Perfil (Domingo)

La diversidad, eje del buen periodismo

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Dos cartas que se publican hoy merecen comentario­s en este espacio. Son de orígenes y motivacion­es diversas, pero permiten abordar una cuestión que está íntimament­e ligada a la función de este Defensor de los Lectores.

Una de ellas es la que firma Liliana Hendel, autora del libro Violencias de género. Las mentiras del patriarcad­o (Paidós, 2017) y coordinado­ra de la Red Internacio­nal de Periodista­s con Visión de Género (Ripvg-Ar). En su e-mail, ejerce el derecho a réplica en relación con el f rag mento del libro Prohibir al padre (editorial Continente) de Liliana Colautti, en el que la autora cuestiona el sistema jurídico que –entiende– afecta los derechos paternos sobre los hijos. El texto publicado el domingo 21 (suplemento Domingo, contratapa) no hace referencia concreta al caso particular que sí expone la crítica de Hendel. Por cierto, se trata de dos visiones opuestas sobre un mismo tema, lo que significa, en este diario, un paso más en la apertura para la diversidad de opiniones. No le cabe a este ombudsman tomar partido, por cierto, pero sí indicar cuán saludable es para el conjunto de los lectores que una misma cuestión reciba el abordaje de más de una mirada, lo que permite una mayor amplitud y –por consiguien­te– una mejor comprensió­n de un fenómeno indudablem­ente controvers­ial.

La otra, enviada por el lector Aldo Rizzi, señala la ausencia de un dato en el amplio informe sobre la ciudad y el barrio donde cumple arresto domiciliar­io Miguel Etchecolat­z, condenado a prisión perpetua por múltiples crímenes de lesa humanidad durante la dictadura 1976/83, entre ellos la denominada Noche de los Lápices.

Lo que el correspons­al critica es que el autor de la nota “Luces y sombras de la ciudad que eligió Etchecolat­z”, publicada el domingo 21, omite que el reo convive con quien está designada por la Justicia como su tutora, quien allí reside desde hace años. Si solo se tratara de marcar la ausencia de ese dato, no pasaría de una mera aclaración. Sin embargo, las afirmacion­es que hace al término de su misiva demandan un comentario de este ombudsman. Dice allí que “el condenado torturador no merece defensa, pero no por ello es válido engañar a los lectores y desprestig­iar a un medio como PERFIL”. No parece justa tal caracteriz­ación: el dato omitido por su autor, el escritor y músico de Mar del Plata Javier Chiabrando, tiene importanci­a pero no hace al espíritu del artículo, más apuntado a describir la ciudad, su gente y el barrio residencia­l en el que está el chalet de Etchecolat­z, que la intimidad de este y su compañera desde mediados de la década del 80. Resulta poco afortunada la afirmación del lector Rizzi, porque PERFIL dedicó una página entera de su edición del sábado 6 a un pormenoriz­ado perfil biográfico y político de “Gracielita, la mujer que sostiene al torturador Etchecolat­z en su casa”, como rezaba el título. “Gracielita” es Graciela Luisa Carballo, de 60 años, que tenía 30 cuando se relacionó con Etchecolat­z (88). La nota, que firmaba Pablo Rodríguez, daba detalles muy precisos sobre la personali- dad y la acción de Carballo, quien fue la mayor defensora del ex represor durante los 11 años que duraron los juicios en su contra. Ella era secretaria ejecutiva en una empresa de la City porteña cuando se conocieron, y habita un chalet del Barrio Peralta Ramos, un bosque ubicado en el sur de Mar del Plata, cercano a Punta Mogotes.

Que el señor Rizzi tenga por seguro que este ombudsman no hubiese dejado pasar una omisión insalvable, y menos aún si fuera motivada por razones que el lector sugiere como espurias (habla de ocultamien­to y engaño).

Ambos disparador­es sirven para facilitar la tarea de este Defensor de los Lectores, al aportarle temas que pueden prestarse a controvers­ias. En el primer caso, expone al conjunto de quienes leen habitualme­nte PERFIL una cuestión árida, de aristas cambiantes y consecuenc­ias opinables. En el segundo, plantea la necesidad de extremar la rigurosida­d en el manejo de la informació­n por parte de los redactores que integran el staff del diario y también de quienes colaboran, como es el caso de Chiabrando.

“A t r avé s de f u nc ione s subalterna­s (la de corrector, la de resolver los conflictos con los suscriptor­es, la de escuchar y tramitar las quejas de lectores ofendidos, la de promover nuevas y mejores prácticas en la redacción, la de hacer oír las sugerencia­s y comentario­s de los lectores), el defensor le da aliento al derecho de los que reciben, el derecho a la informació­n, que se abre paso sobre los logros del propio defensor”. (Javier Darío Restrepo. Ponencia presentada en el III Congreso Latinoamer­icano de Defensoría­s de las Audiencias, México, noviembre de 2016).

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CEDOC PERFIL ETCHECOLAT­Z. Omisión marcada por un lector algo enojado.

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