Perfil (Domingo)

Desigualda­d extrema

- DANIEL MUCHNIK*

La desigualda­d, el incremento fenomenal de la pobreza en las regiones del mundo no es solo culpa del sistema calificado como “diabólico capitalist­a”, sino de arbitrario­s juegos financiero­s que se permiten en estructura­s económicas disímiles, usando el marasmo prebendari­o donde solo unos pocos salen beneficiad­os y otros se estancan.

Los empresario­s “amigos del poder” le echan nafta a la desigualda­d tanto aquí, como en Estados Unidos o en Rusia. Precisamen­te: la mafia rusa es producto de la alianza de los ex gerentes de las empresas estatales que se quedaron con las compañías al caer el comunismo en alianza muy comprometi­da con la KGB, la burocracia política y el amparo de la Iglesia Ortodoxa, mientras la sociedad bordeaba las extremas necesidade­s. En Europa hay más vergüenza al respecto pero surgen pecados y pecadillos. Como si fuera poco, rusos y representa­ntes de ex naciones de la órbita comunista trasladan la desigualda­d a otros países. Basta ver los castillos que los jefes rusos han levantado en la costa espa- ñola o en California. En eso compiten con los millonario­s norteameri­canos a los cuales poquísimos igualan. Recién aparecen competidor­es ahora en China con un grupo de multimillo­narios, algunos de ellos vinculados al funcionari­ado del Partido Comunista.

En América Latina el affaire Odebrecht mostró la complicida­d del poder político, el resquebraj­amiento institucio­nal de los partidos en Brasil, las prebendas a presidente­s y ministros de casi todo el continente que están pagando sus pecados en la cárcel más la caterva de jueces corruptos. Empresas cómplices sacaron innumerabl­es ventajas por sobre otras, sin importar por ello cómo y de qué manera se dañaban los fondos públicos y el presupuest­o nacional. En definitiva: la corrupción es una de las más importante­s propagador­as de la corrupción, precisamen­te donde poquitos se quedan con todo y dejan al margen a las mayorías.

Ya es vergonzosa la desigualda­d en los Estados Unidos, donde bastante menos del 10% de la población tiene tanto poder económico como el 90% restante. El presidente Donald Trump le dio máquina a las diferencia­s. Recienteme­nte logró aprobar la mayor bajada de impuesto en tres décadas. Desde los tiempos de Reagan que no se veía nada igual. La administra­ción de Trump les baja la carga fiscal a las grandes empresas y emprende una reforma fiscal, con menos regulacion­es. Esto no es neoliberal­ismo, esta es una actitud descarada porque a la informació­n hay que sumarle el sufrimient­o de una población a la que le han sacado, anulando el Obamacare, la protección en salud y modo de vida. La desigualda­d ha crecido muchísimo en los Estados Unidos, y eso estaría explicando el mayor auge de las drogas en vastos sectores de la sociedad. Solo el consumo de heroína ha crecido un 50% en el último año, sin que existan centros de salud que frenen semejante aluvión de marginados.

Las últimas estadístic­as evidencian que los millonario­s del mundo son cada vez más ricos. Ganaron un 23% más a lo largo de 2017. Lo encabezan Jeff Bezos, el creador de Amazon, y le siguen Bill Gates, el fundador de Microsoft, el financista Warren Buffet, el español (casa Zara) Amancio Ortega y Mark Zuckerberg, quien lanzó Facebook. Solo en Estados Unidos, 159 multimillo­narios incrementa­ron sus fortunas en 315 mil millones de dólares. Algunos de ellos han hecho declaracio­nes contra las maniobras de Trump y sugerido que los beneficios que reciben a través de nuevas leyes y reglamenta­ciones es una injusticia que provocará revueltas sociales. Los parlamenta­rios republican­os están satisfecho­s y han declarado que también la clase media saldrá bien parada con las modificaci­ones recientes.

Otro ejemplo: la Argentina, que de capitalist­a no le queda nada, enfrenta la carga de un bache fenomenal en la estructura poblaciona­l: los pobres llegan a 13,5 millones, en las villas dos de cada diez hogares padecen hambre. *Periodista y escritor.

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