“Créeme, la vida está en lo correcto, siempre”
El flamante ministro de Cultura porteño habla de todo: subsidios a la actividad literaria, la crisis del sector editorial, sus roces con Pablo Avelluto –ministro de Cultura de la Nación– y su misión en el ministerio: pensar a la cultura como un factor de desarrollo, apostar a la cultura local, incentivar la inversión privada y potenciar las expresiones culturales independientes.
Cuando le avisaron que iba a ser ministro, estaba en la plaza hamacando a su hija. La decisión no lo tomó por completo de sorpresa: después de octubre empezaron a convocarlo a reuniones, que él interpretaba como un sondeo.
Durante su gestión como secretario de Cultura y Creatividad en el Ministerio de Cultura de la Nación –cargo que dejó en agosto de este año–, tuvo un perfil muy bajo; sin embargo, ahora empieza a ser reconocido en la calle, y todavía no termina de acomodarse a esa situación. Tampoco quiere que lo llamen “ministro”.
Licenciado en política internacional y magíster en políticas públicas y en gestión de contenidos, Enrique Avogadro tiene un perfil técnico que lo diferencia de su antecesor, Angel Mahler, cuya salida del ministerio era, desde hace meses –se sabía–, cuestión de tiempo.
—¿Qué es lo que te encontraste en el Ministerio de Cultura de la Ciudad? ¿A qué políticas culturales creés que hay que darles continuidad y cuáles habría que modificar?
—Yo rescato de todos los ministros que me antecedieron cosas interesantes en términos de continuidad. Hernán (Lombardi) fue ministro por más tiempo y realmente hizo un trabajo extraordinario. Le dio a Buenos Aires un brillo fundamentalmente a través de los eventos, pero también de muchas otras actividades. En general las más visibles son los eventos. Creo que hoy la Ciudad tiene, y es gracias a Hernán y todo su equipo, una plataforma de festivales públicos que no se compara con otra ciudad en el mundo. Cuando yo hablo de los eventos, lo que digo es: no puede ser el único énfasis de las políticas culturales. Pero lo rescato, y mucho.
—¿Pero no fue un énfasis demasiado fuerte?
—Claramente era un tema que faltaba en la Ciudad y sin ninguna duda se hizo, y se hizo de una manera muy profesional, y me parece que es algo que hay que rescatar. Yo tuve la oportunidad, este año y el anterior, de estar en Edimburgo, por ejemplo, que es la capital de los festivales del mundo, y es muy claro el impacto que tienen los espectáculos públicos en la movilización de la cultura de la ciudad.
En cuanto a su gestión, sostiene que tendrá cuatro ejes: pensar a la cultura como un factor de desarrollo, apostar a la cultura local, incentivar la inversión privada y potenciar las expresiones culturales independientes, algo que en el PRO, hasta ahora, nunca pareció ser una prioridad.
En los últimos años, los centros culturales fueron un problema: se cerraron muchos, después sacaron una ley, pero siguen teniendo problemas para la habilitación.
—Claramente es un tema pendiente. La buena noticia, y esto en parte es mérito también de Mahler, es que hoy hay una mesa de trabajo en la que par- ticipa no solo el Ministerio de Cultura sino también la AGC, la agencia de control comunal, liderada por Felipe Miguel, que es el jefe de gabinete de ministros. Lo que planteó es que nuestra agenda con la cultura independiente no puede pasar por algo que es nuestra obligación y nuestro interés, que es que cualquiera que quiera desarrollar sus actividades en la Ciudad de Buenos Aires lo pueda hacer. Con normas claras, velando por la seguridad, pero también con agilidad en los trámites.
—¿Creés que tenés un presupuesto acorde a tus expectativas de gestión?
—Sí, por supuesto que sí. La verdad es que el presupuesto de cultura son 4.300 millones de pesos; eso incluye, por supuesto, al Teatro Colón. Buenos Aires es una de las ciudades que más invierten en cultura en términos relativos respecto del resto de su presupuesto. Por otro lado, las políticas culturales no se limitan al Ministerio de Cultura: hoy hay políticas culturales en diferentes áreas dentro de todo el gobierno, y mi intención es trabajar en equipo con mis colegas para que todas esas grandes políticas culturales tengan más impacto.
—¿Por qué no hay programas, como sí los hay para el teatro, para otras disciplinas artísticas, como la literatura? Los editores están un poco a la deriva.
—En relación con el tema del libro, la lectura, etcétera, hoy el foco está puesto en todo el desarrollo de la red de bibliotecas públicas, que está viviendo una transformación muy interesante en la ciudad. Porque el desafío de las bibliotecas es pensarse como espacios del siglo XXI. Hace muy poco se inauguró la Casa de la Lectura, y me parece que es un ejemplo muy claro de hacia dónde vamos. El desafío es trascender la mirada de las bibliotecas públicas para pensar todas las bibliotecas que hay en la ciudad: públicas, privadas, independientes, institucionales, porque en realidad lo que debería ser nuestra medición en términos de impacto es si aumentamos el hábito de lectura en la ciudad, que es mucho más complejo: depende también de educación, etcétera.
—La pregunta apuntaba más a la actividad profesional.
—En términos de actividad profesional hay un programa, Opción Libros, que hoy está en el Ministerio de Modernización. Trabaja directamente con las editoriales, y fundamental-