Un camino que empezó hace más de 20 años
María Eugenia Vidal tenía 23 años cuando, en su primer trabajo, comenzó con encuestas de opinión pública para la consultora Ledesma. Aún no había terminado de estudiar Ciencias Políticas en la UCA y, como experiencia con su mejor amiga de la facultad, Silvana Leske, pro- baron suerte. En ese entonces, le tocó ir a recorrer las villas del conurbano bonaerense. Como una premonición, debía preguntarles a los vecinos de los asentamientos sobre su vida cotidiana, sus preferencias culturales y sus líderes políticos. En ese entonces, en los eternos viajes de dos colectivos y un tren, ya se preguntaba cómo poder entender la realidad que vivían aquellos que, a diferencia de ella –una joven de clase media de Flores– apenas alcanzaban a sobrevivir. Ese fue el germen que despertó en Vidal su pasión por ocuparse de las temáticas so- ciales. Luego, desde la Fundación Sophia y ya en el macrismo como asesora y ministra de Desarrollo Social porteña, caminó las villas de la Ciudad y se adentró en la problemática. Pudo ser ministra nacional –un cargo con el que soñó– pero la gobernación la encontró primero.