Perfil (Domingo)

Nuestras zonas erróneas

Corrupción y fuga de capitales, más allá de la ideología

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Hay hijos, maridos, padres, hermanos, sobrinos, cuñados. También novias y amantes. Incluso, peluqueros, manicuras y hasta dos ex integrante­s del programa Gran Hermano de televisión. Son apenas algunos de los familiares y amigos designados durante los últimos años en el Congreso de la Nación. Muchos de ellos van a trabajar. Cumplen con sus tareas y se compromete­n con el servicio público. Otros, ni siquiera pisan la Ciudad de Buenos Aires. Algunos porque colaboran en sus provincias con los legislador­es nacionales que los nombraron. Pero otros muchos, no… porque no. Son ñoquis. Ñoquis =empleados públicos que sólo aparecen una vez al mes –y ahora, con las tarjetas de débito, ni eso– para cobrar su salario. Y, obvio, dejan una tajada de sus sueldos en manos del legislador o funcionari­o que los designó.

En ocasiones, el 10%. En ciertos casos que conoce este autor, hasta el 60%. Algunos lo hacen para contribuir con un proyecto político; otros lo toleran por necesidad, porque necesitan el empleo. Ejemplo teórico: veinte empleados con salario neto de $ 15 mil cada uno. Sumados dan $ 300 mil por mes. Al cabo de un año, con aguinaldo incluido, acumulan $ 3.900.000. Si de allí se extrae el 25%, implica un fondo común de $ 975 mil cada 12 meses. Este ejemplo, por demás primitivo, ofrece un atisbo a la forma en que muchos políticos arman un fondo con aportes voluntario­s –o no tanto– que ayuda a mantener su estructura política, financiar su próxima campaña electoral o montar una suerte de sistema de pensión, privado y temporal, para todo su equipo si les toca volver al llano. Aunque si el cacique es un truhán es para engordar su bolsillo y generar su piñata personal.

Va otro ejemplo: agrupacion­es como La Cámpora –pero no sólo La Cámpora porque se repite en varios partidos políticos– hacen “vaquitas” del 1 al 10 de cada mes para juntar dinero con el cual cubren los alquileres de sus Unidades Básicas y la comida y los traslados en micros cuando viajan a militar a distintos puntos del país.

Va otro ejemplo más: sólo durante la gestión del vicepresid­ente Amado Boudou al frente del Senado se designaron 2 mil empleados más, pero no son todos cercanos al oficialism­o. Más de la mi- tad de los senadores –de todos los partidos– contrató parientes. Que se suman así a los designados en gestiones anteriores, que se acumulan con el paso de los lustros y décadas por “capas geológicas”.

Muchos de esos senadores nombraron a sus familiares por una cuestión de confianza. Saben que sus hijos no los traicionar­án, no abrirán la boca ante extraños y trabajarán a destajo. Es decir, no son ñoquis, pero sí beneficiar­ios directos del nepotismo. A ellos se suman otros senadores, que optaron por tomar al Estado como una suerte de seguro personal de desempleo. Entre ellos, el ex presidente Carlos Saúl Menem con su hijo Carlos Nair. El riojano no asistió al recinto durante casi dos años, mientras que su hijo figuró como empleado en el Senado con un contrato de locación de servicios por $ 6 mil al mes hasta octubre de 2013 (...). Entre 2003 y 2012, el sector público contrató un promedio de 278 personas por día, hasta superar los 3,6 millones de empleados públicos. Y desde enton-

ces, el ritmo se aceleró: para 2015 el promedio de ingreso al empleo público trepó a 346 por día, entre 14 y 15 por hora; uno cada 4 minutos, según datos de los periodista­s Diego Cabot y Francisco Olivera, en su libro Los platos rotos.

Valen, sin embargo, tres aclaracion­es: la primera, que el 63% de los empleados públicos se distribuye­n entre las provincias; otro 17% en los mun ic ipios; otro 17% en la Nación y el 3% restante correspond­e a empresas estatales y bancos públicos. ¿Un ejemplo de nepotismo provincial? El del gobernador Daniel Scioli, cuya esposa Karina Rabolini preside la Fundación Banco Provincia, en la que antes figuró como deudora irrecupera­ble por US$ 1,4 millón, mientras que su hermano Nicolás Scioli fue primero secretario de Política Ambiental y luego vicepresid­ente ejecutivo del Grupo Banco Provincia, y su esposa Pilar Doura - dinha fue coordinado­ra de Desarrollo Social de la Dirección Provi ncia l de Islas, consultora de la Organizaci­ón para el Desarrollo Sustentabl­e (rango de subsecreta­ria) y asesora en la Jefatura de Gabinete. No sólo eso. El ex motonauta también nombró en Islas a Roberto Casavecchi­a, el hombre que lo salvó en el río cuando perdió su brazo.

La segunda aclaración, en tanto, pasa por remarcar que no se trata de una cuestión de contar con muchos o pocos empleados públicos, ni de preferir un Estado “grande” o “chico”. Se trata de contar con un Estado “bobo” o “inteligent­e”, con personal capacitado y con la infraestru­ctura y los recursos necesarios o no. ¿Un ejemplo? En 2014, recuerdan Cabot y Olivera, por cada peso que el Estado nacional destinó a obras públicas se destinaron otros $ 5 a cubrir los sueldos de empleados públicos o subsidios a la energía y al transporte.

La tercera y más relevante, que la inmensa mayoría de esos empleados trabajan a destajo, en situacione­s de riesgo –como policías, gendarmes y otras fuerzas de seguridad–, o compenetra­dos con el servicio público que brindan –maestros, médicos, enfermeros, asistentes sociales, jueces, fiscales, entre muchos otros–, mientras son testigos de cómo otros nunca aparecen por la oficina o van, pero para saquear (...).

Pero incluso la familia presidenci­al, que debería dar el ejemplo, se sumó a la fiesta del empleo público. Comenzó temprano con Néstor Kirchner, que creó un cargo especial en el Ministerio de Planificac­ión –subsecreta­rio de Coordinaci­ón de Obra Pública Federal para su primo, Carlos Santiago Kirchner. Y continuó la Presidenta, cuya nuera Rocío García se quedó con el puesto de “Coordinado­ra de Articulaci­ón Local de Políticas Sociosanit­arias” del Ministerio de Salud de la Nación en Santa Cruz, mientras que su hermana Virginia García se ubicó al frente de la flamante Regional Río Gallegos de la AFIP. Licenciada en periodismo y flamante abogada, Virginia García llevaba apenas cuatro meses dentro de la AFIP cuando a los 32 años tomó las riendas de la Regional en agosto de 2010. Pero nunca ocultó sus simpatías políticas. Candidata perdidosa a senadora nacional en 2011, figuró en febrero de 2015 como una de las firmantes de una solicitada en apoyo a la Presidenta tras la muerte de Nisman. Mientras en ese texto estampó su firma junto a la frase “Con Cristina en el corazón y con Néstor en el alma”, desde la Regional de la AFIP podría afrontar un conflicto de interés: debería controlar al núcleo del poder político y económico K. Desde Lázaro Báez, Rudy Ulloa y Osvaldo Sanfelice a De Vido, a su propio cuñado Máximo y, por supuesto, a la Presidenta.

El sistema vela por el sistema.

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PROTESTA. Empleados públicos despedidos. Corrupción, eje de la opinión pública.

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