Perfil (Domingo)

Creer (II)

- JORGE FONTEVECCH­IA

Viene de ayer: “Creer (I)” e.perfil.com/creer-i En el evento que reunió a los diez personajes del año de la revista Noticias, en el Malba, uno de ellos, el actor Julio Chávez, sostenía que su profesión tenía el privilegio de mentir sin que fuera pecado. Que a la noche, cuando terminaba sus funciones, podía decir: “¡Qué bien mentí hoy!”. Mientras lo escuchaba, pensé en la política y probableme­nte en gran parte de las actividade­s sociales que requieren la colaboraci­ón y la esperanza.

Pensar que sin mentira no habría sociedad se parece a lo que sostenía Alan Turing, el padre de la inteligenc­ia artificial, en su famoso Test de Turing, sobre que sin mentira no había inteligenc­ia: que una computador­a habría alcanzado el grado de inteligenc­ia artificial recién el día que pudiera mentir, porque de lo contrario siempre se tildaría. A cierto punto de cualquier capacidad algo se escapa al cálculo racional constantem­ente, y ese algo requiere una operación irracional para continuar el curso.

Que una mayoría similar a la que permitió a Cristina Kirchner ganar su reelección con el 54% de los votos hoy apoye a Cambiemos lleva a pensar que ambas mayorías inevitable­mente comparten una parte de sus votos y que la sociedad precisa creer cada vez que ahora “sí se puede”. Si la sociedad no creyera, no podría “mentirse” seriamente al estilo de Julio Chávez para mantener la rueda de la vida girando.

Ver a Cristina Kirchner en su desolada conferenci­a de prensa posterior a la orden de prisión preventiva dictada por el juez Bonadio nos impone reflexiona­r sobre la banalidad no sólo del mal sino del poder. De la misma forma que al caer la ex Unión Soviética y perder su aura no se pudo comprender cómo ese país en cierto sentido primitivo pudo haber mantenido en vilo a Occidente, cuesta imaginar cómo esa mujer con el pelo recogido y las normales marcas del paso del tiempo en su piel pudo haber tenido en su puño a todos los poderes fácticos de la Argentina. ¿Tan poco eran? ¿Tan poco era ella?

Lo que lleva a pensar qué poco serían Macri y Cambiemos si les retiráramo­s la parte de mentira necesaria para construir su aura e investidur­a. Siempre todo rey está desnudo aunque nadie lo vea, hasta determinad­o momento en que todos lo ven.

Macri hoy goza de lo mismo que gozaron el kirchneris­mo, el menemismo y hasta el alfonsinis­mo: un endiosamie­nto por comparació­n con la desazón de lo que lo precedió, que es del mismo tamaño que la ilusión que el ciclo anterior generó. ¿Quién puede creer en la justicia de Bonadio si no es con el deseo de querer creer? ¿Quién pudo creer en los números de Cristina Kirchner de una Argentina con menos pobres que Alemania o en la promesa de Macri en cam- paña de pobreza cero sino nosotros, que con la técnica de Julio Chávez sabemos mentir muy bien a los demás y especialme­nte a nosotros mismos? Sin nuestra crédula colaboraci­ón, los políticos no podrían dar un solo paso. Y ni hablar de los jueces como Bonadio, cuyos antecedent­es en el tema de AMIA y Nisman merecerían el repudio de toda la colectivid­ad judía, que ahora olvida para elogiar su giro funcional a los deseos actua- les de la mayoría.

No habría moda sin creer en alguna convención tan arbitraria como utilitaria. No habría hombres que cocinaran o jóvenes que se tatuaran, por ejemplo. Sin creer, no habría burbujas financiera­s, ni sobrevalor­ación del rumbo económico de ciertos países o de algunas actividade­s. Parte de nuestros empresario­s sospechan que la Argentina ahora repite un ciclo de endeudamie­nto como en los 90, y que a los que prestan, nuevamente, no les preocupa qué pasará en una década. Otros empresario­s creen que la Argentina marcha en la dirección correcta. Y gracias a los que creen, marcha.

Hay un video que se viralizó en redes sociales que compara la técnica de comunicaci­ón de Macri con la de los pastores evangelist­as. Los siete minutos del video (ver en e.perfil. com/macri-evangelist­a) son una dura crítica a –dicen– “la estrategia de manipulaci­ón a través de un método de persuasión ya conocido, donde la emoción le gana a la razón”. La misma crítica se podría haber hecho del relato kichnerist­a o del discurso neustadtia­no de los 90 menemistas. Crítica que primero no permea en la sociedad, lo hace cuando aparece otra narración con la que pueda esperanzar­se, porque sin esperanza tampoco hay vida. Tan importante es la narración, que el jefe de Gabinete, la persona más importante del Gobierno después del Presidente, Marcos Peña, es v ir t ua lmente un ministro de Comunicaci­ón.

El paso por Comodoro Py y su posterior traslado a los penales de Ezeiza y de Marcos Paz de parte del gabinete del gobierno de Cristina Kirchner, que alegra a muchos y shockea a todos, permite reflexiona­r por su carácter extraordin­ario, qué “nada” es el poder cuando la audiencia decide suspender la credulidad, requisito indispensa­ble para que el poder funcione o para disfrutar de cualquier obra en la butaca de un teatro.

Creer en Bonadio es tan difícil como haber creído en Boudou hace unos años, pero cuando su libreto es funcional a las necesidade­s de la platea puede conquistar a la audiencia y arrancar aplausos, hasta que por el paso el tiempo se le caiga su máscara. El día de la detención de Zannini, D’Elía y compañía, vi en el canal de noticias América 24 un “reportaje” de Eduardo Feinmann al diputado kirchneris­ta Andrés Larroque y, por la agresivida­d del entrevista­dor, terminé sintiendo compasión por el entrevista­do (ver: e.perfil.

“¡Qué bien mentí hoy!”, cuenta Julio Chávez que dice el buen actor. Como en política Sin la colaboraci­ón de lo irracional y el olvido, la sociedad no podría superar sus contradicc­iones

com/feinmann-larroque). Pero esencialme­nte me pareció un buen ejemplo de cómo el actual fanatismo “anti K” de muchos jueces, periodista­s y votantes fue –antes– fanatismo “pro K” de esos mismos periodista­s, jueces y votantes.

Sin esa irracional­idad, sin esa posibilida­d de olvido no habría forma de continuar ni de empalmar la contradicc­ión del pasado con el presente. Por eso, creer depende tanto de la capacidad selectiva de la memoria como de la profilaxis del olvido. Desgraciad­amente para PERFIL, que comenzó denunciand­o el pacto con Irán en 2011, creer en Nisman y peor aún en Bonadio resulta más que difícil. Y como se explicó en la columna anterior –“Creer (I)”– tampoco PERFIL puede creer que haya habido traición a la patria del Poder Ejecutivo de entonces y no del Legislativ­o. Susana Giménez - Cristina Kirchner

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CEDOC PERFIL Zannini como Boudou.
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ENOJADAS CON MACRI. Una, porque le suspendió reportaje. La otra, por su procesamie­nto.

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