El caso de las niñas de Irak
En todo Irak, el conflicto armado dejó secuelas gravísimas en el sistema educativo. Un caso que sirve para retratar lo que allí sucede es el de Al-Rajaa, la única escuela de ciencias para 600 niñas en Ramadi, que el año pasado sufrió un gran daño por encontrarse en la primera línea de enfrentamiento.
La directora de la escuela, Zainab Faisai, había trabajado allí durante 36 años y fue una de las últimas en irse. “El año pasado estuvimos trabajando en una escuela primitiva destruida. Todos los profesores y estudiantes estábamos psicológicamente agotados”, recuerda Zainab. Tal vez esos recuerdos ella jamás los olvide, pero Zainab y su equipo de maestros estaban decididos a volver a abrir la escuela. En los últimos meses, el CICR ayudó con la tarea. Cuando un equipo visitó por primera vez la escuela, encontró un gran peligro: “Caían morteros desde el segundo piso y se encontraron cohetes en el suelo. Ya no se podía acceder a todo el segundo piso, había explosivos y contaminación por armas”, explica la jefa de la delegación, Katharina Ritz.
El personal de desminado del CICR eliminó la ordenanza sin detonar. Mientras tanto, crearon “escuelas temporales en caravanas, que no tienen electricidad, sistemas de refrigeración o aislamiento térmico. No son lo mismo que las escuelas construidas adecuadamente, que tienen paredes y techos”, graficó Karina.
Cuando Al-Rajaa fue reabierta, fue un día feliz para todos. Las estudiantes cuentan que “no estábamos motivadas para estudiar. No teníamos suficientes maestros. Ahora, los maestros volvieron y estamos motivados para estudiar. Ellos estaban estresados, pero ahora están mejor”.