La bandera de fondo
del ARA San Juan inaugura el primer problema autóctono de la administración Macri.
No se ve en todos los videos, pero hay uno que claramente muestra a Oscar Aguad apoyando la mano en el atril sobre el que Macri da su breve discurso. La gestualidad de Aguad es explícita, casi abatido, pone su mano, parece, para sostenerse. La otra mano cuelga al costado del cuerpo sin moverse, y en ese brazo inmóvil parecen representarse las dudas de la gestión. Macri demora nueve días en hacer una primera declaración y en ese tiempo se expresa la incomodidad de un caso que se desplaza del confort que el enemigo kirchnerista le ha brindado en estos años felices de combate al macrismo. El submarino parece toda responsabilidad de este gobierno.
Si los autos chocan en las rutas, es por la falta de acción de años del Estado en repararlas, y si las inversiones no llegan, es porque los doce años de kirchnerismo inundaron de pánico al dinero mundial, y si la inflación no baja, es porque va a llevar tiempo, igual que el déficit fiscal, que también requiere carga temporal; porque todo el mundo puede ser explicado por la dicotomía “antes desastre/hoy reparación”. Sin embargo, esto del submarino parece obligarlos a una imaginación alternativa. Engañados por la Marina, que les oculta información, se obligan a resolver un problema en el que no se puede colocar allí a Cristina Kirchner.
A diferencia del caso Maldonado, en la oposición hay un leve silencio. Aguad tendrá que dar explicaciones en el Congreso, pero no existe una movilización pública ni un escenario comunicacional de batalla en los medios. Los periodistas hacen desfilar a los expertos en submarinos, obligados todos ellos a sumergirse en conjeturas sostenidas por la presión de las preguntas, pero justo cuando más se necesita a los Kirchner, éstos no aparecen. No queda claro cuánto esto pueda extenderse, y probablemente sea poco, pero en esta ausencia hay parte del secreto del silencio gubernamental. Expertos en hablar del kirchnerismo se encuentran por estos días construyendo una visión discursiva nueva para un mundo diferente.
El discurso de Macri demoró en aparecer y luego fue sucinto, breve, corto. Macri y su gobierno están casi fuera de la escena pública, no hablan. Macri visita el Edificio Libertador y se filma hablando con personal de la Armada, pero sólo vemos sus gestos, sus manos que se mueven, pero no sabemos lo que dice. Son 40 minutos y listo, mientras el resto del día se sigue completando con la espera eterna de ver de nuevo a Balbi decir que no hay novedades, a Balbi y a su exagerado y dudoso sol de fondo.
Hace sólo semanas que otra vez Cambiemos logró exponer una capacidad fa ntástica pa ra monta r una campaña electoral. Volvió a ganar la provincia de Buenos Aires y sus procesos de comunicación podrían describirse como ordenados y perfectos. Mientras todos los buenos se mostraban y recorrían los programas de todo tipo, y sólo ocultaban a Bullrich, hoy todos se sumergen en la desaparición. Lo único que vemos es a Balbi, a Balbi y a ese sol irregular, que la Marina eligió mostrar, que todo lo ve extraño y que representa la duda de todos, hasta la de Macri.
El ARA San Juan inaugura el primer problema autóctono de la administración Macri
*Sociólogo. Director de Quiddity.