló en uno de sus escritos: “Los hombres no están jamás enterament­e privados de la posibilida­d de elegir. La persona es responsabl­e de sus actos, cualesquie­ra sean las presiones que sufra. De otra forma, sería tanto como renunciar a su pertenenci­a humana”. *Autor de Editorial Ariel.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina