ZAFFARONI
se nos presentara como evidencia contundente, incontrastable, si no cuenta con una dosis mínima de interés por acompañarla en quienes van tras de ella, se convertirá en algo intrascendente. Si una vez aparecida nos negamos a aceptarla, todos los esfuerzos realizados para descubrirla habrán sido inútiles. Cuando el resultado de haber llegado a esa instancia suprema obtiene como respuesta algo así como un “sí, pero…”, en ese mismo instante la verdad desaparece, se esfuma. El fanatismo es el padre de esa conducta negadora. Es a él al que debemos erradicar para que no se interponga entre la condena o la absolución. Es él que nos impide sacar conclusiones sobre la “verdad encontrada” porque antepone a ella la “verdad revelada”, y ésta no se discute. Que la verdad sea triste y (a veces) no tenga remedio no es el final de nada; sí debería convertirse en el punto de partida para los que desean cambiar rumbos, tratando de mejorar la realidad de sus días. La Justicia, como imaginario tren que transita las estaciones que la política atraviesa, es la que debería realizar el recorrido “sin interrupciones”, buscando en la verdad su “estación terminal”. Juan José de Guzmán jjdeguz@gmail.com “Un coimero no lava dinero con un hotelito”. Esto es lo que había argumentado el doctor Zaffaroni antes de que echaran a Roberto Navarro de C5N, intentando desligar a la ex presidenta del procesamiento que la Justicia le dictó, como jefa de una asociación ilícita en perjuicio del Estado (algunos hablan de politización de la Justicia o judicialización de la política. Nada de eso, yo creo que es “patología de la Justicia”, había dicho en esa nota). Ni un juez supremo alquila sus departamentos como prostíbulos, podría haberse completado ese ida y vuelta, si se hubiese tratado de una payada. Pero no lo es, y quien lanzó al ruedo lo de las coimas es alguien que administró justicia hasta “ayer”, dejando tras su paso suficiente jurisprudencia como para que, por ejemplo, el abusador de una menor (caso Tiraboschi) se haya visto beneficiado por la opinión “de este payador”, que coincidió con la opinión de otro juez que había argumentado en su fallo que, como el portero forzó a la niña con la luz apagada, había un atenuante porque con ello redujo el contenido traumático de la desfavorable vivencia para la menor. Sólo faltó en ese tratado de cinismo explícito agregar un párrafo que dijera: “Además de premiarla con un caramelo, para mitigar las náuseas”. Estos jueces inocularon el virus de la patología que hoy padece la Justicia. Mariano Aldao maldao1966@gmail.com necesaria la incorporación como miembro del superior tribunal de un jurista reconocido en el área del Derecho Internacional. También está esperando la Corte la designación de una jurista que recomponga el “cupo” femenino, que se ha visto reducido por circunstancias por todos conocidas. Las universidades públicas y privadas, los distintos colegios de abogados y academias del derecho, pueden proponer nombres a requisitoria del Gobierno, pues todos los que hemos pasado por las aulas o los estrados conocemos los nombres de aquellos que intelectual y moralmente reúnen las condiciones para ser designados para cubrir estas dos vacantes. En algún caso es reconocido, también en el ámbito académico, el nombre de una persona que reúne ambos requisitos, mujer y encumbrada jurista especialista en Derecho Internacional. Las consultas a tiempo y las discusiones democráticas son el camino republicano que impide la tentación de los atajos equivocados en que se ha caído en otras ocasiones. Miguel Angel Reguera Abogado y docente miguelreguera @ yahoo.com.ar