Seis mil millones de expertos
“Casi todo lo que nosotros no sabemos hacer, otros seres de este planeta lo resuelven, según parece, sin el menor esfuerzo. A algunos líquenes no les cuesta alcanzar los mil años de edad. Las bacterias solucionan el problema de la reproducción, tan arduo para mucha gente, de la manera más sencilla que quepa imaginar: se dividen y ya. Los pájaros navegan midiendo la posición del sol, la polarización de la luz y el campo magnético de la Tierra. Las mariposas disponen de un olfato envidiable. Nadie sabe cuántas especies existen; las estimaciones más recientes oscilan entre siete y once millones. La mayoría aún no ha sido descubierta, descrita ni clasificada, pero cada una está especializada de una forma que quita el aliento: de otro modo, ni siquiera habría sobrevivido. Se calcula que en la Tierra andan sueltas entre sesenta mil y cien mil especies distintas de icneumónidos. Algunos son hiperparásitos obligados, es decir, viven de invadir las larvas o crisálidas de otros icneumónidos, en los que depositan sus huevos y de los que se alimenta su cría. Las medusas se bastan sin cerebro. Las cianobacterias producen oxígeno y azúcar a partir de la luz solar, el dióxido de carbono y el agua e intercambian su acervo genético en función de sus necesidades.
Eso sí, el portador de esas facultades altamente desarrolladas es siempre la especie y no el individuo. La especialización obedece a un programa genéticamente establecido que sólo se modifica a largo plazo por variación y mutación. El icneumónido singular no tiene que aprender nada. Esto vale para todas las plantas y animales. Ni el amante de los caballos ni el amigo de los perros se complacen al oírlo. Mi alazán y mi afgano, dirán, son individuos sumamente inteligentes, sin punto de comparación con sus congéneres infradotados, ¡y menos aún con no sé qué medusas! Esa protesta suena bien, pero sólo significa que esas mascotas fueron criadas, educadas y amaestradas durante milenios. No han tenido más remedio que adaptarse al hombre. Así, el Canis lupus familiaris ha aprendido toda suerte de destrezas para convertirse, entre otros, en perro guardián, perro rastreador, perro pastor, perro lazarillo, perro faldero, de trineo o de pelea. Una modalidad de especialización completamente distinta se ha desarrollado entre los insectos eusociales. Podría hablarse en este caso de una forma sencilla de división del trabajo. Existe en cada grupo, al menos, una reina; las demás son trabajadoras; los machos o zánganos sólo se necesitan para la reproducción. Probablemente sea por esa organización funcional por lo que las hormigas son tan exitosas y ya nos superan en biomasa. Casi nadie duda de que nos sobrevivan. Sin embargo, no deberíamos subestimar al Homo sapiens. Ciertamente no es, como el icneumónido gigante, un especialista bien adaptado, pero sí un experto nacido de la necesidad, es decir, como ya dice la palabra latina, descubre experimentando. Y no lo hace porque la evolución lo haya programado así como ser genérico, sino por su propia cuenta y riesgo. No puede evitar aprender, proceso éste que en él se desarrolla más rápido que la evolución, pues la evolución no conoce las prisas.” Fragmento de Panóptico, de Hans Magnus Enzensberger (Malpaso).