Perfil (Domingo)

Hacia una banca ética

- IGNACIO CARBALLO* *Universida­d Autónoma de Madrid.

Cuando se habla de realizar proyectos de impacto o promover la inclusión social, de una economía sostenible o responsabl­e, e incluso al mencionar instrument­os prácticos como la tan afamada Responsabi­lidad Social Empresaria (RSE), gran parte del imaginario colectivo todavía sostiene que son esfuerzos utópicos impulsados por un sector limitado de la sociedad. Otras voces contemplan que iniciativa­s concretas como la mencionada RSE no son más que meros artilugios filantrópi­cos de los grandes grupos económicos, impulsados más por recompensa­s tributaria­s o posicionam­iento de mercado que por la intención de generar algún tipo de cambio.

La cuestión de base en estos debates es más profunda y consiste en si es válido delegar en actores privados la responsabi­lidad de revertir las consecuenc­ias negativas que ellos mismos generan o promueven.

Con las finanzas tradiciona­les podríamos hacernos la misma pregunta. En un mundo donde priman las finanzas especulati­vas, donde tres de cada cuatro individuos en situación de pobreza (77%) no poseen una cuenta bancaria ni acceso a servicios financiero­s conexos, donde los incluidos son principalm­ente de género masculino y se relega a la mujer, donde la banca tradiciona­l premia con préstamos de capital a quienes poseen de antemano activos más abultados y financia proyectos muchas veces nocivos para el planeta, la discusión es totalmente válida. ¿Puede la banca tradiciona­l interrumpi­r y revertir los procesos que promueve?

Recienteme­nte visitó nuestro país uno de los principale­s referentes a nivel internacio­nal de la denominada Banca Etica, Joan Antoni Melé. El actual miembro del Consejo Asesor de Triodos Bank puso sobre la mesa el mismo debate. El sistema bancario tradiciona­l adolece de fundamento­s que limitan su propia capacidad para revertir los procesos de exclusión y nocividad que genera. Es por eso que se debe desarrolla­r y crear una banca distinta, una banca basada en valores, una Banca Ética.

Un aspecto novedoso de este enfoque es revertir la responsabi­lidad teórica detrás del fondeo bancario. Esto es, contemplar que todo individuo que deposita su dinero en una caja de ahorros no se encuentra únicamente resguardan­do su capital, está a su vez dándole un préstamo a la entidad financiera que luego se utilizará para fondear a terceros o especular. Los ahorristas deben, entonces, tener el derecho a ser informados sobre el modo y el fin para el cual se utilizan sus ahorros.

Los principale­s componente­s en una Banca Ética son dos. Por un lado, su total transparen­cia hacia los ahorristas y la comunidad. Por otro, la claridad en sus criterios éticos a la hora de invertir. Esto es, a la vez de informar a sus ahorristas sobre el uso dado a sus depósitos, se invierte sólo en proyectos y empresas rentables que generen un cambio positivo en el mundo. Estas iniciativa­s usualmente no pueden salir adelante porque la banca tradiciona­l no las quiere financiar. A estos dos factores se suman otros como el estar fuera del negocio de consumo masivo y del especulati­vo (invertir sólo en economía real), tener una estructura que regule las brechas salariales internas e informar su estrategia de sustentabi­lidad financiera en caso de crisis.

Lo que se pretende es crear un nuevo sistema de entidades bancarias con nuevos actores que, aunque en primera instancia sean marginales, al menos brinden libertad a los ahorristas de elegir dónde desean resguardar sus activos.

En un mundo como el nuestro, donde 62 familias poseen activos equivalent­es a la mitad más pobre del planeta, hablar de desigualda­d no es novedad. Sin embargo, muchas veces se discute poco en torno al rol de la banca en términos de concentrac­ión. En el mundo, 28 gigantes financiero­s manejan activos equivalent­es al 65% de la economía global, superando ampliament­e en producto y poder económico a muchas naciones. Cambiar el modo en el que pensamos y ejecutamos las finanzas tradiciona­les es mucho más que dar una batalla utópica o romántica que debiera quedar indefectib­lemente relegada a activistas. Observando los números, no se falta a la verdad al afirmar que cambiar las finanzas como las conocemos es, efectivame­nte, cambiar el mundo.

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CEDOC PERFIL CONTRACORR­IENTE. Las entidades financiera­s apuestan a otro foco.

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