En primera persona
He aquí una novela que combina de manera magistral dos géneros del siglo pasado: el relato policial y la ciencia ficción. Del primero, el autor sigue la tradición norteamericana del relato negro: una serie de asesinatos que se suceden no sólo como un enigma a resolver sino, y sobre todo, como la consecuencia natural de un orden social injusto y alienante. De modo que el pathos de la narración se juega en una clave diferente a la de la investigación.
La novela negra norteamericana es un relato moral en el que la misma sucesión de los hechos muestra el estado de injusticia de la sociedad en la que viven los personajes. Del género de ciencia ficción, Convertini sigue la pista de autores que han puesto el acento, sobre todo, en la evocación de un clima que se percibe cercano y lejano al mismo tiempo.
Tal vez el ejemplo más acabado de esto sean los climas y paisajes extraños de los mundos narrativos de James Ballard.
La acción transcurre en la Argentina en un tiempo histórico indefinido. A medida que la trama avanza, el narrador nos hace saber las claves principales del mundo imaginario en el que transcurren los sucesos: el país se encuentra sometido a una plaga en la que unos seres nunca descriptos del todo (gran acierto del autor) depredan la población, de modo que Buenos Aires es una zona asediada y las decisiones políticas y administrativas se encuentran en Gallegos. El narrador es un personaje complejo, cautivante: un perdedor en la vida y en el amor que se mueve en los bordes de un triángulo conformados por los vértices de tres personajes igualmente complejos: Erika, su mujer, con la que intentó vivir un amor algo turbio, el “Lele” Figueroa, un aspirante a político con todas las oscuridades del caso, y Mónica, una chica inocente, cristalina.
Convertini escribe con oraciones cortas y precisas. Esta fraseología le da un ritmo trepidante a la trama y a la vez muestra una poesía austera en la que la conciencia de los personajes aparece retratada con una lucidez que se agradece.