MIS CIEN
con los gobernadores, los legisladores y los gremialistas, cumplirán el objetivo de solventar el elefante blanco del Estado argentino y seguir para adelante para ver quién, cómo y cuándo se planteará la efectiva y concreta solución al problema. La realidad es que sin una reestructuración del Estado, complementada con otras medidas racionales y profundas, que produzca una disminución del déficit fiscal actual, no habrá solución positiva posible a mediano plazo y largo plazo. Triste e increíblemente, los jubilados siguen siendo los patos de la boda. Las medidas sobre las jubilaciones son una clara evidencia de que se les sigue metiendo la mano en el bolsillo para solucionar otros problemas, y nadie, ni gobierno, ni oposición, ni políticos, ni sindicalistas, etc., se preocupan por los jubilados más allá de utilizarlos miserablemente para sus objetivos políticos. No obstante ello, continuemos mirando la luz al final del camino aunque sea pequeña. Oscar E. García osedgar@yahoo.com Dicen que la madre Teresa de Calcuta, ante la requisitoria de un periodista respecto de por qué tenía un leprosario para cien personas cuando ella podía construir una organización mucho más grande, contestó: “Estos son mis cien. ¿Cuáles son los suyos?”. Yo, luego del fragor electoral y sus resultados, me pregunto cada día: ¿quiénes son los que quieren defender a los mismos cien que yo amo? ¿Quién piensa en esa persona de clase media agobiada por el aumento de tarifas e impuestos? ¿Quién se ocupará de que haya teléfonos públicos y bebederos en las plazas? ¿Cómo harán para que la cultura esté al alcance de todos y no sólo de aquellos que pueden comprar libros de 400 o 500 pesos? ¿Qué legislador estará dispuesto a votar un presupuesto donde la educación sea prioritaria y la jornada escolar extendida una realidad que no sea letra muerta de una ley de hace una década? ¿Quién defiende a los jubilados que integran esos cien que amo, cuyo haber apenas alcanza la canasta alimentaria y que no entienden por qué se habla de índice de actualización de “una miseria”, cuando debería hablarse de aumento de la jubilación? ¿Quién puede pensar que regímenes jubilatorios especiales, por las características insalubres o desgastantes, física e intelectualmente, de las tareas, pueden ser “de privilegio”? Yo conozco los cien que defiendo. Los veo cada día levantándose una hora antes para viajar un poquito mejor en colectivos repletos. Los escucho hablar en las colas frente a los bancos para dar supervivencia o cobrar “la mínima”. Los admiro cuando se la rebuscan para arreglar y no tirar una ropita para el nene. Los abrazo cuando veo que gastan su voz y se preocupan por un niño que no comprende la lección del día. Los miro en la esquina, cuidando la seguridad de los vecinos y los felicito porque veo que dejan la vida atendiendo en los hospitales para cumplir con su misión solidaria. Yo conozco cuáles son mis cien, pero me pregunto: ¿Quiénes son los que defienden a estos cien que amo? Miguel Angel Reguera miguelreguera@yahoo.com.ar