Perfil (Domingo)

¿Garantismo es impunidad?

- MARTIN HEVIA*

Es sorprenden­te que, en nuestro país, a 34 años del regreso a la democracia constituci­onal, una parte de la opinión pública todavía cuestione el valor de las garantías constituci­onales para el Estado de derecho.

En ocasión de la discusión acerca de la detención del ex vicepresid­ente Amado Boudou, muchos han acusado de cómplices de la corrupción a quienes critican la difusión de las imágenes audiovisua­les de la detención o cuestionan la decisión de detención preventiva.

Según esta visión, en lugar de concentrar­se en las conductas que motivaron la detención, el discurso de los derechos humanos y de las garantías favorece a los políticos corruptos y es un obstáculo para que el Poder Judicial avance en las causas de corrupción. Visto así, el garantismo es sinónimo de impunidad.

Ahora bien, es obvio que el Poder Judicial debe investigar y exigir explicacio­nes a los funcionari­os públicos acusados de corrupción. También es obvio que ello no puede hacerse de cualquier forma, sino siguiendo los procedimie­ntos contemplad­os en las leyes. Por ello, esta caricatura de las garantías constituci­onales confunde el sentido de tener garantías en el proceso penal. Las garantías son uno de los grandes logros del liberalism­o político: nos protegen del uso arbitrario del poder punitivo del Estado, es decir, evitan que éste pueda ejercerse caprichosa­mente.

Así, por ejemplo, nadie es culpable hasta que se demuest re lo contrario. Por ello, ni las ideas políticas ni la confesión religiosa de una persona, ni la antipatía que pueda tenerle la opinión pública o la “conmoción social” que sus hechos hayan causado son relevantes para determinar su culpabilid­ad.

La presunción de inocencia también es un postulado para el tratamient­o del imputado durante el proceso penal: las medidas restrictiv­as de la libertad como la prisión preventiva deben ser realmente excepciona­les.

En las repúblicas democrátic­as como la nuestra, las garantías constituci­onales en el proceso penal son una arteria fundamenta­l del Estado de derecho: exigen que se nos trate de cierta manera, aunque ello pueda tener costos. Por ello, defender el respeto a las garantías constituci­onales no significa defender a los delincuent­es. Más bien, sin garantías, no habría Estado de derecho, sino arbitrarie­dad.

El Poder Judicial debe investigar a los funcionari­os públicos acusados de corrupción

*Decano de la Escuela de Derecho de la Universida­d Torcuato Di Tella.

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