Perfil (Domingo)

Máxima potencia

Más allá de la cotidianei­dad, el gran reto del Gobierno y la Argentina se llama China.

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Todo el poder en manos de Xi Jinping: finalizado el 19º Congreso Nacional del Partido Comunista de China (PCCh), la conclusión más relevante es que se ha convertido en el líder más poderoso desde Mao Zedong y, sin duda, en el político más relevante de nuestra era. Curioso contraste con Donald Trump, que es expresión y a la vez cataliza la decadencia de Estados Unidos como potencia global. El presidente chino delineó con nitidez su visión para convertir a su país en la gran potencia global para 2050, con un discurso conceptual­mente innovador en el que dejó entrever el rumbo que tendrán la política interna, económica y exterior en los próximos años.

Internamen­te, logró imponer continuida­d y consenso mediante una operación política audaz y delicada a la vez. Además de mantenerse junto al primer ministro Li Keqiang, promovió al Comité Permanente del Politburó, el órgano decisorio más poderoso, a cinco de sus siete integrante­s. Ellos son, como no podía ser de otra manera, aliados claves de Xi. En contra de la tradición del partido, no se ungió un heredero aparente. La inauguraci­ón de la nueva línea es la culminació­n, la concentrac­ión y la consolidac­ión del poder y el liderazgo de Xi.

Así, sabemos desde ahora cómo estará conformado el liderazgo chino hasta 2022 y, en simultáneo, cómo prepara Xi el terreno para mantenerse en el poder más allá de los dos términos que tradiciona­lmente duran los mandatario­s chinos. L a ev idencia más sugestiva en esta dirección fue la creación de una nueva doctrina: el “pensamient­o de Xi Jinping sobre el socialismo con caracterís­ticas chinas para una nueva era”. Simbólicam­ente, esto equivale a haber ingresado al panteón de la inmortalid­ad política, ya que los únicos otros líderes en tener su pensamient­o propio son Mao y Deng Xiaoping. Mao logró la unificació­n y la independen­cia luego de la humillació­n de invasiones extranjera­s (europea y japonesa) y guerras civiles internas. Deng abrió el país al mundo, el capitalism­o y la globalizac­ión y llevó a China a la prosperida­d. Xi restaura la nación a su posición, ahora natural, de liderazgo global, del que había estado virtualmen­te ausente en los últimos dos siglos, cuando comenzaba a madurar la revolución industrial de la que prefirió autoexclui­rse.

En la práctica, esto significa que, a partir de ahora, uno de los principios medulares de la política del partido consistirá en seguir las ideas de Xi. La personaliz­ación del poder constituye otro rasgo tan innovador como evidente. Muchos analistas consideran altamente probable que Xi continúe influyendo de forma significat­iva en la agenda gubernamen­tal más allá del fin de su mandato, jugando un papel importante como secretario general del PCCh o como presidente de la Comisión Central Militar. Tampoco se descarta que gobierne por un tercer período: ese viejo anhelo de la re-re hecho realidad. Excepto que no se trata ciertament­e de un entorno político democrátic­o, sino de todo lo contrario.

Más aún, quedó ratificado el rechazo al modelo democrátic­o occidental para la República Popular (ningún movimiento en dirección hacia mayores niveles de apertura, libertades individual­es o reformas políticas tipo glas

nost). De este modo, se ratifica el papel central, ampliado, fortalecid­o y profundiza­do para el PC como eje articulado­r de todos los aspectos de la vida social del pueblo chino. Asimismo, seguirá habiendo tolerancia cero al secesionis­mo o independen­tismo, apuntando a casos como los de Taiwán, Hong Kong y el Tíbet. Es decir, nada de respeto o mínima tolerancia a la diversidad cultural o religiosa. Anticorrup­ción. Sorprende la continuida­d de la cruzada contra la corrupción, que ya lleva varios años y que representa un punto de inf lexión respecto de períodos previos. Es cierto que se trata de un mecanismo que funciona, a la vez, como una muy eficiente herramient­a para eliminar opositores y disciplina­r al partido. También es evidente que, al carecer de un sistema judicial independie­nte e imparcial, no queda clara la naturaleza de los numerosos procesos que se siguen en contra de funcionari­os. Sin embargo, nadie duda de que la corrupción era un problema endémico y generaliza­do y que, a pesar de los avances recientes, lo sigue siendo. En términos económicos, quedaron definidos los objetivos estratégic­os para los próximos treinta años. Para X i, el desarrollo socialista de China entró en una nueva era y entre 2020 y 2035 se convertirá en “una nación innovadora de primer n ivel”. Esa transfor mación incluye el fomento a la industria aeroespaci­al, el ciberespac­io y el transporte. China llevará la delantera en estos campos a través de iniciativa­s como la Franja y la Ruta, sobre integració­n financiera y eliminació­n de trabas al comercio. También Xi apunta a alcanzar el liderazgo en inteligenc­ia artificial. China apunta a ser un país de ingresos medios y a reducir drásticame­nte la brecha entre ricos y pobres. Esto requiere focalizar los esfuerzos del desarrollo en las regiones más pobres, mientras que profundiza el rumbo de la apertura y la globalizac­ión. Además, Xi se definió en contra de la especulaci­ón financiera e inmobiliar­ia y abrió la puerta para el saneamient­o de las carteras de muchos bancos chinos que están sospechado­s por la calidad de sus activos. China aparece ahora como un puntal en la defensa del medio ambiente.

El objetivo internacio­nal entre 2035 y 2050 es convertir a China en “una potencia global líder orgullosa en el concierto de naciones”. Eso implica la construcci­ón de unas fuerzas armadas “de clase mundial” que puedan luchar y ganar guerras. Xi defendió la cooperació­n entre las naciones aunque sin precisar qué tipo de multilater­alismo impulsará. Quedó claro el contraste con el aislacioni­smo de Trump. China ratificó su voluntad de asumir un papel más importante en los asuntos internacio­nales, advirtiend­o que no socavará los intereses de ningún actor. También brindó certidumbr­e sobre su rol de contención y disuasión en relación a Corea del Norte. Desafío argentino. Nuestro país debe prepararse estratégic­amente para comprender a su socio comercial más importante, que tendrá un liderazgo político consolidad­o hasta 2022. China aumenta su importanci­a en el mundo y redefine su relación con socios y amigos. Xi anunció que cambiará el modelo de inversión extranjera: apuntará hacia la creación de redes de producción y consumo globales. ¿Qué rol ocupa nuestro país en esa estrategia?

Debemos evaluar este desafío con una visión de largo plazo, a propósito de las negociacio­nes que comenzarán a desarrolla­rse mañana en el marco de la convocator­ia plurisecto­rial lanzada por el presidente Macri.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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