Contra el efecto de realidad
El protagonista de esta historia es un ferroviario que sufrió un accidente de trabajo. A raíz de esta circunstancia, Coco Campos, a través de sus contactos sindicales, consigue empleo como chocolatinero en un cine. Esta es la premisa central de la novela. La narración en primera persona nos hace cómplices enseguida de las peripecias de este hombre que se muestra al mismo tiempo como un cínico, un desangelado, un solitario.
Uno de los aciertos de la trama que idea Agresti está dado por el clima enrarecido que a poco de andar, gana al relato en su conjunto. Rápidamente, el protagonista pierde las referencias de sí mismo: la gente lo confunde con otro, o él mismo no sabe si ha olvidado parte de su historia. En este sentido, esta novela recuerda a los mejores trabajos de Philip Dick: mundos en donde lo evidente, las cosas que lo hacen funcionar, todo el tiempo, están puestos en cuestión, generando
en el lector un estado de saludable paranoia que tiene un doble efecto, hacer avanzar la lectura y proponer algún tipo de resolución en el final. O nos remite a la también eficaz trilogía de misterio de John Franklin Bardin ( El percherón mortal, El final de Philip Banter y Al salir del infierno): el protagonista entra en un torbellino angustiante de escenas donde pierde toda referencia llegando a un estado de abyección total.
La historia transcurre en algún lugar de Buenos Aires y en los años 60. La circunstancia espacio-temporal está indicada por el tono de la voz narrativa. Esta tal vez sea la parte más floja de la novela. El narrador se esmera por usar una lengua muy propia de un tiempo histórico determinado y de una clase social específica. La ilusión retórica que supone esta apuesta estética, muchas veces, se ve sensiblemente opacada por la reiteración redundante de determinados giros lingüísticos. Y en consecuencia, ese subrayado termina conspirando contra el efecto de realidad que cualquier aparato retórico intenta sostener. De modo que los resortes propios del artificio narrativo quedan demasiado a la vista para el lector.