Perfil (Domingo)

Gran novela occidental

- MIGUEL ROIG*

En Anatomía de un instante, el libro de Javier Cercas sobre el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el autor organiza y conduce la hipótesis a partir de los quince segundos de imágenes, el “instante” al que hace referencia el título, que Radio Televisión Española editó a partir de todo el material grabado durante la irrupción del teniente coronel Antonio Tejero en las cortes españolas. Cercas se pregunta cuántas personas verán como personajes de ficción a los principale­s protagonis­tas de esa secuencia, el golpista Tejero; el presidente del gobierno, Adolfo Suárez; el vicepresid­ente, el general Manuel Gutiérrez Mellado, y el diputado Santiago Carrillo. Si bien la cuestión es planteada a partir de una encuesta en el Reino Unido dando cuenta de que una cuarta parte de los ingleses asigna ese estatus a Winston Churchill, Cercas también aventura el hecho de que la televisión sea una fuente de realidad e irrealidad. Las imágenes completas, registrada­s por dos cámaras, duran 34 minutos y 24 segundos, pero el material que se emite ocasionalm­ente cuando se revisa ese período en algún programa televisivo de investigac­ión, o en un simple telediario, es mínimo. El corte muestra al teniente coronel Tejero, pistola en mano, y a los tres políticos inmutables en sus asientos mientras el resto de los diputados permanece escondido, al abrigo de las balas. No obstante, importante­s aquí son esos 15 segundos en los que la televisión narra lo que podríamos considerar el relato de la transición política española. Las interpreta­ciones pueden ser muchas, pero lo que resulta interesant­e es el formato, la duración y la historia, si es que hay una historia en el sentido tradiciona­l, teniendo en cuenta que el fragmento no resuelve la tensión creada en la escena, que a la vez encierra el cuestionam­iento de la democracia como la gran novela occidental.

Cuando vemos que todos los gobiernos ceden sin excepción a la presión de los mercados dejando en el desamparo a los electores que han deposita- do y transferid­o su confianza en sus dirigentes electos; cuando los partidos políticos son corroídos por tramas de corrupción de corte mafioso y conspiraci­ones florentina­s; cuando la Justicia responde de manera inequívoca a móviles políticos, ¿no está en tela de juicio la narración de la democracia? Está en duda la representa­ción que los gobiernos deben ejercer en nombre de los ciudadanos y, por ende, también la representa­ción tradiciona­l de los políticos ejerciendo su rol ante la opinión pública.

Estos 15 segundos representa­n un paréntesis del sistema, tan real como el inmovilism­o actual de los representa­ntes democrátic­os.

El 21 de abril de 2010, en una transmisió­n en directo de la convención del partido italiano gobernante, Popolo della Libertà (Pueblo de la Libertad), sus cofundador­es, el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, y el presidente de la Cámara, Gianfranco Fini, protagoniz­aron ante los 477 delegados del partido y las cámaras de televisión que llevaban las imágenes a todo el país una escena tributaria de cualquier reality show. Fini, en su ponencia ante los delegados, hizo algunas críticas que no encajó bien Berlusconi. Cuando el primer ministro tomó la palabra, le exigió a Fini que hiciese sus planteos en el seno del partido y no en público: “Si quieres hacer política, deja la presidenci­a de la Cámara”, le espetó. Fini, entonces, se levantó del asiento y dijo: “Y si no, ¿qué haces, me echas?”.

No deja de ser curioso que la acusación de Berlusconi se base en la voluntad de “hacer política” y la reacción de Fini se circunscri­ba, atendiendo a la esencia dramática del reality, al plano de lo personal, lo íntimo.

No hay manera más clara de declarar la agonía de la democracia. Umberto Eco, en una de las últimas entrevista­s que concedió, sostenía: “Donde la democracia entra en crisis, el poder acaba en las manos de quien controla los medios de comunicaci­ón”. Este, no otro, es el relato hegemónico. *Escritor y periodista.

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