Errar es humano, pero mejor evitarlo
vivimos en el siglo XXI, pero veo que no es así. Declara la actriz Sandra Martínez, quien tuvo esa iniciativa, que “tuvo esa inquietud personal frente a la necesidad de producir un espectáculo realizado íntegramente en lenguaje de señas con la posibilidad de incluir a la comunidad oyente”, y agrega que la idea es que tanto la persona sorda como la que escucha “puedan disfrutar de la misma función”. El artículo es extenso. Dice más adelante que “mientras vivan dos personas sordas la lengua de señas va a existir”. No puedo hacer una carta tan extensa como para indicar cada uno de los errores en que incurre la actriz Sandra Martínez o quien realizó la entrevista. Son pocas las personas oyentes que conocen el lenguaje de señas. Asimismo debemos aclarar que lo que ocurre con los sordos es que escuchan pero no oyen. Si viven dos personas sordas puede ser que no se entiendan porque una conoce el primitivo sistema de lenguaje de señas y la otra tuvo la suerte de que sus padres pudieran darle una enseñanza de lectura labial y oralización, y por lo tanto no conoce ni quiso conocer el lenguaje de señas. Para comentar todo el artículo tendría que escribir un libro, pero dice más adelante que “en Finlandia, Noruega y Suecia, la lengua de señas es parte de la currícula oficial de las escuelas”. Si fuera cierto, sería una barbaridad, dado que es más fácil y económico enseñar a los sordos a leer los labios y a hablar que enseñar a toda una comunidad el lenguaje de señas. Se menciona también que una actriz hacía en una telenovela el papel de una mujer sordomuda. Los sordomudos no existen: el sordo que no habla es porque no se le enseñó. Sus cuerdas vocales pueden estar muy bien. Lamentablemente, temas tan importantes en la vida de los habitantes de nuestro país son tratados por personas que no conocen del problema, y el Estado ni se ocupa. Dr. José Brunetta josebrunetta@yahoo.com.ar cualquier proyecto de ley: los más importantes se reservan para otros. Asimismo, es bien mirado que los legisladores presenten la mayor cantidad de proyectos porque eso les da un puntaje en la competencia interna. En función de todo esto, como soy licenciada en Ciencias de la Educación, caí en la cuenta de que casi todas las profesiones, carreras y afines tienen su día menos la mía. Entonces elaboré un proyecto para declarar un día determinado como el Día del Licenciado en Ciencias de la Educación. En ese afán, busqué a quien dedicarle ese día para establecer una fecha. La carrera es bastante nueva y, según la página de Filo, no tiene fecha precisa de inicio. Mis requisitos para anclarlo en un día determinado fueron: que el personaje sea mujer, que haya obtenido ese título y elegir la fecha de su nacimiento por sobre la de su muerte, como es la costumbre. Quería poner mi profesión a la misma altura que las demás. ¿Pueden creer que no lo logré? ¿Por qué? ¡Por la mezquindad política! Yo sabía que el personaje elegido iba a dar para la polémica pero, por otro lado, ¿qué personaje no la da? Igual podía negociar, no me importaba el personaje. Concretamente pedí en la Comisión de Educación que eligieran otro personaje (estaba segura de que ninguno iba a ser de mi desagrado). En cambio, en la Comisión de Educación, la oposición me pidió que obtuviera el acuerdo de la decana de Filo. La conozco, fue mi profesora. La admiro, la quiero, la aprecio. Conseguí contactarla y le mandé un mail con el proyecto y con la aclaración de que se podía corregir. Por teléfono me dio el beneplácito. Nunca pude obtener un beneplácito escrito para dar fe de estas conversaciones. Aquí viene la mezquindad transversal: dentro del bloque me pasearon por el Ministerio de Educación de la Ciudad, los diputados de la Comisión, etc., etc., una y otra vez y de un año (2016) pasó al otro y ahí quedó sin llegar a nada. Yo creo que es vergonzoso para todos, los de un lado y los de otro. Si esto es así con una tontería como ésta, explica mucho lo que nos pasa en otros órdenes, ¿no? Alicia Singerenko Beneraff aliciasingerenko@gmail.com Los españoles los bautizaron gazapos, seguramente por aquello de que al mejor cazador se le escapa una liebre. Menuda tarea la del editor para evitar esto en títulos y textos, porque provocan en quien comete el error una enorme desazón y en quien lo lee una risa incontenible.
