Primos inter pares
La importancia de llamarse Caputo en el gobierno
El 20 de octubre de 2016, cuando el gobierno de Mauricio Macri llevaba diez meses y medio y los egresados estaban a punto de festejar los cuarenta años del último día de clases, buena parte del gabinete nacional se encontró en el lugar que los había cruzado por primera vez. Una recepción bandejeada de fiambres, empanadas y perniles fue el paso previo a la comida en el salón comedor del colegio. Estaban presentes ex alumnos de todas las épocas. Hubo un millar de asistentes. Entre ellos, Macri.
Mesas largas, con lugares asignados de antemano por el referente de cada camada de egresados, recibieron a los comensales. Los chicos de cuarto año oficiaron de mozos a cambio de una propina para ahorrar para su viaje de egresados. El plato principal fue un pollo relleno con papas rústicas, cocinado por la empresa que trabaja en el comedor del colegio todos los días, Cook’s SRL. Los organizadores compraron los vinos Portillo y Alaris en el supermercado mayorista Makro. De postre, un clásico bombón suizo y uno de los momentos esperados por todos: el discurso del Presidente. “Buenas noches. Me está resultando más difícil hablar hoy acá que en la ONU”, saludó a los Newman. Fue ovacionado.
Estaban presentes cuatro egresados de la primera camada, 1953, y 75 de la última, 2015. Esto último enorgulleció a los organizadores, porque los más jóvenes suelen mostrarse reacios a asistir a las cenas del colegio. Todos pagaron una entrada simbólica. La más cara era de 300 pesos. La participación del Presidente funcionó como un gran atractivo. Junto a él estuvieron Torello, los ministros Alfonso Prat-Gay (por entonces en Hacienda), Jorge Triaca (Trabajo), el secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Pablo Clusellas, y el director ejecutivo de la Anses, Emilio Basavilbaso. Todos ex alumnos. De los 45 egresados de la clase 1976 asistieron 25. Caputo faltó. Horas antes del encuentro había sido operado, por vía nasal y oral, de una afección en el hueso cigomático, que da forma a los pómulos. Una intervención programada.
Desde el escenario, Macri enfatizó que con su llegada al poder la Argentina inició un cambio cultural, un “reencuentro con valores centrales”. “Y muchos de esos valores yo siento que los aprendí aquí. Me los transmitieron los Brothers con su método, en su época… con la regla, la piña, la patada, pero finalmente lo entendías, ¿no?”, sonrió antes de seguir: “Y de esos valores, el que yo más he aplicado en mi vida es el del trabajo en equipo, el compañerismo, la lealtad”. Para ello apeló a sus conocidos del colegio: Clusellas, que fue compañero de curso de Macri y Caputo; Torello, que estuvo un par de años en el colegio, en la secundaria, pero no egresó allí y es de los menores del grupo, al igual que el secretario de Planificación Estratégica del Ministerio de Justicia, Mauricio Devoto. También, además de Triaca, Prat-Gay y Basavilbaso, pasaron por esas aulas el jefe de la cartera de Interior, Rogelio Frigerio, y Gregorio Centurión, secretario de Comunicación durante la primera gestión de Macri en la Ciudad y uno de sus amigos cercanos. Centurión se suicidó en diciembre de 2010, a los 52 años, en momentos en que la oficina a su cargo era investigada por presuntos manejos irregulares en la asignación de la pauta publicitaria.
A ellos, Macri les dedicó un párrafo especial en su discurso. “Les agradezco a todos los que se han sumado a ayudar, que acá en el colegio hay varios. José Torello, Jorgito Triaca, Alfonso, Toto Caputo, que hoy no sé si vino, Emilio también. Y el más peligroso de todos, que ahora con el expediente electrónico firma los decretos y ni siquiera me consulta, que es el secretario de Legal y Técnica, Pablo Clusellas”, enumeró en un repaso rápido en el que incluyó al ministro Luis Caputo, a pesar de que no egresó del Newman. Los ex alumnos se reían. A todos les pidió “esfuerzo” para ayudar a “los que no la están pasando bien”. Su discurso mezcló política y conceptos de superación personal. A los más jóvenes les habló de la “importancia del servicio”. “Trabajar por los demás y hacerlo desde el Estado, desde un gobierno, te va a hacer sentir plenamente [sic] y el país lo necesita”, aseguró. Para terminar recomendó Happy, un documental que había visto en Netflix y que pretende demostrar que el dinero no hace la felicidad. Lo aplaudieron de pie. (...)
Las denuncias por la relación en-
Las denuncias por la relación entre Nicolás Caputo y Macri se pusieron sobre la mesa en la campaña nacional
tre Nicolás Caputo y Mauricio Macri pusieron sobre la mesa, de manera temprana en la campaña nacional de Macri, algo que quedó más en evidencia con la jura del gabinete del nuevo presidente: los conflictos de intereses de muchos ejecutivos que dieron el salto a la función pública y que ahora deben regular a las empresas en las que hasta hace meses desempeñaban altos cargos y de las que, en algunos casos, siguen siendo accionistas.
