El autor que amaba a las plantas
El dramaturgo argentino analiza el éxito de su Terrenal y los vaivenes políticos y culturales de nuestro país. Explica su rol docente y elogia la sabiduría que encuentra en la jardinería.
Asus 71 años, Mauricio Kartun, uno de los mejores dramaturgos argentinos en actividad, repasa en esta entrevista su actual éxito, Terrenal, que estará el 25 de enero en Mar del Plata y comenzará su quinta temporada en Buenos Aires, siempre en el Teatro del Pueblo, desde el 1° de febrero, con una pausa en marzo, para ir al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Y después brinda reflexiones sobre la historia y el presente argentinos, y sobre algunas de sus pasiones: la docencia, el lenguaje y las plantas.
—¿Cómo se explica el fenómeno de “Terrenal”?
—Hay una especie de raro milagro de sobrevida. Tenemos un enorme porcentaje de público que se repite, que la ve tres o cuatro veces, que vuelve y trae gente.
—¿Cómo es posible hacer teatro en un país con crisis económica y despidos?
—Leo publicaciones mías de hace 25 años que hablan de la crisis del teatro, del cierre de salas, de la falta de entusiasmo por la aparición de nuevas estéticas, y resultan casi ridículas comparadas con el estado del teatro porteño, uno de los más importantes del mundo hispanohablante. Con el tiempo, uno descubre que hay olas: hay momentos en que la ola rompe, te revolcás y tratás de sacar la cabeza afuera, y hay otros momentos en que la ola se levanta y uno puede surfearla. Tuvimos años de olas, de mucha alzada. Creo que todavía no se produjo la gran rompiente. Estamos en una lenta reducción de los presupuestos de cultura, por lo tanto, de los presupuestos teatrales. Uno ve una decadencia gradual; en algún momento va a entrar en una zona de crisis.
—Si tomaras las últimas décadas de la Argentina y las pensaras como obra de teatro, ¿qué verías?
—¿Viste aquella frase de Carlos Marx: “La historia se repite; primero como tragedia, luego como parodia”? Los ciclos políticos tienen algo de género. Hay momentos trágicos, como el de la dictadura o el final del gobierno de la Alianza. Hubo momentos paródicos: el menemismo o cuando la Alianza trataba de alejarse absolutamente de todo, y sin embargo ponía al frente de la economía a los mismos que venían del campo de la tragedia. Hubo, en los últimos años, zonas de drama, entendiendo el drama como un lugar de lucha, en el cual las cosas van para un lado y para el otro y no terminan de resolverse. El género actual, más que en el teatro, lo encuentro en la televisión: tiene algo de sitcom, de comedia graciosa, algo de apostar a la sonrisa, al humor y a lo liviano. Cómo va a terminar… sería imprudente siquiera pensarlo.
—Das clase en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático y en la Universidad Nacional del Centro. ¿Cómo es tu lugar de docente?
—Mi relación con los alumnos consiste en darles una propuesta metodológica, que incorporarán o no. No se trata de aprobar o desaprobar, sino de descubrir, en sus materiales, cuáles son sus puntos fuertes –a veces son pocos, a veces muchos–, brindando la posibilidad de encontrar pequeños modelos a reproducir. En treinta carillas puede haber cuatro o cinco elementos (dramáticos, literarios o estructurales) virtuosos.
—Sos un apasionado de la docencia. Te manifestaste en contra del cierre de los insti-