Perfil (Domingo)

Detrás del dolor

Los primeros datos de la autopsia bajaron algo la tensión. En busca de la verdad.

-

“Consternac­ión” es la palabra que mejor define el estado emocional que segurament­e atraviesa la familia de Santiago Maldonado ante la tragedia de su muerte. Los Maldonado son gente sencilla, sin ningún tipo de apetencia o intenciona­lidad política, que se han visto enfrentado­s a una realidad devastador­a que la dimensión política que alcanzó el caso ahondó. Están enojados con el Gobierno –y tienen razones para estarlo– y con el primer juez de la causa, Guido Otranto, pero a su vez no quieren ser usados por la oposición ni por nadie. Lo único que anhelaban y buscaban era encontrar con vida a Santiago. Y eso, lamentable­mente, ya no podrá ser.

Una de las cosas más terribles que expresaron Sergio Maldonado y su esposa, Andrea, durante la dramática conferenci­a de prensa que dieron en la noche del miércoles pasado en Chubut, fue la de no creer en nadie. Por eso la cuñada de Santiago y la abogada de la familia, Verónica Heredia, estuvieron sentadas en la morgue de Esquel a lo largo de ocho horas frente a un cuerpo sin vida para asegurar que nadie lo dañara, lo alterase o lo robara. ¡Tremendo!

Carlos Cué, el destacado correspons­al del diario El Paí s, consignó la dimensión de esa circunstan­cia en un artículo titulado “Argentina, el país donde nadie se fía de nadie”, que debería ser leído y releído por todos los que tienen responsabi­lidades institucio­nales. En el derrotero de dichos y circunstan­cias desandado en estos ochenta días que pasaron desde la desaparici­ón de Santiago Maldonado hasta que concluyó la autopsia, sucedieron y se dijeron muchas cosas, algunas de las cuales vale la pena recordar:

Las dudas que algunos plantearon sobre su presencia en el lugar. El camionero que dijo haberlo llevado hasta la locali- dad de Ceibas, en la provincia de Entre Ríos.

El matrimonio que dijo haber llevado a alguien parecido a Maldonado, quien después resultó ser otra persona. Las supuestas llamadas desde Chile.

El amigo que dijo haber llamado a su celular, atendido por alguien que nunca contestó.

El mapuche Matías Santana, que dijo que vio con binoculare­s que a Maldonado le habían pegado y que lo cargaron y se lo llevaron en una camioneta de la Gendarmerí­a Nacional.

Elisa Carrió diciendo que había un 20% de posibilida­des de que Maldonado estuviera en Chile.

La insólita negativa de sectores de la comunidad mapuche a permitir a los jueces rastrillar el así llamado “territorio sagrado”.

La declaració­n de un miembro de la Policía de Río Negro en la que afirmó haber encontrado cartuchos de balas que no habían sido registrada­s por la fiscal del caso. Lo que se sabe. Los hallazgos de la autopsia despejan las dudas sobre la hipótesis de una posible desaparici­ón forzada y, a la vez, reivindica­n al primer magistrado de la causa, el juez federal de Esquel Guido Otranto, quien en el reportaje que le concedió a Loreley Gaffoglio para La Nación afirmó que la principal hipótesis era que Santiago Maldonado se había ahogado. De todas maneras, habrá que esperar los resultados de la totalidad de los exámenes complement­arios para saber cómo, cuándo y dónde falleció. Al juez Otranto habrá que preguntarl­e por qué se adelantó a hacer pública su hipótesis de la manera en que lo hizo, lo que le valió ser acusado de prejuzgami­ento, hecho sobre el que se basó la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia para desplazarl­o del caso.

Electoralm­ente, la aparición del cuerpo en el río Chubut obligó a todos los partidos a modificar los últimos días de la campaña. Las figuras o cartas fuertes dejaron de servir porque se morigeraro­n los mensajes y todo debió repensarse en función de la búsqueda de la verdad y de la tragedia que estaba viviendo el país.

En el interior del Gobierno, la tensión que se vivió fue in crescendo hasta la medianoche del v iernes. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, estaba ya informada de la novedad – que le produjo alivio– cuando el juez federal Gustavo Lleral comunicó a los periodista­s que el cuerpo no tenía lesiones.

En el oficia lismo hubo en esas dramáticas horas un respetuoso desconcier­to. “Había angustia por no saber qué ocurrió y porque puertas afuera todo terminaba cayendo en la grieta. Cada extremo de la grieta reforzaba sus conviccion­es”, señalaba con alivio una voz que conoce lo que se dice en los pasillos del poder.

La posautopsi­a llevó tranquilid­ad al Gobierno, para el que “habría sido un gol-

En el oficialism­o hubo en esas dramáticas horas un respetuoso desconcier­to

pe durísimo que el cuerpo apareciera con golpes o lesiones, no en términos electorale­s sino puertas adentro, porque hubiera implicado malas investigac­iones, malos pasos, secretismo, etc.”, agrega la misma fuente.

Desde el punto de vista técnico, el trabajo del juez federal Gustavo Lleral ha sido i mpec able, demos - trando en los hechos haber aprendido la lección que dejó ese vademécum de errores, desacier tos y un largo etcétera de cosas mal hechas que dejó el caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman.

Es muy importante que, luego de la autopsia y las primeras pruebas periciales, todas las partes hayan estado de acuerdo en cómo se hicieron las cosas.

De otra manera no habría verdad posible, que es lo que merecen el dolor y la tragedia de la familia Maldonado. Producción periodísti­ca: Santiago Serra.

 ?? DIBUJO: PABLO TEMES ??
DIBUJO: PABLO TEMES

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina