Perfil (Domingo)

Liz, la ombudswoma­n de Facebook

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Hospital Borda a hacer una presentaci­ón para los internados y sus familiares. No me alcanzan las palabras para describir el panorama que encontramo­s allí. Para acceder al supuesto salón de actos tuvimos que hacerlo caminando sobre unos tablones, dado que estaba inundado el piso. El salón tenía goteras, en realidad, chorros de agua que caían por las paredes y dejaban el piso con innumerabl­es charcos. Las sillas estaban sucias, pero éste es un dato arbitrario, porque en realidad había suciedad por doquier. Indignante”. Quisiera saber, porque no he vuelto al hospital, si luego de tres años se ha hecho algo para solucionar la estructura edilicia de ese hospital. El gobierno nacional y el de la Ciudad tienen que saber que si bien para ser kirchneris­ta hay que ser un enfermo mental, no todos los enfermos mentales son kirchneris­tas. Además, los primeros, como tratan de disimularl­o muy bien, no están internados en el Hospital Borda. Dr. José Brunetta josebrunet­ta@yahoo.com.ar Menos de dos meses después de haber sido despedida por The New York Times, que decidió eliminar la función de defensor de los lectores a fines de mayo, la última responsabl­e de esa gestión, Elizabeth Spayd, consiguió nuevo conchabo, esta vez como novedosa ombudswoma­n marginal de la red social más influyente del mundo, Facebook.

Parece curioso que uno de los mayores diarios del planeta, como lo es el NYT, haya tomado tan drástica decisión casi tres lustros después de haber creado la figura bajo la presión de serias y fundadas denuncias por plagio que hicieron tambalear sus ventas y su credibilid­ad. Sin embargo, así lo hizo, y no parece extraño a esa determinac­ión el creciente papel que vienen asumiendo las redes sociales en los intereses del público. Que haya sido Facebook el nuevo destino de Spayd (merecido, si se considera su vasto historial periodísti­co, tanto en el NYT como antes en The Washington Post), resulta al menos novedoso.

Un artículo reciente de Kara Swisher (quien compartió redacción con Spayd en el Washington Post) y Kurt Wagner para el sitio Recode señala que el objetivo de Facebook, al contratar a la ex ombudswoma­n del New York Times como consultora, es “ayudar a administra­r los esfuerzos de la compañía” para brindar a sus usuarios “más transparen­cia sobre la forma en que la red social masiva toma decisiones”. Su función es, dicen los columnista­s, “sacar a la compañía de su ‘zona de confort’ al revelar cómo funciona internamen­te”.

Dice el artículo de SwisherWag­ner que Facebook “está tratando de hacer eso mucho más desde que fue ampliament­e criticado por permitir la proliferac­ión de noticias falsas durante las elecciones presidenci­ales estadounid­enses” que dieron el triunfo a Donald Trump. Incluso antes de eso recibió acusacione­s de censura y direcciona­miento en su sección de noticias.

El creador, alma mater y CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, ha estado viajando por Estados Unidos “para reunirse con gente común” que le permita comprender mejor “la vida fuera de la burbuja de Silicón Valley”, dicen los autores del artículo. Agregan que MZ ha hablado públicamen­te “y también escribió una publicació­n sobre la misión y la responsabi­lidad general de Facebook de usar tecnología –como la inteligenc­ia artificial– para ayudar a neutraliza­r males como noticias falsas, y para alentar a más usuarios a mantener conversaci­ones sobre temas controvert­idos”.

Esto se practica desde hace ya largo tiempo en el mundo y en Argentina particular­mente, donde las charlas, los debates y las polémicas (muchas veces en tono poco agradable) han ido creciendo al ritmo en que se ensancha la famosa grieta. FB planea expandirse desde el blog Preguntas Difíciles para hacer más, incluyendo las publicacio­nes de comentaris­tas invitados que no están de acuerdo con la empresa ni con cómo funcionan sus algoritmos, de creciente invasión sobre la privacidad de los usuarios. Crítica correcta. El lector Enrique Cafferata formula interesant­es y precisos apuntes en referencia a un párrafo de la columna que este ombudsman publicó el domingo 22 con el título “El hoy, contaminad­o por el ayer”. El texto señalaba que las operacione­s paramilita­res o parapolici­ales de la denominada Triple A, auspiciada­s, financiada­s y organizada­s desde el Estado en los 70 para secuestrar, asesinar, amenazar y perseguir a militantes de izquierda, se desarrolla­ron entre 1974 y 1976. En realidad, a fines de 1973 sucedió la primera acción firmada por esa tenebrosa organizaci­ón, y su víctima –como lo puntualiza el lector– fue el diputado radical Hipólito Solari Yrigoyen, a quien un bombazo en su auto lo dejó al borde de la invalidez.

Antes de eso, y antes aún de la asunción de Juan Domingo Perón como presidente, ya habían sucedido acontecimi­entos de similares caracterís­ticas, aunque sin firma y con autoría dudosa. La metodologí­a era la misma, los objetivos físicos los mismos, y las víctimas, siempre, del mismo sector: simpatizan­tes y militantes de Montoneros o personas y organizaci­ones vinculadas a otras fuerzas políticas y sociales. En verdad, desde 1974 se incentivar­on las acciones impunes de la Triple A, cuyo correlato en Córdoba se llamó Comando Libertador­es de América. Hasta el abrupto final del gobierno de Perón y de su esposa, María Estela Martínez, con el advenimien­to de la dictadura militar, se registraro­n alrededor de 1.500 asesinatos, centenares de ataques con un número indefinido de heridos, más de cuarenta secuestros y decenas de amenazas de muerte contra figuras de la política, el sindicalis­mo, la cultura y el espectácul­o.

Existe una causa madre en la que, supuestame­nte, se investigan los delitos cometidos por la Triple A. Durante años, el expediente durmió en el juzgado del ex magistrado Norberto Oyarbide, a quien sucedió Marcelo Martínez de Giorgi. Ese oscuro lapso, en el que hay mucho por aclarar, juzgar y condenar, sigue en una nebulosa.

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CEDOC PERFIL CONTROL EN RED. Elizabeth Spayd, ex New York Times.

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