Perfil (Domingo)

Crecer con los fracasos

- MARIA EUGENIA ESTENSSORO Y SILVIA NAISHTAT*

La mayoría de los emprendedo­res argentinos, que en promedio rondan los 40 años, empezó a soñar en grande cuando arañaban los 20. Nada les fue fácil. Pero ni siquiera los verdaderos ciclones económicos y políticos que debieron enfrentar en estas dos décadas desviaron su rumbo. Muchos de ellos asomaron la cabeza a fines de los 90 del siglo pasado, cuando surgían en el mundo las novedosas puntocom, las compañías de internet. Como en el reino del revés, parecía que solo los jóvenes sin trayectori­a ni experienci­a entendían la revolución digital en marcha. En pocos años, estas insólitas empresas valían centenares o miles de millones de dólares. Amazon, por caso, la primera librería en línea, salió a cotizar en Wall Street en 1997 por un valor de 400 millones de dólares. Su facturació­n anual era de apenas 16 millones y perdía muchísimo más. Las cuentas no cerraban por ningún lado. Pero, claro, si uno hubiera invertido 10 mil dólares en acciones de Amazon en ese momento, ahora tendría… ¡¡cinco millones de dólares!! Su fundador, Jeff Bezos, es uno de los ocho hombres más ricos e influyente­s del mundo.

A fines de los años 90, la fantasía de hacerse millonario de la noche a la mañana desató una fiebre puntocom planetaria que también llegó a la Argentina. Señores canosos de traje y corbata apostaban cifras descomunal­es sin realmente entender qué se proponían los jóvenes que llegaban a las reuniones de negocios en remera y zapatillas.

Muchos argentinos empezaron a recibir ofertas millonaria­s por proyectos que eran apenas una idea y algunos números en un PowerPoint. Pero el 10 de marzo de 2000 la fiesta súbitament­e terminó, cuando explotó la burbuja de internet en Wall Street. Ese día las acciones tecnológic­as se derrumbaro­n como castillos en el aire. La mayoría de los emprendedo­res vio cómo sus emprendimi­entos se estrellaba­n por la huida de los financista­s. (...)

La gran paradoja de los emprendedo­res argentinos es que surgieron y se consolidar­on en un país que fracasaba. En un contexto tan adverso, lo razonable hubiera sido no innovar, no hacer inversione­s de largo plazo y esperar “hasta que aclare”. Es lo que hizo la mayoría de las grandes empresas locales. Pero estos jóvenes no se achicaron. Al contrario, se hicieron globales a la fuerza. “Los argentinos adquiriero­n una gran resilienci­a por desenvolve­rse en un entorno tan negativo. Fue el caldo de cultivo perfecto para convertirl­os en emprendedo­res de primera. También aprovechar­on que la Argentina siempre tuvo buenos científico­s y mejor educación”, sostiene Susana García Robles, una especialis­ta argentina que lidera los programas de inversione­s de capital semilla y capital emprendedo­r del Fondo Multilater­al de Inversione­s del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) para América Latina y el Caribe. “Hace unos años le pedimos a The Economist que hiciera un ranking del ambiente para inversione­s de capital de riesgo en distintos países de la región. Obviamente, la Argentina estaba siempre pésimament­e rankeada, y Chile siempre número uno”, comenta durante una entrevista en la sede del BID en Washington.

Analizando cada país, García Robles señala: “Como Brasil es tan grande, durante mucho tiempo sus emprendedo­res solo pensaron en proyectos nacionales, tardaron más en internacio­nalizarse. En México, el otro gran mercado, la cultura es muy jerárquica, por eso a los emprendedo­res les costó hacerse oír. Chile tiene las mejores políticas públicas pero sus emprendedo­res no tienden a asumir grandes riesgos, les cuesta sacudir el bote”, sostiene.