El caso más resonante fue el del ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, presidente de la petrolera Shell Argentina durante 12 años antes de embarcarse en la función pública. A los diez meses de haber asumido, Aranguren debió vender las acciones que mantenía en su poder de la compañía que había capitaneado durante el kirchnerismo, ante la creciente presión pública. Las investigadoras Ana Castellani, Paula Canelo y Mariana Heredia, del Observatorio de Elites del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín,
Nicolás dice que sólo opina si Mauricio se lo pide. Pero que, cuando lo hace, no ahorra críticas.
relevaron los 367 cargos jerárquicos que conforman el gobierno de Macri y encontraron que el 31% de los funcionarios ocupó alguna vez un puesto de alta o medio/alta gerencia en el sector privado. A su vez, el 22% de los funcionarios nunca antes había ocupado un cargo público. Son, según las académicas, dos rasgos inusuales en la administración pública.
Esta tendencia se consolida en las áreas económicas del Gobierno. En el área de Energía, los funcionarios con trayectorias “privadas puras” (sin paso previo por el Estado) ocupan la mitad de las dependencias jerárquicas. En el Ministerio de Producción, los ex ejecutivos representan el 39% del Gabinete. Pero los ex CEO también ocuparon el área política. Mario Quintana, accionista del Grupo Pegasus (un fondo de inversión que controla la cadena de farmacias Farmacity y que supo asociarse con Caputo en proyectos inmobiliarios), y Gustavo Lopetegui, ex CEO de la aerolínea LAN Argentina, se desempeñan como coordinadores entre los ministros y el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Distintas operatorias con contratos futuros del dólar evidenciaron el entrecruzamiento entre lo público y lo privado y los conflictos de intereses que genera. Esos mecanismos financieros sirven como cobertura para productores y exportadores que dependen del valor de la divisa, pero sobre el final del kirchnerismo, ante la expectativa de devaluación inminente, empresas y particulares se volcaron a apostar cuál sería el valor del dólar en búsqueda de ganancias fáciles. Si el dólar futuro a marzo de 2016 fijado a fines de 2015 era de 15 pesos y la divisa oficial cotizaba en torno a los 9,50 pesos, quien compraba futuros a 10 pesos (el valor que fijaba el Banco Central al intervenir en el mercado con el objetivo de moderar expectativas) se cubriría de la devaluación y embolsaría una jugosa ganancia. En sus tiempos de ejecutivos, Quintana, el secretario y luego ministro de Finanzas Luis Caputo (primo de Nicolás) y otros funcionarios compraron “dólares futuros” ante este escenario. Luego, el Gobierno devaluó y puso precio a los contratos que varios de sus ministros habían adquirido como ejecutivos. El Estado decidió entonces gravar la operatoria con un impuesto extraordinario para recuperar parte de la pérdida que sufrió, porque el Banco Central se había comprometido a pagar por los dólares un 50% menos de lo que pasaron a costar. El mismo Caputo debió declarar ante la Justicia, ya que la constructora de su familia también invirtió en futuros. (...)
El inicio de la presidencia de Macri fue duro. El Gobierno heredó una economía estancada y que acumulaba problemas: una fuerte restricción al acceso y la disponibilidad de dólares (el “cepo cambiario” que dominó los últimos cuatro años de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner), una inflación del 25% anual y dos dígitos desde hacía una década, onerosos subsidios a la energía que desalentaban inversiones y aumentaban el déficit del Estado, y un litigio interminable con fondos buitre tenedores de deuda en default que impedía el acceso del país a los mercados voluntarios de deuda a tasas razonables y lo sometía a embargos permanentes. Los asesores económicos de Macri y de su rival en las elecciones presidenciales, Daniel Scioli, consideraban inevitable el ajuste, pero diferían en cómo implementarlo. (...)
Una vez en la Casa Rosada, Cambiemos llevó adelante un conjunto de medidas que profundizaron el cuadro de alta inflación y recesión durante los primeros siete meses de gobierno. Para desarmar el cepo cambiario, devaluó el tipo de cambio un 40%. Eso presionó sobre la inflación y la demanda de dólares durante el verano. Para contener la fiebre de divisas y la presión inflacionaria, el Banco Central, conducido por Federico Sturzenegger, llevó adelante una implacable política de tasas de interés elevadas para incentivar el ahorro y desalentar la compra de divisas.
Los efectos colaterales fueron inmediatos: el costo de financiamiento para las empresas locales se encareció, lo que detuvo inversiones, complicó el crédito de corto plazo para capital de trabajo y contrajo aún más la actividad. Las Letras del Banco Central (Lebacs), títulos de deuda de corto plazo emitidos por la autoridad monetaria, pasaron a pagar 38% anual en su tramo más corto, a 35 días, o diez puntos más que un plazo fijo. Hasta los inversores minoristas, que apenas conocían estos instrumentos, se subieron a la bicicleta financiera que garantizaba el mejor rendimiento del mercado
al menor riesgo. Si en febrero estos pequeños inversores se llevaron 325 millones de pesos en Lebac, en abril suscribieron más de 2.300 millones.
