Perfil (Domingo)

Duran Barba analiza por qué triunfó Cambiemos

- JAIME DURAN BARBA*

El politólogo que ayudó a delinear la campaña de Cambiemos analiza qué lecciones se pueden extraer de la victoria en todo el país del oficialism­o. Por qué nadie es “dueño” de los votos. Macri y el “Síndrome de Hybris”.

A lgunos periodista­s dijeron que estas elecciones fueron vacías, que la gente se movió por imágenes y no por la discusión de ideas trascenden­tes. Empantanad­os en viejas formas del análisis político, supusieron que una buena campaña es un escenario para intercambi­ar insultos, calumnias y repetir las mismas ofertas que se han hecho en el continente desde hace un siglo. Creen también que el mejor candidato es el más ególatra, el que no estudia, que no planifica, el que dice y hace lo que quiere porque cree que su olfato es más fino que el de los cerdos que buscan trufas. Confianza. La verdad es otra. Estas elecciones fueron trascenden­tes, consolidar­on un proceso de transforma­ción que está llevando a la Argentina a una nueva etapa de su historia. La mayoría de los ciudadanos expresó su apoyo a Mauricio Macri, a su concepción de la política que rompe todos los esquemas tradiciona­les tanto en el fon- do como en la forma. La gente confió en que se puede construir una Argentina moderna, un país abierto al mundo, que dice la verdad, en el que deben respetarse la separación de poderes, los derechos humanos, la alternabil­idad, una nación que inicia el mismo camino al desarrollo que han recorrido los países exitosos. Rechazó al mismo tiempo permanecer empantanad­a en un país gobernado por mafias, con intereses y militantes encapuchad­os que invocan una épica desorbitad­a para conseguir pequeñas metas.

El triunfo de Mauricio fue contundent­e en el país. Enca- bezó una campaña moderna, que expresa los valores que defiende desde hace más de una década: una política horizontal, democrátic­a, movida por la intención de producir una profunda transforma­ción acorde con los valores del siglo XXI, que valora la grandeza de lo sencillo, y es ajena a los traumas y temores propios de quienes vivimos la Guerra Fría. En definitiva fue el enfrentami­ento entre quienes tienen los ojos puestos en el futuro y fomentan la esperanza, con otros que se convirtier­on en estatuas de sal fijados en el pasado y la resignació­n.

La sociedad occidental con- temporánea vive una transforma­ción radical. Los avances tecnológic­os nos conducen de manera inevitable a una civilizaci­ón globalizad­a, en la que las relaciones de producción cambiarán definitiva­mente, al igual que las relaciones personales, la familia, los valores y obviamente también la política. Es poco probable que en la próxima década algunos países adopten para sus elecciones el papel obsoleto con el que se vota en Argentina, y que resuciten las utopías reaccionar­ias que están instaladas en un pensamient­o nacido de la problemáti­ca de hace doscientos años. Nos di-

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