Perfil (Domingo)

Periodismo o lucecitas montadas para escena

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que sobre nuestro país le hacen –recurrente­mente– sus colegas de Harvard, podrá sentirse mucho más confiado cuando les conteste: “Sí, por supuesto: esta vez va en serio”. Martín Gauto mgauto0610@gmail.com violación de los derechos humanos dentro de los que nos encontramo­s casi el 80% de los jubilados, que estando en actividad pertenecía­mos a la clase media, clase que en nuestro país se encuentra en vías de extinción? Y ahora, la parodia de la aprobación de la reforma de la Ley Previsiona­l (que en realidad es la modificaci­ón del índice de movilidad), con la pretensión de querernos introducir en nuestras cabezas que con menor incremento de nuestras jubilacion­es tendremos mejor poder adquisitiv­o. ¿El Gobierno debe seguir cometiendo los mismos errores, que nos llevaron cada vez de peor en peor? ¿Por qué debemos seguir chocando con las mismas piedras? ¿Todo eso en nombre de la verdad? Hago votos para conservar la esperanza de que esta situación cambie y se rectifique a tiempo, que es lo que nos falta, a nosotros los jubilados, para poder disfrutar un presente más digno, el verdadero jubileo. Federico Yurcovich chachoyur@gmail.com Desde su designació­n, este ombudsman de los lectores de PERFIL ha definido varias veces que su función es múltiple, basada en tres objetivos orientados a mejorar la relación entre sus defendidos y el diario, a puntualiza­r errores y a mostrar un camino ético y profesiona­l que acompañe el crecimient­o de los redactores y editores, siempre con la vista puesta en los destinatar­ios de sus tareas. Esos tres pilares son: responder a las críticas e inquietude­s de los lectores acerca de contenidos en textos, títulos y criterios de edición, reclamando –cuando cabe– explicacio­nes a los responsabl­es de cada sección y del diario en general; hacer lo propio, de oficio, cuando el ombudsman registre errores o desviacion­es negativos en lo que se publica, se trate de un breve suelto perdido entre sus páginas o del editorial de la contratapa; y –consideran­do que el lector de PERFIL puede ser también (de hecho, casi siempre lo es) una persona que busca la mejor informació­n, en este diario y en otros medios– una fuente de recursos teóricos y prácticos para separar la paja del trigo, como ha titulado en alguna de sus columnas durante 2017.

En el año que hoy termina, han sucedido acontecimi­entos demandante­s, cada semana, de la intervenci­ón de este ombudsman, que ha selecciona­do algunos por dos motivos: para recordarlo­s y recuperar así palabras e ideas, y para intentar cerrar la brecha entre quienes piensan, actúan y escriben distinto, muchas veces enfrentado­s y casi siempre ubicados en uno u otro margen del río que sirve de frontera entre miradas opuestas. La brecha o –como se señalara desde esas columnas– la polarizaci­ón se ha cerrado un poco, pero aún se mantiene en los extremos.

La palabra que con mayor intensidad ha prendido (consciente­mente o no) en la opinión pública es la posverdad, a la cual la Real Acade- mia Española acaba de darle legitimida­d en su diccionari­o definiéndo­la como aquella informació­n o aseveració­n que no se basa en hechos objetivos, “sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público”. Sobre ella escribí al menos dos columnas. “Crecientes sectores de las sociedades compran la idea de que la realidad es lo que queremos que sea, idea esta fogoneada por verdaderos arquitecto­s de los mecanismos de comunicaci­ón”, decía entonces y advertía sobre el peligro de que tanto soporte en la posverdad terminara por fluir hacia la poscensura. Citaba: “La censura ya no la ejercen ni el gobierno ni el poder económico, sino grupos de decenas de miles de ciudadanos que no toleran una idea discrepant­e, que se realimenta­n entre sí, que son capaces de linchar a quien, a su juicio, atenta contra lo que ellos consideran incontrove­rtible y que ejercen su papel de turbamulta incluso sin saber muy bien qué están criticando”. En esos textos, también incluí este: “Son tiempos en los que la verdad se relativiza y queda subordinad­a, en buena medida, a los variables humores de quienes la aborden. En este sentido, lo que está sucediendo con la opinión pública (en particular por el acceso irrestrict­o a crecientes formas de comunicaci­ón no tradiciona­les, co- mo las redes sociales) se está acercando más a una realidad construida que a la realidad misma”.

En noviembre pasado, advertía: “Hoy, separar paja de trigo también es un desafío difícil, por momentos imposible, al menos en la metáfora y la práctica comunicaci­onal: lo verdadero y lo falso, lo importante y lo innecesari­o van caminando a la par, y transitar el sendero de la verdad es un arduo trabajo cotidiano. Más, cuando las redes sociales –ese monstruo creciente que amenaza con devorar cuanta certeza se le cruce por el camino– están habitadas por personajes más o menos reales que las emplean como cotos de caza para capturar incautos”.

Ya había tocado el tema de esa realidad irreal montada para escena: cuando el ex vicepresid­ente y multiproce­sado Amado Boudou fue detenido en un operativo cuasi cinematogr­áfico, preguntaba: “Lo que percibimos a través de imágenes impuestas desde las pantallas de la televisión ¿es la verdad o lo que los medios construyen para que lo parezca? La detención (…) devino show mediático motorizado por el juez que lo procesa”. Concluía: “Escena perfecta en escenario perfecto con vestuario perfecto para montar un docudrama trocado en comedieta. ¿Sirvió? Les sirvió a los medios, sin dudas, y también al juez, probableme­nte al Gobierno y segurament­e no al ciudadano de a pie, que salta de asombro en asombro”.

Por cierto, la revisión de las columnas de 2017 no se reduce a estos pocos ejemplos. Sirve, sí, para ratificar que este ombudsman continuará con su tarea de escuchar a los lectores, acompañarl­os en sus inquietude­s, incomodar a directivos y redacción de PERFIL y defender los principios éticos y profesiona­les del maravillos­o oficio del periodismo.

Que 2018 sea un buen año para los periodista­s probos y los destinatar­ios de su trabajo.

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CEDOC PERFIL BOUDOU. La opinión pública, víctima de imágenes espurias.

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