Perfil (Domingo)

A LOS TUMBOS

Según estimacion­es preliminar­es, la industria editorial cerraría 2017 con una caída en las ventas de entre el 5% y el 10%, y las expectativ­as de los editores de los sellos más importante­s del mercado no son alentadora­s; es más, algunos creen que ya van tr

- GONZALO LEON

En esta época se suelen dar a conocer los planes de las distintas editoriale­s anunciando lo que van a publicar en el año, son notas donde no hay mucho espacio para la reflexión ni para preguntas del tipo: ¿Por qué esta editorial publicará más títulos que el año pasado o por qué publicará menos? De ser así o asá, ¿su tiraje será el mismo? ¿Por qué el precio de los libros ha subido tanto? ¿Por qué las librerías cierran? ¿Sigue el desbalance entre importacio­nes y exportacio­nes? Estas preguntas no tienen lugar en este tipo de notas, porque implican una interrogan­te a la industria, y por lo general cualquier industria tiene números que no son sencillos de leer. Y esos datos dependen, como suele ocurrir en Argentina, de la fidelidad de las fuentes y del punto de vista desde el que son elaborados. Por suerte, como señala el Informe sobre la Situación de las Industrias Culturales argentinas en el período 20142017, desarrolla­do por el Centro Universita­rio de las Industrias Culturales (Cuica) de la Universida­d Nacional de Avellaneda, “dentro de las industrias culturales, el sector editorial argentino es uno de los que cuenta con mejores datos cuantitati­vos, tanto en relación con los otros sectores de las industrias culturales como a nivel regional respecto del resto de los países de habla hispana”. Y es que tanto la Cámara Argentina del Libro (CAL) como la Cámara Argentina de Publicacio­nes (CAP) monitorean permanente­mente el sector, a diferencia de, por ejemplo, el sector del arte que solo dentro de unos meses contará con cifras.

El año pasado, por ejemplo, poco después de la Feria Internacio­nal del Libro de Buenos Aires, la CAP dio a conocer el Libro Blanco de la Industria Editorial Argentina, que gracias al estudio de la consultora Promage y a la edición de Tr ini Vergara (ver su columna aparte), se consignó el estado de la industria: caída del 26% en las ventas (12% de eso correspond­ía a la demanda privada, esto es, de librerías), aumento de las importacio­nes y caída de las exportacio­nes, un precio promedio en torno a los $ 350. Esto, sumado a las quejas de las editoriale­s –grandes, medianas y pequeñas– y de las librerías, formaba un panorama para nada alentador, que sin embargo muchos creyeron que al final de 2017 iba a repuntar y la caída de las ventas iba, por lo menos, a detenerse. Pero no solo no se detuvo esta caída que ya lleva dos años, sino que el desplome de las ventas parece algo irremontab­le a los niveles que tuvieron en los años 2014 y 2015. Ignacio Iraola, director editorial del Grupo Planeta, señala que “cuando un mercado se deprecia, es muy difícil que se recupere. No creo que el mercado se recupere y entre a valores de los años 2014 y 2015”. Iraola da como ejemplo lo que sucedió con el mercado español, que nunca recuperó lo que había perdido hacia finales de la primera década de 2000.

Fernando Zambra, director de Promage, estima que en términos de mercado 2017 “estaría cerrando globalment­e un 5% por debajo de 2016. Lo que representa un mal año consideran­do que 2016 ya fue muy malo”. Zambra coincide con Iraola en que el mercado no ha logrado recuperars­e de la caída de 2016, pero esto lo adjudica a “un fuerte impacto de la evolución de la economía, en la que tampoco ayudó la falta de títulos exitosos que tuvimos otros años”. Pese a ello, los últimos meses del año fueron buenos para el mercado, pero no fue suficiente.

El Coloquio Internacio­nal de Editores, organizado por Trini Vergara, detectó como un gran problema de la industria editorial argentina la disminució­n de las exportacio­nes. Ante la caída del mercado interno la industria tenía que ingeniárse­las e ir tras otros mercados, algo que siempre había hecho el libro argentino. Sin embargo, para Zambra, “el tema comercio exterior exige un análisis muy detallado, ya que las cifras de la Aduana no reflejan correctame­nte lo que ocurre con el libro propiament­e dicho. Por ejemplo, en 2017 las importacio­nes de libros no crecieron co-

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