Nicolás dice que sólo opina si Mauricio se lo pide. Pero que, cuando lo hace, no ahorra críticas. “No me puede echar, no cobro nada, no soy funcionario… Estoy en una posición muy cómoda para decirle cosas”, explica. Otras fuentes del entorno del Presidente coinciden: es la única persona que le dice las cosas en la cara, sin miramientos.
Industrial y constructor al fin, se quejó de la bicicleta financiera pero compró deuda del Banco Central. “Nunca en mi vida había comprado Lebacs. Compré y todavía tengo”, detalla meses después. “Con estas tasas, hasta el working capital (capital de trabajo) pongo en plazo fijo”, afirmó además delante de integrantes del gabinete nacional. Así lo detalló un funcionario que equiparó las quejas del hombre que más conoce a Macri con la del resto de los empresarios que desfilaban cada día por su despacho, preocupados por la paralización de la obra pública y el alto costo del financiamiento.
Hombre de negocios, Caputo no dejó pasar la oportunidad de ganar dinero con la bicicleta que él y sus pares tanto criticaban. Con un condimento extra: contaba en su patrimonio con 22 millones de pesos que Macri le había cedido en calidad de préstamo, según consta en la declaración jurada de bienes de 2015 del Presidente.
De alguna manera, la devaluación del 17 de diciembre de 2015 que dio inicio al plan económico de Macri obligó a Caputo a pasar por tribunales. Desde meses antes –sobre todo cuando Macri comenzó a encabezar las encuestas, después de la primera vuelta– Argentina supo que la depreciación del tipo de cambio era un hecho. En el último tramo de la gestión kirchnerista, el Banco Central, falto de reservas, defendía el valor del peso mediante contratos de dólar futuro. Estos instrumentos son pactos de cobertura que suelen usar exportadores para tener una previsión del valor de la divisa.
Pero ante la sensación de devaluación inminente, empresas y particulares utilizaron en forma extensiva la herramienta. Pactaban, por ejemplo, en noviembre, un precio del dólar para marzo del año siguiente de 10 pesos. Como el Banco Central intentaba dar señales de que no habría una devaluación brusca, validaba esos contratos, aunque cuando finalmente llegó la fecha de liquidarlos terminó paga ndo 14 pesos por cada dólar.
Por esta maniobra, el juez Claudio Bonadio procesó a la ex presidenta, a su ministro de Economía, Axel Kicillof, y al presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli. Fue a raíz de una denuncia de Cambiemos, que entendió que la autoridad monetaria vendía contratos artificialmente bajos y eso perjudicaba al Estado. El perjuicio, sin embargo, se concretó a partir de la devaluación que promovió la gestión de Macri. El BCRA debió pagar 77 mil millones de pesos por esos contratos. Entre los compradores hubo empresas vinculadas a funcionarios del nuevo gobierno, como el fondo Pegasus, del vicejefe de Gabinete Mario Quintana, y Axis Sociedad Gerente de Fondos Comunes de Inversión, presidida por el secretario de Finanzas, Luis Caputo, luego designado ministro del área, tras la salida de Alfonso Prat-Gay y el desdoblamiento del ministerio. Primo de Nicolás, Luis Caputo había llegado al Gobierno de la mano, justamente, de Prat-Gay. Quintana y él fueron ejecutores del plan económico que incluyó la devaluación y negociaron con los operadores bursátiles la forma en que el Gobierno cancelaría esos contratos onerosos. También aparecieron en la lista de compradores de dólares futuros el jefe de asesores presidenciales, José Torello, y el coordinador del gabinete económico, Gustavo Lopetegui, según contó el periodista Iván Schargrodsky en la web El Destape. El 25 de abril de 2016, Nicolás debió presentarse ante Bonadio porque Caputo SA, la constructora de su familia, operó 3.560 millones de dólares en contratos futuros entre el 8 y el 27 de octubre de 2015. Dejó un escrito en el que se desentendió del asunto. “Tal como podrá confirmar el Banco Central de la República Argentina no efectué ninguna operación vinculada a la compra de dólar futuro. La firma Caputo SA, según me informan, sí efectuó compra de dicho producto pero aclaro que no soy ni era presidente, director ni apoderado de dicha sociedad. Es más, sólo registro el 21,35% del capital societario, por lo cual no soy accionista mayoritario ni controlante”, se defendió. En el documento original tuvo que hacer una corrección de último momento, antes de presentarlo en el juzgado: el porcentaje de acciones en su poder aparece escrito con birome sobre un manchón blanco de líquido corrector, que lo hace resaltar más en la hoja.
Primo de Nicolás, Luis Caputo había llegado al Gobierno de la mano, justamente, de Prat-Gay