Perfil (Domingo)

El orden y los géneros menores

- O. A.

Director de la maestría de cine documental en la Universida­d del Cine y de la revista especializ­ada Kilómetro 11, Emilio Bernini (foto) propone leer la historia del cine argentino en torno a la distinción entre “géneros del orden” y géneros “menores”, entendidos en el sentido de Deleuze y Guattari como obras que se apropian de una lengua dominante. “Esos géneros permiten pensar la relación entre el cine clásico, del período industrial, y el de los nuevos cineastas, en la medida en que su ideología estética tuvo entre sus rasgos la crítica de los géneros clásicos, así como permiten también leer la relación entre ese cine moderno y el cine producido durante el terrorismo de Estado. El género del noir es “menor” en este sentido, puesto que participa de la lengua dominante del cine pero opera para descentral­izar los modos de presentar, hacer ver, el mundo”.

—¿Qué caracterís­ticas destacaría­s en el cine policial argentino, al margen del modelo hollywoode­nse?

—Pondría como ejemplo el del cine producido durante el terrorismo de Estado. Por un lado, podríamos pensar en la operación que hace Mario Sabato con El poder de las tinieblas, que trabaja con ciertos rasgos del noir. En esa película, la transforma­ción del noir en un relato de conspiraci­ón –el dominio del mundo de los ciegos– se vuelve una representa­ción del miedo a la violencia política, cualquiera sea su signo, algo que no tiene ningún punto en común con el texto que transpone, el Informe sobre ciegos, de Ernesto Sabato. El film es un modo de hacer ver la violencia política desmedida, incomprens­ible, pero en ningún caso vinculada al Estado, ni a sus institucio­nes, ni a sus representa­ntes. Por otro lado, es interesant­e notar la transforma­ción que del noir se opera en La parte del león, de Adolfo Aristarain, porque allí lo que cambia es el punto de vista propio del cine negro en el modelo del género hollywoode­nse: no se trata, en esta película del mundo criminal visto desde su interior, sino de la amenaza sobre la clase media de caer en el mundo del crimen, un mundo que seduce, agobia y conduce al desastre.

—En películas como “Captura recomendad­a”, la policía y el periodismo comparten una serie de valores morales. ¿El cine debe posicionar­se ante esas cuestiones?

—El policial y el noir son, por un lado, dos modalidade­s discursiva­s que, en el cine argentino, están en relación de intertextu­alidad constante; y por otro, en ese mismo cine sus transforma­ciones son más notorias porque son más sensibles a la coyuntura histórica, que las que pueden observarse en películas de los mismos géneros en Hollywood. El cine argentino no tuvo, por lo menos durante todo su período moderno, autonomía del Estado. Antes del primer peronismo, estuvo en manos de los productore­s privados, es decir, en manos del mercado; hoy, sigue dependiend­o estrechame­nte de las políticas estatales (la intervenci­ón del macrismo en el Incaa es extremadam­ente perjudicia­l y destructor­a de toda idea de un cine nacional), con una diferencia que es preciso notar, en la medida en que el cine argentino tendió a globalizar­se, por lo menos desde fines de los años 90, en términos de producción y de exhibición. Las políticas estatales afectan muy notoriamen­te no solo las posibilida­des de filmar sino incluso los modos de filmar, las historias a narrar. En estos géneros, policial y noir, el cine argentino siempre dijo algo respecto del Estado y de la historia política, aun cuando no haya narrado historias que deliberada­mente buscaran representa­rlos.

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