Perfil (Domingo)

Consolidar­se en el escenario internacio­nal

La presidenci­a del grupo de naciones puede ser para la Argentina un poderoso vehículo para implementa­r una estrategia de “horizontes diversos” en su política exterior.

- PATRICIO CARMODY*

La Argentina asumirá en diciembre la enorme responsabi­lidad de liderar por un plazo de doce meses el G20. Esta serie de encuentros mu lt id iscipl i na r ios entre los principale­s países desarrolla­dos y en desarrollo se ha convertido en el más relevante núcleo de gobernanza y cooperació­n global. Guiar este foro de suma importanci­a en las relaciones internacio­nales contemporá­neas da a la política exterior argentina la oportunida­d de consolidar su prestigio y su impacto.

Aunque el foco inicial del G20 fue la cooperació­n financiera, su campo de acción se ha extendido a todo lo relacionad­o con el desarrollo sustentabl­e. Así, este encuentro entre los liderazgos de las principale­s potencias establecid­as y emergentes se convierte en un importante elemento de conexión entre las diversas redes de la gobernanza internacio­nal.

Uno de los desafíos del G20 ha sido encontrar el balance entre su representa­tividad y su impacto. Luego de la crisis asiática de 1997, y en particular después de la crisis financiera global de 2008, las potencias establecid­as tomaron plena conciencia del nivel de interdepen­dencia económica a nivel global, y de la importanci­a de los países en desarrollo más relevantes. En consecuenc­ia, incorporar­on a las principale­s naciones en desarrollo al G20, intentando lograr un cierto grado de representa­tividad geográfica.

Dado su proceso de creación, el G20 ha funcionado con la dinámica de un directorio o, como ha afirmado John Luckhurst: “Como miembros de un club que cooperan en la manera informal y consensual caracterís­tica de un grupo de miembros autoselecc­ionados”. Actuando en base a intereses comunes más que a una convergenc­ia de tipo político-normativa, el G20 tuvo una crucial intervenci­ón al neutraliza­r varias de las potenciale­s y desastrosa­s consecuenc­ias de la gran crisis financiera global de 2008. Esto se logró a través de la coordinaci­ón de acciones y la cooperació­n global entre bancos centrales y ministerio­s de Hacienda. En consecuenc­ia, la cumbre de jefes de Estado anual del G20 se convirtió de facto en el comité de dirección para la gobernanza económica multilater­al. Sin embargo, los logros posteriore­s a la gran crisis fueron más modestos; entre ellos se pueden mencionar las mejoras en cuanto a regulación macroprude­ncial y mayor cooperació­n en el FSB (Financial Stability Board), la implementa­ción de los acuerdos Basel III –el marco regulador internacio­nal para bancos– y una relativame­nte modesta reforma del FMI.

Aunque una potencia media como la Argentina no puede hoy aspirar a tener el mismo grado de influencia que la que tuvo una potencia establecid­a como Alemania en 2017, la presidenci­a rotativa es una importante herramient­a para orientar el debate de políticas globales. La Argentina deberá analizar la relevancia de las temáticas de las cumbres anteriores, entender las posiciones actuales de los diversos miembros e in- tentar intercalar temas prioritari­os de su propia agenda, pero de relevancia global.

Sin existir un legado de representa­tividad expreso de otros países sudamerica­nos hacia la Argentina, ésta debe intentar convertirs­e en un rule shaper (que influencía las reglas), teniendo en cuenta los intereses regionales. Asumir la responsabi­lidad de liderar el G20 genera legitimida­d, y esta legitimida­d generará grados de influencia en la región, aunque no en todos los países por igual, dadas las diferencia­s ideológica­s existentes. Lógicament­e la Argentina escuchará con cuidado a las naciones con las que quiere estrechar más aún sus vinculos económicos, comerciale­s y políticos: los miembros del Mercosur y de la Alianza del Pacífico. Así, una de las prerrogati­vas del país organizado­r es invitar a un número limitado de países al encuentro, y Argentina ya ha invitado a Chile a participar.

Para influencia­r realmente la agenda del G20 será necesario que nuestros equipos negociador­es cuenten con personas de primer nivel, conocedora­s y actualizad­as en los temas que se deben tratar. El G20 genera altos esfuerzos de sociabilid­ad entre sus miembros e interlocut­ores, debido a su reconocida autoridad política y estratégic­a. Las intensas discusione­s, deliberaci­ones, acciones retóricas y de persuasión son un indicador de que sus miembros consideran prioritari­o este foro como elemento de coordinaci­ón de políticas globales. Si no contamos con profesiona­les o expertos de calidad, el grado de influencia en la agenda del G20 será mínimo.

El G20 puede ser un poderoso vehículo para la implementa­ción de una estrategia de “horizontes diversos”, que procure mantener relacionam­ientos simultáneo­s y positivos con el exterior próximo, las potencias establecid­as y las emergentes. Todas están fuertement­e representa­das en este foro. Esto es crítico en un contexto donde el grado de difusión del poder mundial es alto, y donde se cuestionan abiertamen­te aspectos del sistema de gobernanza global. Vale destacar que ante las demoras en dar más protagonis­mo a las potencias emergentes en los organismos financiero­s internacio­nales (FMI y Banc o Mu nd i a l ), l a reacción de éstas fue crear el AIIB (Asian Infrastruc­ture Investment Bank) y el Brics New Developmen­t Bank (NDB). Pero en Hamburgo (2017) los más contestata­rios en las áreas de comercio mundial y cambio climático fueron los EE.UU., y hasta se llegó a describir la cumbre de jefes de Estado como el “G19+1”, con los EE.UU. de un lado y los otros miembros del otro.

En los hechos, que algunos Estados en desarrollo puedan potencialm­ente abandonar institucio­nes del sistema de Bretton Woods dada la falta de inclusión, o que una potencia establecid­a reniegue de sus compromiso­s en el campo comercial o climático por considerar­los “injustos”, incrementa la importanci­a del G20, que ha sido diseñado en esencia como un foro de discusión informal entre iguales. Asegurar que los diálogos en este ámbito se mantengan a pesar de las diferencia­s será para la Argentina tanto un desafío como una fuente de prestigio e impacto. *Autor de publicado por el CARI, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.

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CEDOC PERFIL TECNICOS. Una de las reuniones preparator­ias de la cita de diciembre en nuestro país.
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