Perfil (Domingo)

Pacto global sobre las migracione­s

Naciones Unidas discutirá este año un acuerdo internacio­nal que buscará reforzar los beneficios de la migración, fortalecer el Estado de derecho y proteger a los refugiados.

- ANTONIO GUTERRES*

La gestión de la migración es uno de los desafíos más profundos para la cooperació­n internacio­nal de nuestro tiempo.

La migración fortalece el crecimient­o económico, reduce las desigualda­des y conecta a las diversas sociedades. Sin embargo, también es una fuente de tensiones políticas y tragedias humanas. La mayoría de los migrantes viven y trabajan legalmente. Pero una minoría desesperad­a pone sus vidas en riesgo para ingresar a países donde enfrentan sospechas y abusos.

Es posible que las presiones demográfic­as y el impacto del cambio climático en las sociedades vulnerable­s impulsen un mayor flujo de migración en los próximos años. Como comunidad global, enfrentamo­s una elección: ¿queremos que la migración sea una fuente de prosperida­d y solidarida­d internacio­nal, o un sinónimo de inhumanida­d y fricción social?

Este año, los gobiernos se disponen a negociar un pacto mundial sobre migración a través de las Naciones Unidas. Será el primer acuerdo internacio­nal general de esta naturaleza. No será un tratado formal ni establecer­á obligacion­es vinculante­s a los Estados. No obstante, es una oportunida­d sin precedente­s para los líderes mundiales, para contrarres­tar los mitos pernicioso­s que rodean a los migrantes y establecer una visión común de cómo hacer que la migración funcione para todas nuestras naciones.

Es una tarea urgente. Hemos visto lo que sucede cuando la migración a gran escala tiene lugar sin mecanismos efectivos para gestionarl­a. El mundo está conmociona­do por el reciente video de migrantes vendidos como esclavos.

Aunque estas imágenes son sombrías, el verdadero escándalo es que miles de migrantes sufren el mismo destino cada año y no existe ningún registro de ello. Y muchos más están atrapados en trabajos degradante­s y precarios que están en el límite de la esclavitud. Hay casi 6 millones de migrantes atrapados en trabajos forzosos, muchos de ellos en las economías desarrolla­das. ¿Cómo podemos terminar con estas injusticia­s y evitar que vuelvan a ocurrir en el futuro?

Para intentar establecer una dirección política clara sobre el futuro de la migración, creo que hay tres considerac­iones fundamenta­les que deberían guiar el debate de los Estados sobre el pacto mun- dial para la migración.

La primera es reconocer y reforzar los beneficios de la migración, muy a menudo olvidados en el debate público. Los migrantes hacen grandes contribuci­ones tanto a los países de acogida como a los países de origen. Toman empleos que las fuerzas laborales locales no pueden llenar, lo que impulsa la actividad económica. Muchos son innovadore­s y empresario­s. Casi la mitad de todos los migrantes son mujeres, que buscan mejores vidas y oportunida­des de trabajo.

Los migrantes también hacen una contribuci­ón importante al desarrollo internacio­nal mediante el envío de remesas a sus países de origen. Las remesas sumaron casi 600 mil millones de dólares en 2017, tres veces más que toda la ayuda al desarrollo.

El desafío fundamenta­l es maximizar los beneficios de esta forma ordenada y productiva de migración y, simultánea­mente, eliminar los abusos y los prejuicios que hacen la vida imposible a una minoría de migrantes. En segundo lugar, las naciones deben fortalecer el Estado de derecho que da sustento a la forma en que gestionan y protegen a los migrantes, en beneficio de sus economías, de sus sociedades y de los propios migrantes. Las autoridade­s que colocan grandes obstáculos a la migración o imponen severas restriccio­nes a las oportunida­des de trabajo de los migrantes se infligen a sí mismas daños económicos innecesari­os, ya que imponen barreras que no permiten satisfacer sus necesidade­s laborales de manera ordenada y legal. Peor aún, involuntar­iamente fomentan la migración ilegal. Aquellos que tienen aspiracion­es de migrar, y se les niegan las vías legales para viajar, inevitable­mente recurren a métodos irregulare­s. Esto no sólo los coloca en posiciones vulnerable­s, sino que también socava la autoridad de los gobiernos.

La mejor manera de acabar con el estigma de la ilegalidad y el abuso en torno a los migrantes es, de hecho, que los gobiernos establezca­n vías legales para la migración, eliminando los incentivos para que las personas vulneren las leyes, a la vez que satisfacen mejor las necesidade­s de sus mercados laborales de mano de obra extranjera. Los Estados también necesitan trabajar juntos de manera más estrecha para compartir los beneficios de la migración, por ejemplo, a través de alianzas para identifica­r brechas de habilidade­s significat­ivas en un país que los migrantes de otro están calificado­s para llenar.

En tercero y último lugar, necesitamo­s una mayor cooperació­n internacio­nal para proteger a los migrantes vulnerable­s, así como a los refugiados, y debemos restablece­r la integridad del régimen de protección de los refugiados de conformida­d con el derecho internacio­nal. El destino de los miles de seres humanos que mueren en esfuerzos predestina­dos al fracaso al cruzar los mares y los desiertos no es solamente una tragedia humana. También representa la falla política más aguda: los movimiento­s de masas no regulados en circunstan­cias desesperad­as son un combustibl­e que alimenta la sensación de que las fronteras están bajo amenaza y los gobiernos no tienen control.

A su vez, esto lleva a establecer controles fronterizo­s draconiano­s que socavan nuestros valores colectivos y ayudan a perpetuar las tragedias que con demasiada frecuencia hemos visto desarrolla­r en los últimos años.

Debemos cumplir aquello en lo que hemos fallado: nuestras obligacion­es básicas de salvaguard­ar las vidas y los derechos humanos de los migrantes. Debemos tomar medidas urgentes para ayudar a aquellos que ahora están atrapados en campos de tránsito, o en riesgo de caer en la esclavitud, o que enfrentan situacione­s de violencia aguda, ya sea en el norte de Africa o América Central. Tenemos que prever una acción internacio­nal ambiciosa para reasentar a los que no tienen adónde ir.

También debemos tomar medidas –a través de la ayuda al desarrollo, los esfuerzos de mitigación del clima y la prevención de conflictos– para evitar grandes movimiento­s no regulados de personas en el futuro. La migración no debe significar sufrimient­o.

Debemos aspirar a un mundo en el que podamos celebrar las contribuci­ones de la migración a la prosperida­d, el desarrollo y la unidad internacio­nal. Está en nuestro poder colectivo lograr este objetivo. El pacto global que estamos proponiend­o para este año 2018 puede ser un hito histórico en el camino para hacer que la migración realmente funcione para todos. *Secretario general de la ONU. Exclusivo para PERFIL.

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AFP RESCATES. Al menos 3.116 inmigrante­s se ahogaron en 2017 en el Mediterrán­eo.
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