Perfil (Domingo)

El trabajo y su destino trágico

- MIGUEL ROIG*

En octubre de 2004, el pensador Antonio Negri dictó un seminario, o como prefiere definir él aquellos encuentros, una suerte de “taller” conceptual de reflexión en el Collège Internatio­nal de Philosophi­e, en París, sobre la consolidac­ión de nuevas formas de hacer política y de modificar el derecho a la disensión. El recorrido gratifican­te de los encuentros y la apertura a un cuestionam­iento apasionant­e y lleno de expectativ­as hicieron que Negri creyera oportuno asociar ese soplo de viento, cargado de intentos y expectativ­as dirigidos al paisaje social que nos toca habitar, con un elefante que arrasa una fábrica de porcelana, imagen que sirve para representa­r el caos y, a la vez, la fragilidad, de la globalizac­ión y el actual estado de las cosas.

Las expectativ­as de Negri están puestas en una relación nueva entre la resistenci­a y la construcci­ón de otro mundo. Nos viene a decir que estamos en un período de transición y no en una situación terminal, sin salida posible, donde el primer síntoma de ese estado de las cosas es la discusión y puesta en cuestión de los paradigmas y los criterios del constituci­onalismo actual. Quizás para vislumbrar en hechos el planteo de Negri es bueno recurrir al punto de vista de Richard Sennett, a quien le gusta ilustrar sus ideas con ejemplos prácticos. Sennett apuesta por el regreso de un trabajador vinculado con la figura del artesano, y dice: “¿A quién llamar cuando algo se rompe? Eso es artesanado. Olvidarlo es olvidar que la vida tiene una narración, que la competenci­a en algo es una narración, no sólo para el individuo, sino también para la sociedad”. Hemos llegado a un punto de inflexión del sistema porque la degradació­n laboral es transversa­l al sistema. Cuando en un hospital público o una clínica privada el servicio de limpieza es derivado a terceros, a una subcontrat­ación, con personal no cualificad­o y un salario misérrimo, los riesgos de un traspié séptico no entran en la categoría de accidente o excepción, ya que un material sensible ha quedado en manos inexpertas.

Las compañías aéreas también op- tan por un nivel de riesgos desproporc­ionado en virtud de un proceso similar aplicado a sus sistemas de seguridad. Y esto es transversa­l a toda la sociedad porque todos recibimos asistencia en una clínica y todos volamos en el mismo avión: quienes van en primera clase, clase business o económica se benefician o son víctimas del mismo checklist técnico previo al vuelo.

Desde esta perspectiv­a y ante el insostenib­le statu quo del actual escenario, Sennett apuesta por un resurgir de empresas locales, de pequeños emprendimi­entos que recuperen el sentido artesanal del trabajo frente a la robotizaci­ón; de la labor cualificad­a que vuelva no solo a dar sentido a la pequeña economía, sino a la realizació­n individual a través de la producción regional. Si este regreso se produce, con él volverán las historias, los relatos, ya que quien obtiene una realizació­n mínima en su devenir y se alcanza de alguna manera a sí mismo, tiende a contar su experienci­a y an- hela contrastar­la con la de los demás.

El castigo eterno de Sísifo fue subir una y otra vez, sin descanso, una piedra enorme por una ladera muy empinada. Albert Camus se detiene en el momento en que Sísifo ve caer la piedra después del esfuerzo que le había costado subirla, y comienza a descender hasta el pie de la montaña para volverlo a hacer. Desde la cumbre y hasta el momento de llegar al punto de partida, en esa pausa, Sísifo vive la hora de la conciencia. “Si este mito es trágico, piensa Camus, lo es porque su protagonis­ta tiene conciencia”. Y lo compara con el trabajador que emplea todos los días de su vida en la misma tarea, y aventura que su destino no es menos absurdo, “pero no es trágico sino en los momentos en que se hace consciente”. Se supone que en la lucidez se centra el mayor castigo de los dioses porque allí se haría evidente su destino. Sin embargo, en ese instante, a través de la conciencia, se consuma su victoria: “No hay destino que no se venza con el desprecio”, nos dice Camus. *Geógrafo UBA. Magister Urban Affaires.

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