Colosos del mar
La tragedia que involucra al ARA San Juan y a sus 44 tripulantes nos mantiene a todos expectantes de las noticias que se van transmitiendo, y los periodistas se ocupan de investigar y comunicar lo concerniente al ámbito de los submarinos que sólo los especialistas conocen en profundidad.
La mayoría de la gente jamás ha visto un submarino de cerca y sólo ha conocido algo de ellos a través del cine. Para Pobre mariposa, Raúl de la Torre filmó una escena en Mar del Plata con un submarino del que surgían refugiados nazis que desembarcaban en la Argentina protegidos por Perón. La visión de la embarcación con el emblema nazi trajo desconcierto y estupor en la población.
El cine estadounidense mostró submarinos en contadas películas, sobre todo por las dificultades técnicas para filmar en un ámbito opresivo, con pequeñas puertas, pasillos angostos y camarotes diminutos. Tiburones de acero (1943), de Archie Mayo, fue rodada en plena Guerra Mundial, y además de narrar las arriesgadas misiones de los submarinistas enfocaba el problema de dos oficiales enamorados de una misma mujer. El título en inglés, Crash Dive, aludía a una sumersión rápida en una emergencia.
Colosos del mar, con Clark Gable y Burt Lancaster, se basó en la novela Run Silent, Run Deep. Su autor, Edward L. Beach, hizo carrera en la marina, donde alcanzó el grado de capitán, y sus conocimientos sobre los submarinos fueron volcados a la novela y fielmente trasladados al cine. El título se refiere a la profundidad y el silencio en que los submarinos recorren los mares, y la novela y el film destacan el coraje de su tripulación. La reserva sobre la posición exacta de los submarinos se intuye cuando el capitán dice en un momento: “Ni siquiera Pearl Harbor sabe dónde estamos”.
En 1956, Blake Edwards filmó Sirenas y tiburones, con Cary Grant y Tony Curtis, ambientada en un submarino, pero en tono de comedia. Los protagonistas, con experiencia muy desigual en la conducción de submarinos, rescatan de un naufragio a cinco oficiales femeninas de la marina y las incorporan a la tripulación, con las situaciones incómodas y humorísticas que acarrea la convivencia mixta. Asimismo, la escasez de materiales obliga a pintar al submarino de rosa. El zorro del mar, con Robert Mitchum y Curd Jürgens, narra una heroica batalla entre un destructor estadounidense y un submarino alemán, que finaliza en una tragedia que muestra al mismo tiempo la nobleza y la dignidad de dos hombres a los que las circunstancias colocaron en diferentes bandos.