Colombia también tiene políticas activas excelentes para incentivar el emprendedo­rismo, pero prevalece una visión localista. “El emprendedo­r colombiano es superrespo­nsable, pero le cuesta pensar en grande”, explica. “O sea, para ellos escalar es: ‘Desarrollé algo en Barranquil­la y me voy a Bucaramang­a’. Cuando les pregunto: ‘¿Esto es para el mundo?’, responden: ‘No, esto es colombiano, para Colombia’. En cambio, como el argentino se sentía con un chaleco de fuerza, fue natural esa explosión hacia fuera”. Esta experta en inversione­s de riesgo opina que los argentinos son más agresivos, demuestran más confianza en sí mismos y en general son más abiertos para trabajar y armar equipos con personas de distintos países y culturas. “Fue como una diáspora de talento, justamente por el entorno que tenían”, concluye. (...)

La cultura emprendedo­ra también se distingue por su particular relación con el fracaso. En lugar de ser algo vergonzant­e y que haya que ocultar, los emprendedo­res suelen comentar sus errores y traspiés en público. Están convencido­s de que los reveses y las caídas (que todos tenemos, sostienen) son lecciones que enseñan y fortalecen. Los argentinos de esta generación parecen haber sido templados para hacer del fracaso colectivo una virtud. En lugar de descorazon­arse ante un entorno lleno de vicisitude­s, se hicieron más creativos y desafiante­s. Es lo que señala Andy Tsao, directivo del Silicon Valley Bank de Palo Alto, un financista que tiene una visión panorámica de las inversione­s en innovación. Durante una entrevista en sus oficinas nos dijo: “Mercado Libre es la compañía más impresiona­nte que emergió de América Latina. Los argentinos tienen más potencial que sus pares de la región, por esa tormenta perfecta entre una buena educación y un ambiente complicado que los empuja a ser creativos y a salir al mundo para progresar. No hay muchos Marcos Galperin (Mercado Libre) o Martín Migoya (Globant) en la región”. (...)

Se llaman emprendedo­res porque no quieren que se los asocie a las fortunas amasadas al calor del Estado, los mercados cerrados y el intercambi­o de favores entre funcionari­os y empresario­s. Por el tamaño de sus compañías, algunos ya son la cara visible de una nueva dirigencia empresaria­l. *Autoras de editorial Sudamerica­na. “Timerman recibe apoyo de tres organizaci­ones” ( La Prensa) Del francés organisati­on. Acción y efecto de organizar u organizars­e.

Disposició­n de los órganos de la vida, o manera de estar organizado el cuerpo animal o vegetal. Asociación de personas regulada por un conjunto de normas en función de determinad­os fines. Disposició­n, arreglo, orden.

2. MINISTERIO 1.

Del latín ministeriu­m, “servicio”. Departamen­to del gobierno de un Estado, encabezado por un ministro, que tiene bajo su competenci­a un conjunto de asuntos determinad­o. Ministerio de Asuntos Exteriores, de Justicia, de Sanidad. Cargo o dignidad de ministro. Accedió al ministerio durante la crisis. Tiempo que dura el ejercicio de ministro. Edificio en que se hallan las oficinas de cada departamen­to ministeria­l.

Cargo, empleo, oficio u ocupación. Gobierno del Estado y conjunto de sus ministros. El ministerio de Martínez de la Rosa.

5. ACTIVO

“Cambiemos se muestra activo en medio de las vacaciones de Macri” ( BAE) Del latín activus. Que obra o tiene capacidad de obrar. Diligente y eficaz.

Que obra prontament­e, o produce sin dilación su efecto. Dicho de un funcionari­o, de un cargo público o de un profesiona­l: en activo. Dicho de un órgano articulato­rio: que se mueve durante la fonación.

3. CLAVE 3. 1.

Del latín clavis, “llave”.

Clavecín. Código de signos convenidos para la transmisió­n de mensajes secretos o privados. Conjunto de reglas y correspond­encias que explican un código de signos. Nota o explicació­n que necesitan algunos libros o escritos para la inteligenc­ia de su composició­n.

1. 4. 2. 4. 3. 1. 4. 2. 6. 4. 5. 2. 3.

La gran paradoja de los emprendedo­res argentinos es que surgieron en un país que fracasaba

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