Lo que todos nosotros sentimos
En 1957, localicé en la librería británica Pigmalión de Buenos Aires el número 2 de la revista-libro norteamericana Evergreen Review dedicado a la escena contracultural de la ciudad de San Francisco, y por añadidura a la generación beat. Encargué la edición inglesa de la flamante novela de Jack Kerouac En el camino y el poemario Howl ( Aullido) de Allen Ginsberg. Ese mismo año, un amigo me envió desde Nueva York una edición de la revista Beatitude. Así descubrí la existencia de una camada de escritores rebeldes con quienes sentí una afinidad instantánea. La escena poética porteña se había varado en el surrealismo, en tanto las obras de Kerouac abrían los portales del budismo zen y del poder del orgasmo, según Wilhelm Reich. Simultáneamente, desde Inglaterra surgía una corriente literaria de “jóvenes iracundos” encabezada por el dramaturgo John Osborne y el pensador Colin Wilson. Nada de eso salía en los suplementos literarios argentinos. Las traducciones se demoraron, pero yo tenía la ventaja de ser bilingüe y de leer todo en el idioma original. Y era un bohemio de 20 años, adicto al cine arte Lorraine de la avenida Corrientes y al jazz moderno. Comencé a traducir al castellano la nueva poesía de Estados Un ido s , e s p e c i a l - mente Gary Snyder, LeRoi Jones, Gregory Corso y Lawrence Ferlinghetti. Kerouac clamaba en un manifiesto: “Muy errados están los que piensan que la generación beat significa crimen, amoralidad, inmoralidad y delincuencia. ¡Pobres los que nos atacan porque no comprenden la historia y las aspiraciones del alma! ¡Pobres los que no se dan cuenta de que América debe cambiar y cambia!” En 1959 inicié mi correspondencia amistosa con Ginsberg, quien me alentó a editar mis traducciones en una nueva revista: así nació a fines de 1961 Eco Contemporáneo, faena que compartí con Antonio Dal Masetto. Publicamos 13 números a través de los años 60. Y fundé una liga interamericana de poetas llamada Nueva Solidaridad con el apoyo de Julio Cortázar, Miguel Brascó, César Fernández Moreno, Thomas Merton, Ernesto Cardenal y Henry Miller. En 1962, desde Calcuta (India) Ginsberg me escribió diciendo: “Querido Michael, si uno pudiera escribir un solitario poema futurista de ciencia ficción sobre deambular por las calles de Buenos Aires todas las líneas derribadas teléfonos incomunicados correos detenidos las ruedas de las máquinas varadas & la población & vos mufado con ejércitos retumbando calle abajo en otros barrios de la ciudad & rumores volando como serafines sobre los tejados quien tomó el Poder sobre el universo, sí sí sí escribí ahora cómo se siente eso que todos nosotros sentimos en cada país mufados y solos cuidate…”. Llegué a Nueva York en febrero de 1964, nuestro primer encuentro. Un año después, ambos fuimos jurados del premio Casa de las Américas en La Habana. Nuestro nexo fraternal creció y creció. Prologó mi libro La generación de la paz. En 1990, auspició una reunión de Nueva Solidaridad en el Instituto Naropa de Colorado. Falleció a los 71 años en 1997.