“es difícil comer bien si a diario ves opciones de comida chatarra”
Es argentino y fue asesor de michelle obama. cuáles son sus propuestas para ayudar a revertir el actual avance de la obesidad.
Es uno de los mayores expertos en nutrición infantil y es argentino. Benjamin Caballero nació en Corrientes, estudió medicina en la UBA y se especializó en pediatría en el Hospital Gutiérrez. Tras ganar una beca de Naciones Unidas y vivir en Guatemala, emigró a EE.UU. y se doctoró en el MIT. Hoy es director del Centro de Nutrición Humana de la Universidad de Johns Hopkins y profesor de pediatría y salud internacional. Asesor de Michelle Obama en el programa de alimentación escolar, Caballero estuvo en Buenos Aires para participar del 21º Congreso Internacional de Nutrición y dialogó con PERFIL.
—¿Cuáles son las causas de la epidemia de obesidad?
—Hay dos factores. Por un lado, la sociedad desde hace 300 años está maximizada para conseguir y asegurar alimentos y reducir el costo energético. Hemos ido aumentando nuestro índice de masa corporal. Es una trayectoria histórica muy compleja que tiene que ver con cómo nos organizamos como sociedad. Antes la gente caminaba horas para juntar agua o leña. Hoy todo es automático. En poco tiempo habrá autos autónomos y ya ni tendremos que caminar. Esa es una tendencia muy difícil de revertir. No es un problema sólo de salud, es un problema social. El segundo factor es la comercialización de alimentos. Si uno tiene una enfermedad, el médico dice: ‘Tome dos pastillas por día’. Hay una dosis. Pasa exactamente lo mismo con las calorías: existe una ‘dosis’ basada en el peso corporal. Sin embargo, hay una promoción constante de alimentos independientemente de nuestras necesidades.
—Durante mucho tiempo prevaleció la idea de que la obesidad era un problema individual...
—Si uno choca un auto, es responsable. Pero si te dan un auto averiado, no hay semáforos y la calle está en mal estado es probable que choques. Si te bombardean todo el día con comida chatarra es difícil comer bien. Ahí ya no es puramente individual. En EE.UU. de cada diez ofertas de alimentos en los supermercados nueve son poco saludables. Los expertos lo llamamos el ambiente ‘obesogénico’. Lo otro es la vida sedentaria: no tenemos que levantarnos ni para cambiar de canal y, además, por el contexto de las grandes ciudades no es fácil caminar o andar en bicicleta. O sea, más calorías de ingesta y menos gasto energético.
—¿Qué intervenciones podrían frenar la epidemia?
—Estamos fijados en el balance energético. Pienso que si la única herramienta que uno tiene es el mar tillo, todos los problemas parecen clavos. Seg u i mos con el índice de masa corporal (IMC), pero cuando uno ve el porcentaje de sobrepeso, una gran mayoría no tiene nada y los que sí son los que desarrollan diabetes o enfermedad cardiovascular y mueren. Tenemos que actuar de dos formas: tratar de que la gente no se vuelva obesa e identificar a las personas con un IMC de 27 y resistencia a la insulina ya que sabemos que serán diabéticos. La razón por la que aún no lo hacemos es que ahí no tenemos el martillo.
—¿Cómo se puede prevenir la obesidad infantil?