Perfil (Domingo)

Vanguardia proyectada

- LAURA ISOLA

el flash se estrella contra el espejo. A i Weiwei es el que se saca la selfie que incluye de manera involuntar­ia a los policías que intervinie­ron en su traslado al hospital luego de haber sido golpeado. Iluminatio­n es el nombre de la obra que vio la luz en 2009 en las redes sociales donde el artista chino la publicó suturando de manera inestable el borde de su práctica: la política y la artística.

Esa imagen es, entonces, una cifra de la concepción bastante clásica de la vanguardia, hacer de la vida una obra de arte. Las condicione­s de producción artísticas de China son determinan­tes en términos de censura y persecució­n. Ambas fueron padecidas por Weiwei, al tiempo que resultan nodales de su obra. La autofoto, el artista en el medio de la cosa pública, en este caso, su cuerpo doliente, su remera rota, mientras que el orden estatal, el monopolio de una violencia abusiva y represora, tensiona su actividad. La paradoja está a la vista: el arte es posible en tanto el sujeto se vea violentado en su práctica.

Esa unión de la militancia, el activismo y el arte es, en algunas obras, más sutil. Una moderada referencia al uso del símbolo del cangrejo como epítome de censura en las redes sociales hace que He Xie, la instalació­n de fotografía­s y videos de la construcci­ón y demolición forzosa de su estudio en Shanghai, indique la causa pero también desate el proceso artístico e incluso la fiesta: el video exhibido en el exterior de este recinto documenta el proceso antedicho y una fiesta multitudin­aria organizada previa a la demolición.

Asimismo, quizá por la complejida­d del extraño proceso de apertura al capitalism­o en China, A i Weiwei tenga un efecto retro. Un pop que arrastra consigo toda la informació­n de la segunda parte del siglo XX y el desvío conceptual de Ai está menos en la repetición que en la intro- aI

Considerad­o como uno de los mayores artistas del presente, el artista y disidente político Ai Weiwei ha desembarca­do en en el país con una de las muestras más potentes del año. De la mano de Fundación PROA, y con algunas de sus obras más señeras, su paso por Buenos Aires coloca a la ciudad a la altura de las principale­s capitales culturales del mundo. Imperdible.

ducción del inconmensu­rable acervo chino. Se mezcla hacia adelante con las nuevas tecnología­s (las redes sociales) y hacia el pasado con las condicione­s de posibilida­d de la vanguardia: Marcel Duchamp. De hecho, la cita al autor de Rueda de bicicleta (1913) es ostensible y deliberada. Forever Bycicles, los más de mil rodados típicos de los habitantes de la potencia oriental con un orden de exacta geometría que están en la explanada de Fundación Proa, remeda a la rueda duchampian­a. Es el readymade Made in China. Este juego de palabras sintetiza la tradición occidental del arte contemporá­neo y el consumo a gran escala. Al estar sustraída por el artista que participa, a su vez, de los, por lo menos, dos mundos que conviven en su país de origen se multiplica­n los sentidos. La puesta en abismo

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abajo: Shanghai Studio (Jiading, Malu) y Bicicletas “Forever”.
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OBRAS. Arriba: Dejando caer una urna de la Dinastía Han;
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MATERIALES. De izquierda a derecha: Juguete sexual, Vasijas de porcelana apiladas como columna, Hombre colgado en porcelana (plata), Mapa de China, Contenedor de basura y Cámara de vigilancia con pedestal.

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