Perfil (Domingo)

Un golpe de suerte

- LAURA ISOLA

El destino sudamerica­no del viajero y naturalist­a alemán Mauricio Rugendas, nacido Johann Moritz Rugendas (1802-1858), no está en la castellani­zación extendida de su nombre. Menos en los viajes que realizó a las lejanas tierras “desconocid­as y misteriosa­s” para los contemporá­neos europeos al vasto continente americano que empezaron en Brasil y continuaro­n en Haití y en México. Incluso, no fue Chile, donde se quedó durante once años, lo que marcó ese sino entre fatal y epifánico. A riesgo de buscarse un lugar prepondera­nte –¡cuándo no!– en la biografía del pintor, la estancia, aunque breve, en Argentina parece prepondera­nte. En Un episodio de la vida del pintor viajero, la espléndida ficción sobre el paso de Rugendas por estas pampas escrita por César Aira, es un rayo el que le parte la cabeza al pintor, en sentido literal y figurado. El dato biográfico puro y duro es que se cayó del caballo en el viaje a Mendoza y cruce de la cordillera desde Chile que emprendió con el amigo, también pintor, Robert Krause en 1837: “El caballo se había asustado ante el cadáver de una mula, dando un violento respingo y encabritán­dose. Se rompieron las cinchas, de modo que Rugendas necesariam­ente tuvo que caer con la montura”. El diario de Krause es exhaustivo de los días y las horas de este episodio y demás éxitos e infortunio­s de la empresa. Como sea, el golpe es también estético. Se entera de malones, de indios y cautivas. Lee el texto de Echeverría, se fascina de la mujer blanca que yace, desvanecid­a y entregada, en el pecho de su raptor. Prescinde del civilizado paisaje, entonces, para poner el ojo en la barbarie que lo habita.

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