“la plata no me mueve”
Es la alumna de Julio Chávez en El maestro, el unitario que la trajo de Nueva York a Buenos aires. Habla de su aceptación como actriz, el rol del artista latino en Hollywood y su amistad con los darín.
Volvió de Nueva York, donde vive desde hace ocho años, en el mes de marzo. Tenía pensado regresar a La Gran Manzana el 18 de septiembre ya con El maestro en pantalla, pero persiguiendo su olfato decidió abrir el ticket y aprovechar el envión profesional del unitario de El Trece. “El maestro fue y es una puerta abierta. Se la jugaron por mí, estoy súper agradecida, y trabajar al lado de Julio (Chávez) me sube el precio”, reconoce. Instalada en su departamento de Caballito en compañía de su perrito Ramón (“la relación más larga que tuve en mi vida”, sonríe la actriz de 29 años), utiliza el tiempo libre para tomar clases de poesía con Fabián Casas, ir a terapia, y pintar la terraza, según las muestras de enduido en su brazo izquierdo, y asistir a castings. “Me cuesta lidiar con la popularidad, nunca hice nada tan masivo acá. Allá hice Show me a hero en HBO, con Winona Ryder, Catherine Keener, y no se enteró nadie. Hoy me pasa que la gente se quiere sacar fotos y les digo que no, es raro, ya no puedo pasear mi perro en pijama”.
—Viene con la profesión que elegiste. Tiene mucho del gustar.
—Sí. Pero tuve rechazo a la profesión. Es raro. Es esa necesidad infantil de tener la aprobación de todo. Tengo una tía actriz que vive en España, se formó en teatro, tenía una compañía de teatro y me sentía berreta diciendo que yo era actriz, me daba escozor. Lo vivía a todo como si le hubiera pasado a otra perso- na. Hice un trabajo profundo de aceptación en terapia.
—Tenes número de celular de Estados Unidos.
—Sí. Siempre estoy en otro lado, soy un poco escapista. Calculo que es miedo al compromiso, que si me compro un chip argentino es admitir que me voy a quedar acá. Estoy disfrutando.
—¿Las marcas ahora te convocan más?
—Me está pasando. La plata no me mueve, hay cosas que no me dan guita que las hago, y cosas que me podrían dar plata y no las quiero hacer. Obviamente que tengo que pagar las cuentas, pero mis decisiones van por otro lado. Hoy en día las redes socia- les, imposición de marcas, afecta o no para que te elijan en una película. Me pasó el año pasado que era la elegida número uno para hacer dos proyectos muy importantes y terminaron cambiándome por dos actrices por una cuestión comercial, porque necesitaban a la chica que saliera en las revistas en Punta del Este. Uno tiene que empezar a transar o darse cuenta de que lamentablemente el talento en la pantalla no es lo único que cuenta. Hay que aggiornarse, y yo soy muy vintage.
—¿Hay segregación fuerte con los latinos en la industria americana?
—Si bien en los últimos dos o tres años hay mucha presencia latina en las series, Hollywood es difícil, jamás le va a escapar a los estereotipos. No soñaba trabajar en Hollywood, y lo hice, pero desde hace ocho años me mandan para castings de prostituta, huérfana mexicana, policía latina, y siempre pasa lo mismo, me dicen: “Nos encantó pero “she is to white to be a latin” (es demasiada blanca para ser latina) o muy flaca. Es frustrante. Tiene que pasar mucho para que te pongan a protagonizar.
—¿Hablabas bien inglés?
—Más o menos. Mejoré mucho laburando como mesera durante tres años.
—¿Cómo es tu vida allá?
—Igual que acá. Paseo al perro, voy a tomar tereré a un parque. Pasé por cuatro departamentos, todos en Manhattan, viví con un roommate australiano, después con una amiga. Es caro vivir allá, y con un sueldo de mesera es difícil alquilar sola.
—¿Notás diferencia de precios con Buenos Aires?
—Buenos Aires está casi más cara que Nueva York. La diferencia está en los alquileres. La vida acá es muy cara.