Para información de los lectores, es conveniente que sepan que cada artículo, título, epígrafe, textos destacados, fotos, han pasado por los ojos y la atención del redactor, el editor de la nota, los correctores (muchas veces, dos y hasta tres veces), el editor de la sección, el editor general, el jefe o secretario de redacción, el editor jefe de cierre, tal vez el director. Tantos filtros, sin embargo, no alcanzan siempre para impedir que esa liebre llegue a manos del destinatario, el lector.
En la semana que acaba de pasar, las palpitaciones del responsable de la tapa del diario Clarín habrán trepado a 200 cuando vio que la edición completa había llegado a los quioscos confundiendo, en un título junto a la marca, a l tenor José Cura (a punto de protagonizar una ópera en el Colón) con el fa llecido Domingo Cura, el más célebre bombisto del folclore argentino. Y ayer, la nota que Carlos Gabetta publicó en la página 68 de PERFIL habrá provocado más de un malestar hepático al autor, a los editores y al público. Se dice en el título: “De Cromagnon al submarino: un país de catástrofes recurrentes”. La palabra Cromagnon se encuentra también en el segundo párrafo y en la foto que ilustra la página. Pues mal: la tragedia que conmovió y enlutó a los argentinos el 30 de diciembre de 2004 sucedió al incendiarse República Cromañón (con ñ y tilde), un boliche de la zona de Once, en Buenos Aires.
Este ombudsman quiso saber cómo pasó este error. Según informó el jefe de redacción, fue la sección Corrección la responsable, al cambiar el texto original. Pasó, de todos modos, los restantes filtros que se indican más arriba.
La historia del periodismo muestra que este tipo de equivocaciones y confusiones puede ser contado por centenares, en ciertos casos desopilantes o asombrosos. Algunos de ellos:
En la década del 80, el formato sábana del diario La Razón mostró al menos dos gazapos graves en tapa: en uno de ellos, título principal a ocho columnas y tipografía casi catástrofe, se decía “Devaluaron el dólar”; obviamente, lo devaluado había sido el peso. En el otro, se daba por muerto al banquero Osvaldo Sivak, secuestrado por “la banda de los comisarios”, cuando en realidad se lo creía aún cautivo. Quien esto escribe, el ombudsman de este diario, fue responsable de ambas publicaciones.
En junio de 2013, el Diario de Pontevedra, España, tituló: “Fallece por segundo día consecutivo una mujer de 103 años”. Título engañoso pero técnicamente correcto: el día anterior había muerto otra mujer de la misma edad.
La versión digital de El País de Madrid anunciaba en 2008 que el actor Gael García Bernal sería padre un mes después, tras un prolongado embarazo –¡cuatro años y medio!– de su mujer, la actriz argentina Dolores Fonzi.
En octubre de 2010, el diario La República de Montevideo informó en un recuadro de último momento: “Falleció el vicepresidente argentino Néstor Kirchner”. Gobernaba su esposa, Cristina Fernández, y el vicepresidente era Julio Cobos. Nada mejor que la fe de erratas, porque ella permite reconocer las equivocaciones y darles a los lectores, con tal aceptación, un mayor margen de credibilidad en el medio elegido. Para cerrar, esta desopilante fe de erratas publicada por el diario El País: “Un fallo del sector informático llenó de errores algunos párrafos del reportaje ‘Los artistas pasan por el diván’, publicado ayer. Se llamaba ‘El diván del timorato’ al disco de Carlos Cano ‘El diván de Tamarit’, inspirado en García L orca, no en Gracia Loca; los versos son Gacelas y casidas, no tócalas y casadas; y la sala de muestras es San Hermenegildo, no San Hermenéutica”. Tiene razón. Se justifica la queja del lector Rico Casañas en su mail publicado en la página anterior. Respondió la editora de Sociedad/Ciudad, Clara Fernández Escudero: “Efectivamente, la nota publicada en la edición impresa del domingo 3 incurre en un error de interpretación de la información: el subte porteño corre su horario media hora y no lo extiende, como erróneamente se consigna allí. De todas maneras, en Perfil.com, esa misma semana, una nota producida por la sección Sociedad/Ciudad anunció ese cambio horario consignando que la Ciudad de Buenos Aires está entre las grandes metrópolis cuyo servicio de subte es más limitado en cantidad de horas. Lamentamos profundamente el error”.